Doña María Elena Barajas solía ir a la recámara de su hijo Pedro, el muchacho albañil desaparecido el 15 de junio del 2011 en la colonia Tierra y Libertad, al noroeste de la ciudad de Morelia, para descorrer la puerta de su ropero y mirar su ropa, sus cobijas. Irremediablemente lloraba sin parar.
A un lado del ropero está un altar con la virgen de Guadalupe. Del otro lado,
la motoneta vieja azul cobalto del joven de 19 años de rasgos recios y carácter
indómito. La motoneta es testigo silencioso. Ese 15 de junio, a las 18:30 horas,
Pedro la llevó a la hojalatería del barrio. Un rato después el hojalatero lo vio
discutir y forcejear con desconocidos armados que lo subieron violentamente a
una camioneta blanca sin placas.
Desde el secuestro, la madre de piel morena y curtida lloraba con el ropero
abierto hasta que el hijo mayor improvisó una solución para aminorar su pesar:
clavó la puerta del mueble. Pero el dolor no se fue. “A veces es tan fuerte que
reniego de Dios y luego me arrepiento”, ella dice.
Ese junio su muchacho no fue el único secuestrado por hombres armados en
Tierra y Libertad. En su colonia y la aledaña, la José María Morelos, se sabe de
al menos 15 casos de jóvenes que individualmente o en pequeños grupos fueron
secuestrados el mismo mes.
Un día antes de la desaparición de su hijo “se llevaron a unos por la
secundaria 100, luego se llevaron a una bolita por donde está la lechería, y un
día después se llevaron a otro de mi calle”. De su hijo se dice en la colonia
que está siendo entrenado en otro municipio de Michoacán.
Más casos de desapariciones de jóvenes han ocurrido en Morelia. La
organización de derechos humanos Hasta Encontrarlos documentó 13 casos como el
de Pedro y tiene conocimiento de 44 más de familiares que por temor no
interponen denuncias penales o los hacen públicos. Estos acontecieron en 9
colonias populares, la mayoría al norte de la ciudad, durante 2010 y 2011.
Los testimonios refieren que el perfil de la mayoría de las víctimas es
similar al de Pedro: muchachos pobres de complexión robusta y talla media. El de
los victimarios: hombres con armas largas en camionetas grandes con vidrios
polarizados, sin placas, a veces encapuchados, y en un caso se señala a agentes
del Grupo de Operaciones Especiales (GOE) de la Secretaría de Seguridad Pública
estatal.
“Los familiares tienen miedo y muchos no han denunciado”, expresa Cristina
Paredes de Hasta Encontrarlos. Algunos dicen tener información de que el crimen
organizado, en colusión con agentes estatales y personal ministerial de la
Procuraduría General de Justicia estatal (PGJ), se llevaron a los suyos “al
norte del país o a otros municipios del estado para entrenarlos como sicarios o
paramilitares”.
La Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH) ha contabilizado 275 casos de
desapariciones en el estado en 2011. Aunque ninguno de los dos organismos
detalla cuántos de éstos son en Morelia, y cuántos coinciden con el perfil de
los casos que investiga Hasta Encontrarlos: jóvenes, pobres y secuestrados a
plena luz del día.
Hasta encontrarlos
La madre de Pedro desarrolló diabetes por tanta angustia y aflicción. Un día
le llegó un volante de Hasta Encontrarlos, la única organización de derechos
humanos en Michoacán que acoge casos de desaparición forzada.
Decidió asistir a una reunión. Constató con sorpresa que había otras madres
con hijos desaparecidos y tormentos que las hermanan. Finalmente, encontró con
quien llorar.
Hasta Encontrarlos está encabezada por las hermanas Cristina y Janahuy
Paredes, hijas de José Francisco Paredes, defensor de derechos humanos
desaparecido en 2007. Si los familiares interponen denuncia penal, ellas los
acompañan en su viacrucis ministerial, y si aceptan hacer público el caso, ellas
convocan a los medios locales. También realizan marchas y mítines para exigir la
presentación de los suyos.
Algunas familias no quieren establecer denuncias penales o difundir los
retratos de sus hijos porque les han dicho que ellos están en manos del crimen
organizado y pueden matarlos si así proceden o secuestrar a otros familiares.
Otras familias, como la de Pedro, sí decidieron denunciarlos penalmente, y otras
sólo dejaron consigna del hecho en quejas levantadas en CEDH.
Estos secuestros en la zona urbana de Morelia —a tres horas y media en auto
desde la capital mexicana— han ocurrido, en gran generalidad, ante la presencia
de testigos, a plena luz del día. En total impunidad.
Familiares bajo amenaza
Las hermanas Paredes acompañaron a doña María Elena Barajas a preguntar sobre
los avances de la investigación a la PGJ y dicen que las intimidaron. Que el
comandante Pedro Olivares, de la Unidad Especializada Antisecuestros, las
condujo a una habitación en la que abrió un mueble lleno de armas.
Frente al
mueble interrogó a la señora sobre su hijo. “Quería que tuviera miedo para que
ya no siguiera”, ella recuerda. “Y tengo miedo de regresar ahí”.
Otros familiares también han declarado a Hasta Encontrarlos que en la PGJ se
les amenazó para no interponer o retirar la denuncia de desaparición de sus
hijos.
