lunes, 3 de diciembre de 2012

EL FIN DE UNA ERA: LA MUERTE DE "EL LAZCA"

Excélsior

México, DF.- Hay cadáveres errantes: el más célebre sin duda es el de Adolfo Hitler que se supone fue recuperado por los soviéticos del bunker nazi en Berlín, pero nunca se mostró públicamente. En el mar se supone que está el de Bin Laden. Otro famoso es el de Eva Perón, que estuvo oculto y fue transportado por el mundo durante años, una historia que refleja como nadie el libro “Santa Evita” del fallecido Tomás Eloy Martínez.

Allí, entre los cadáveres errantes, debe estar el de Nazario Moreno, el fundador de “La Familia Michoacana”, abatido en un enfrentamiento en Apatzingán. Su muerte fue registrada por videos de la Policía Federal, pero su cuerpo fue rescatado por integrantes de esa organización criminal y no fue recuperado. Hoy existen hasta altares para Nazario Moreno, quien se presentaba como un hombre muy religioso, aunque firmaba sus libros como “El más loco”, lo que no le impedía haber encabezado una de las organizaciones criminales más violentas de la historia.

También era muy creyente Heriberto Lazcano, “El Lazca”… “El Verdugo”, muerto en la tarde del domingo 7 de octubre en Progreso, Coahuila, durante un enfrentamiento con miembros de la Marina.

En Pachuca, Hidalgo, su tierra natal, Lazcano mandó construir iglesias y hasta su propio mausoleo para cuando muriera. Su cuerpo fue robado por un comando armado poco después de que fuera depositado por el Ministerio Público local en la funeraria García en Sabinas, Coahuila.

El hecho generó innumerables especulaciones, pero, aunque sea controvertido, no es tan extraño, entendiendo la lógica de los grupos criminales y lo ocurrido en el enfrentamiento en el que murió Lazcano, que hayan tratado de desaparecer el cuerpo.

Más allá de declaraciones absurdas (la mejor, la del gobernador Francisco Olvera, de Hidalgo, quien aseguró sin sonrojarse que no había seguridad de que “El Lazca” estuviera muerto porque “si se llevaron el cuerpo seguramente es porque estaba vivo y lo estaban atendiendo”…lo que recuerda a una famosa presentadora de televisión que cuando se estrelló el segundo avión contra las Torres Gemelas el 11 de septiembre del 2001, dijo que “seguramente había algún problema grave en la torre de control del aeropuerto porque eran ya dos los aviones que se estrellaban contra el mismo edificio”), lo cierto es que cuando fue abatido, las autoridades federales no tenían información precisa de quiénes eran los delincuentes con los que se habían enfrentado en las afueras de un pequeño estadio de beisbol.

El tiempo de cuatro horas que transcurren entre el enfrentamiento y la confirmación de los datos es el que se tardó en recoger los cuerpos, dar aviso al Ministerio Público local, transportar los cuerpos de Progreso a Sabinas, tomar las muestras, enviarlas a Plataforma México y obtener respuesta.

Fue entonces cuando se supo que el cuerpo era de Lazcano. Pero su grupo ya lo sabía y se robó los restos para evitar la identificación. ¿Por qué? Porque evidentemente para su organización criminal y para quienes quieran ser sus sucesores, es muy diferente mantener la idea de que “El Lazca” estaba vivo que saber que el líder del grupo fue abatido, sobre todo en el contexto de lucha dentro de los propios grupos delincuenciales, una organización que hay que recordarlo, ha sido particularmente violenta y expedita con sus rivales de dentro y de fuera.

Hay datos y respuestas que deben proporcionarse. Las fotos demuestran que los restos que estaban en la funeraria García son de Lazcano, las similitudes son evidentes. No se tendría por qué dudar de los datos dactiloscópicos proporcionados por Plataforma México: es una prueba documental que puede ser cotejada en muchos ámbitos.

Se supone que existen restos de tejidos que pudieron utilizarse para cotejar el ADN. Se ha argumentado que en la ficha que dio a conocer la Procuraduría de Coahuila respecto a la que existe en la base de datos de la DEA hay una diferencia importante, porque la primera dice que “El Lazca” tenía una altura de un metro 60 y la otra de un metro 72.

El hecho es que la ficha de Lazcano de las autoridades mexicanas se basa en datos duros, de cuando fue miembro del Ejército (lo mismo que la foto que hemos conocido desde años atrás) y la de la DEA es un estimado con base en testimonios de terceras personas, porque Lazcano nunca estuvo detenido en la Unión Americana.

No se sabe si alguna vez se recuperará el cadáver de Lazcano. Lo mismo que Nazario Moreno, se trataba de un hombre, pese a su violencia e inhumanidad para tratar a sus adversarios, muy religioso. Seguramente buscarán darle sepultura, pero difícilmente será en su propio refugio, el que se había mandado construir en Pachuca.

