Con esta tercera participación,
el autor nos narra con todo lujo de detalles, la crueldad con que los
cuatro indígenas homosexuales conocidos como los Huipas, de la comunidad
indígena del Bacapaco, localizado a unos 500 metros del puente del
canal Moroncarit, adelantito de la curva rumbo al Etchoropo, asesinaban a
sus víctimas, con toda alevosía y ventaja.
Calculaban los
tiempos, y los lugares, que bien podían ser las cantinas en Huatabampo,
los mesones donde guardaban las arañas y caballos, y las parcelas donde
trabajaban, las velaciones y las fiestas tradicionales para cazarlos,
embaucándolos con tequileñas de vinos y raites, para que cayeran.
Ya borrachos, según los lugareños,
saciaban sus insaciables instintos sexuales, en cuyo éxtasis, comentaban
indígenas ancianos de la época, se aproximaban al pacto tramado con el
diablo, al cual se acercaban cada vez que hacían el sexo, con todas las
maniacadas, de las cuales, ver correr la sangre y el olor que impregnaba
el cuarto de adobe, constituían la ofrenda fundamental del ceremonial
satánico con que honraban al dios de las tinieblas.
En ese entorno sociológico, en que
dominantes eran las costumbres y tradiciones indígenas, y determinante
la religión católica y la moral de los misioneros que cristianizaron a
las comunidades indígenas de moda, fresquecitas permeaban todos los
escenarios de la vida social, económica y política (excepción de algunas
prácticas antiguas de los aborígenes de enterrar enredados en un de
carrizo a los difuntos, directo al hoyo, después de que trotando cuatro
indígenas los transportaban al hombro y gritando, colgados de dos palos
que ataban al petate, desde el lugar del velorio hasta el campo santo),
que estereotiparon esas inusuales cuan insólitas prácticas homosexuales
de estos autóctonos, entre el rango de los mitos y las leyendas, cuyas
evidencias, que se van a narrar en los próximos números, darán cuenta de
que solo faltaba uno o dos pasos para que se cumpliera el pacto con el
demonio y, a partir de ahí, la situación espiritual de los cuatro indios
habría de cambiar para continuar aterrando a las comunidades de la
manera más espeluznante.
LA VIDA SECRETA DE LOS HUIPAS (Tercera parte).
José Luis Laguna Duarte
Cuentan pobladores del Bacapaco, que Los
cuatro también planearon la muerte de Lorenzo Valenzuela Bamayoa, y que
este asunto lo acordaron a fines de febrero, porque Lorenzo maltrataba
mucho a Eusebio pues era su querido y mantenía relaciones sexuales casi
permanentes con él. La verdad es que este individuo sostenía relaciones
sexuales con los cuatro, pero era muy ofensivo y violento con Eusebio, e
incluso en una ocasión lo maltrató mucho y le partió la cabeza. También
los ofendía a todos cada rato diciéndoles “putos salados hijos de la
chingada” y se burlaba de Eusebio porque este decía que tenía una novia
en el Etchoropo llamada Aniceta y lo choteaba a cada rato y se reía de
él. Así un buen día se pusieron de acuerdo para matarlo el día 4 de
abril de 1950.
Dicen los que entrevistamos para hacer
nuestro libro de los Huipas, que el día tres de marzo, Lorenzo estuvo
tomando en Huatabampo en compañía de Antonio Yocupicio, mientras que
Eusebio lo estaba esperando en el callejón del Bacapaco para llevarlo a
su casa donde estaban reunidos esperando Leonardo Huipas López, Basilio
Humo Valenzuela y Adelaido Huipas Quijano, de acuerdo al conjuro que
habían tenido tiempo atrás para matarlo.
Se comentó que Eusebio dos días antes ya
le había dicho a Lorenzo que lo iba a matar, pero Lorenzo lo tomaba
como una broma, y le decía “Que me vas a hacer puto, yo te voy a matar a
ti” y soltaba la carcajada, ante un Eusebio que se ponía serio e
impotente.
Cuando Lorenzo llegó al callejón del Bacapaco Eusebio que lo
esperaba, se abalanzó hacia él y le dijo “Te voy a llevar para mi casa
para matarte” y Lorenzo le contestó “Yo también te voy a matar”.
Eusebio
y Lorenzo caminaron por el canal y llegaron a la casa donde esperaban
los demás, y en el mismo lugar donde mataron al muchacho Santos
Valencia, Leonardo con el mismo garrote le pegó a Lorenzo dos golpes muy
fuertes, y sin embargo este empezó a defenderse tirando golpes a los
cuatro.
Atarantado Lorenzo cayó al suelo y fue cuando Adelaido le asestó
dos golpes más con ese garrote de puro corazón de mezquite. Después de
Adelaido, Eusebio le pegó dos golpes muy fuertes en la cabeza, y a lo
último Basilio le asestó otro golpe para rematarlo.
Ya muerto Lorenzo, fue introducido a la
casa y lo sometieron al proceso de castramiento, donde con una navaja
metálica de cachas hicieron la operación. El corte partió a la altura
del ombligo con dirección hacia abajo, llegando este hasta el límite de
los glúteos por ambas partes, hasta que jalaron el pene para
desprenderlo del cuerpo inerme de Lorenzo.
Una vez hechos los cortes,
los órganos sexuales de Lorenzo fueron clavados en una tabla donde
quedaron bien restirados y disecados, órganos utilizados por este grupo
asesino para masturbarse en la clandestinidad.
Sin duda, dijeron
nuestros entrevistados, que esto parecía la locura, algo realmente
insólito, jamás visto en ninguna parte, y menos en una comunidad
indígena como la de los Mayos, tan conservadores en sus tradiciones y
prácticas religiosas.
Lo mismo le sucedió al muchacho de solo 14 años,
al verse envuelto en una trama sexual y despiadada bajo condiciones de
desventaja, premeditación y alevosía al extremo, y cuatro asesinos que
demostraban en esos momentos un total desprecio por la vida humana, y no
solo eso, sino irse al extremo de castrar a sus víctimas y utilizar sus
partes nobles para masturbarse y para hacer pequeñas bolsas de cuero
donde se pudieron apreciar como colgajos sus partes y su vello púbico.
Cuando la policía se encontró con esto, no lo podían creer, y cuando le
preguntaron a Eusebio para que querían las partes nobles de sus
víctimas, dijo “Inquili” es decir, para sentarse en ellas y masturbarse,
lo que demuestra la total desviación sexual y psicológica de estos
individuos.
Por último ya operadas las victimas las
enterraban dentro de la vivienda y en el canal. (Nos vemos en la
necesidad de extender nuestro trabajo para que en el próximo número se
pueda abordar el asesinato de Vicente Buitimea que corrió la misma
suerte y dejar lugar para otros aspectos importantes que dan fe de la
crueldad y la locura en que cayeron estos indígenas mayos de Huatabampo a
principios de 1950.
(DIARIO DEL YAQUI/Bernardino Galaviz / Martes, 31 Diciembre 2013 16:45)
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