Chichigalpa .- Jesús Ignacio Flores comenzó a trabajar a los 16 años en la plantación de azúcar más grande de Nicaragua. Hace tres años, sus riñones comenzaron a fallar. Luego de una rápida agonía, falleció el 19 de enero a los 51 años.
“Sus
últimos cuatro meses fueron fatales, y el último, peor. Me estoy quemando, decía
él. Fue un infierno”, relató su esposa Gloria Esperanza Mayorga.
Días
antes, Segundo Zapata, de 49 años, está hospitalizado, cabizbajo, cuando lo
visitó un periodista de AP en enero. “Ya no quiere hablar”, relató su esposa.
Sus niveles de creatinina, un químico que delata problemas renales, eran 25
veces los normales.
Zapata le imploró al fotógrafo que lo llevara a su
casa. “Deja la cámara, toma una ametralladora y sácame de aquí a la fuerza”, le
dijo. El hombre murió el 26 de enero (ver foto). Tenía ocho hijos, tres de los
cuales trabajan en las plantaciones de azúcar.
Dos de ellos ya muestran
síntomas de la enfermedad.
Uno de cada cuatro cañeros. Flores y Zapata
trabajaban recogiendo caña cortada en Chichigalpa, un pueblo de la región
azucarera de Nicaragua donde uno de cada cuatro hombres presenta síntomas del
temido “mal de los riñones”.
Una misteriosa epidemia que causa
insuficiencia renal crónica está devastando la costa pacífica de América
Central. Ha matado a más de 24,000 personas en El Salvador y Nicaragua desde
2000 y afecta a otros en proporciones jamás vistas antes. Los científicos dicen
tener informes de que el fenómeno se ha propagado ya desde el sur de México
hasta Panamá.
La situación cobró una gravedad tal que la ministra de
salud de El Salvador, María Isabel Rodríguez, pidió ayuda internacional,
diciendo que la epidemia desbordaba el sistema de salud.
Agotadora
rutina.Pacientes, médicos y activistas dicen que los causantes del mal son las
sustancias químicas que los trabajadores han usado durante años sin ninguna
protección. Hay indicios, no obstante, que sustentan una hipótesis más compleja
e insospechada. La raíz de la epidemia, parece yacer en someter el cuerpo a
repetidas deshidrataciones e insolaciones. Muchos trabajaban desde los diez
años.
“La evidencia refuerza esta idea del trabajo manual y una
hidratación insuficiente”, dijo Daniel Brooks, investigador de epidemiología de
la Universidad de Boston.
Dado que el trabajo duro y el calor intenso son
fenómenos bastante comunes en América Central pero no todo el mundo contrae el
mal, algunos investigadores no descartan factores de origen humano.
Pero,
a su vez, no han surgido pruebas sólidas del papel de los pesticidas y otras
sustancias químicas.
“Yo creo que todo indica que no son los pesticidas”,
dijo la doctora Catharina Wesseling, una experta en epidemias y directora
regional de Programa sobre Trabajo, Salud de América Central. “Es demasiado
multinacional y está muy esparcido. Yo apostaría por las reiteradas
deshidrataciones, casi diarias. Pero no se ha demostrado nada”.
Ingenios
rechazan culpa. Las tasas más altas del mal renal que se registran en Nicaragua
son las del Ingenio San Antonio, del Grupo Pellas, que procesa casi la mitad de
la azúcar que produce el país. Algunos trabajadores cortaban caña de azúcar
nueve horas y media por día casi sin descansos, al sol, con temperaturas de 30
grados centígrados. Flores y Zapata trabajaban en ese ingenio.
En 2006,
la plantación, de propiedad de una de las familias más ricas del país, recibió
36.5 millones de dólares en préstamos de la Corporación Internacional de
Finanzas, organismo afiliado al Banco Mundial, para producir más azúcar y
etanol.
La Fundación La Isla, grupo activista de Nicaragua, denunció que
ni el Grupo Pellas ni el gobierno hacen cumplir normas para que trabajadores que
presenten deficiencias renales dejen de trabajar.
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