El cadáver de Heriberto Lazcano, “El Verdugo”, por lo pronto seguirá errante pero no así la concatenación de hechos que escribirán para siempre un capítulo en la historia del crimen organizado en México, un capítulo que trascenderá más allá de una simple captura o un abatimiento.

CÁRTELES DESMEMBRADOS

La confirmación de la muerte de Heriberto Lazcano no sólo fue una de las más importantes noticias en torno a la batalla que libran las autoridades contra el crimen organizado, sino también ante un desmembramiento de una organización criminal, desmembramiento similar a los que han sufrido en el pasado cercano los Arellano Félix, los Beltrán Leyva, el cártel de Juárez, y sobre todo, su rama operativa, “La Línea”.

En el camino han quedado desarticulados también grupos menores, desde el de “La Barbie” o “El Grande”, hasta el Jalisco Nueva Generación, Los Valencia, “La Familia Michoacana” y en buena medida, “Los Caballeros Templarios”.

En los hechos, la única organización que mantiene una estructura de mando perseguida pero relativamente estable en su más alto nivel es el viejo cártel del Pacífico, con Joaquín “El Chapo” Guzmán, Ismael “El Mayo” Zambada y Juan José “El Azul” Esparragoza, (grupo que por cierto, recibió una baja considerable tras anunciarse la muerte de Manuel Torres Félix, “El M-1”, quien fuera durante años uno de sus principales lugartenientes, en un enfrentamiento con el Ejército).

En el torbellino de muertes y violencia que vivimos cotidianamente quizás es difícil apreciarlo, pero la desarticulación de casi todos los principales cárteles es una realidad que deja el tema de la violencia y la inseguridad en otro nivel: el de las bandas locales que roban, asaltan, secuestran; en el drama social que implica volver a asimilar a miles de jóvenes sin oportunidades para que no opten por las pandillas sino por el estudio, el trabajo, por sus amigos y familias.

La caída de Lazcano debe entenderse en un contexto muy específico: la división de un grupo de la delincuencia. La ruptura con Lazcano no podía más que dejar consecuencias terribles para ese grupo. La propia ruptura se dio, hay que recordarlo, por los incesantes golpes que las autoridades le habían propinado a esa organización, lo cual disminuyó su nivel operativo al tener que contar con sicarios y traficantes cada día de menor capacidad, pero también porque incrementó dramáticamente la desconfianza, las delaciones y las traiciones dentro del grupo.

DE COAHUILA A TAMAULIPAS

Si, como se asegura, el asesinato del hijo mayor de Humberto Moreira, José Eduardo, fue ordenado como revancha por la caída de un narcotraficante y por los golpes que estaba recibiendo en Coahuila, debe hacer temer un estallido de furia del crimen organizado.

Lo que sucede en Coahuila es particularmente grave porque se demuestra el grado de penetración que ha obtenido el crimen organizado en las fuerzas de seguridad, sobre todo municipales, lo que no es, desgraciadamente, nada inédito, pero habrá que recordar que los éxitos, aunque sean parciales, que se han podido dar en otras plazas, siempre han estado precedidos de fuertes estallidos de violencia.

Debe servir, también, para confirmar diagnósticos y opciones, porque recientemente, desde distintos ámbitos se volvió a aceptar que se requieren medidas que ya estaban puestas en la mesa desde tiempo atrás y que por consideraciones políticas no se operaron, como el mando único en las policías y la creación de fuerzas de élite que atiendan los delitos de alto impacto como el secuestro y la extorsión.

¿RESPIRO O CONDENA?

Antes de que se diera a conocer la muerte de Heriberto Lazcano, un grupo importante de la delincuencia se estaba desgajando peligrosamente. El cerco en torno a este se ha estado cerrando en forma notable, poniendo en duda su sobrevivencia. Con la muerte de su principal rival, como ya ha ocurrido con otros, se convertirá en una amalgama de grupos mucho más pequeños, dedicados básicamente a la delincuencia común: el secuestro, la extorsión, el robo, el narcomenudeo, pero lejos de la estructura temible que tuvieron durante años.

Por supuesto que habrá muchos que querrán quedarse con el mando, pero la experiencia muestra que ello resulta casi imposible en este tipo de organizaciones sin que se libre una batalla entre los aspirantes y sin una balcanización del poder. Lo más probable es que de las decisiones que ellos tomen (pactar una tregua con los restos de otros grupos o incrementar la violencia golpeando blancos de mayor trascendencia política) dependerá el futuro incierto de una de las franquicias delincuenciales más poderosas y temibles que hayan existido en la historia del crimen organizado.

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