Y en dos casos éstos señalan que comandos de supuestos agentes estatales
uniformados de negro, encapuchados y con armas largas, se presentaron en sus
casas para amenazarlos de muerte si continuaban con el proceso penal.
Una de las madres que no quiso denunciar, dejó su testimonio anónimo por
escrito en la organización. A las 19:00 horas del 25 de abril de 2011, en la
colonia Prados Verdes, a diez minutos del centro de la ciudad, su hijo y otros
cinco jóvenes, en edades de los 16 a los 21 años, algunos estudiantes y otros
herreros de oficio, arreglaban un auto en la calle.
Hombres vestidos “como soldados”, encapuchados y con armas largas, arribaron
en una camioneta Dodge color blanco, sin placas y vidrios polarizados. Vecinos y
la madre de uno de ellos atestiguaron cómo los hombres se llevaron violentamente
a los muchachos, que lloraban y clamaban por auxilio.
Según el testimonio de la mujer, meses después se liberó a dos de los
adolescentes pero no quisieron dar información alguna. Sólo ellos saben lo que
vivieron. Sus familias también guardaron silencio. Las otras familias piensan
que es mejor no denunciar ni difundir los casos porque tienen la esperanza de
que sus hijos también sean liberados.
Ella escribió: “Me han dado noticias de la posibilidad de que mi hijo está
vivo, que se encuentra lejos del estado, que se lo llevaron para entrenarlo y
volverlo sicario del crimen organizado, no sé si sea verdad. Los papás de otro
de los jóvenes me comentaron que tuvieron comunicación con su hijo y mi hijo
está en el mismo lugar donde está él, con esto no quiero poner denuncia”.
Otra madre en el anonimato narró por escrito su caso, parecido al anterior,
pero en el que está involucrado un presunto vehículo oficial: A las 16:00 horas
del 9 de septiembre de 2010 en la colonia Colinas del Sur, tres jóvenes
albañiles de entre 18 y 28 años jugaban a las maquinitas en una tienda. Uno de
ellos se llama Ernesto Pérez. El otro, Adán Flores. El tercer nombre no es
público. Una camioneta del GOE, con torreta en la parte de arriba, se los llevó
ante la mirada atónita de los dueños de la tienda.
La madre puso la denuncia en la PGJ. A los días de la desaparición de los
muchachos, presuntos agentes del GOE, con armas largas, se presentaron en su
casa a amenazarla para que la retirara porque así su hijo regresaría pronto.
Ella, por el contrario, hizo ampliación de sus declaraciones.
Hasta Encontrarlos dice que la PGJ nunca investigó el presunto
involucramiento del GOE. La madre acusa que ahora es hostigada telefónicamente,
por lo que disminuyó su activismo en la organización. Del hijo no sabe nada.
Los padres del tercer muchacho acceden a hablar con EL UNIVERSAL con actitud
temerosa. No quieren dar a conocer el nombre de su hijo ni identificarse. “Sí
hemos sabido algo, pero por temor a que nos hagan algo no queremos decir nada”,
dice el padre. “Pensamos que a lo mejor los tienen preparando para meterlos a la
delincuencia organizada, por qué se los iban a llevar si ellos no hacían nada,
eran unos muchachos trabajadores, buenos, responsables”, agrega la madre.
Otros casos con el mismo perfil registrados en Hasta Encontrarlos, y que se
mantienen en el anonimato, son: El 6 de junio de 2010 a 11 muchachos que jugaban
futbol en la colonia Primo Tapia, todos menores de 20 años, se les secuestró en
una camioneta.
El 21 de noviembre de 2010 siete jóvenes albañiles desaparecieron
en la colonia La Joya. El 7 de abril del 2011 un limpiaparabrisas desapareció de
la colonia Lucio Cabañas. Sus familiares reportan que cinco limpiaparabrisas más
de la zona están desaparecidos.
Fenómeno a la alza ignorado
Doña María Elena Barajas un tiempo vendió ropa en abonos, productos de
limpieza, pollo destazado. Ahora está dedicada a resolver la cotidianidad de su
extensa familia y a luchar por la presentación de su hijo.
Nunca había tenido participación social alguna. “Ahora he ido a marchas en
Morelia, Pátzcuaro, a mitines... empiezo a hablar en éstos, pero muy poquito,
porque no me hallo”. Su voz aún no ha sido escuchada.
En Morelia nadie investiga ni tiene cifras oficiales sobre la oleada de
desapariciones de jóvenes en colonias populares. Se ignora cuántos jóvenes
pobres, aparte de los 57 de los que tiene conocimiento Hasta Encontrarlos, han
sido secuestrados desde que arrancó la estrategia de combate al narcotráfico.
La PGJ estatal minimiza el fenómeno. El licenciado Andrés Vieyra, al frente
de la jefatura de agentes del ministerio público, y a cargo del registro de
personas extraviadas en Morelia, dice que los reportes locales de jóvenes
extraviados generalmente se deben a que “se fueron a la playa o a la casa de un
amigo y no informaron a los padres, algunos otros andaban de fiesta”.
Vieyra expresa que cuando denunciantes declaran que sus familiares fueron
“levantados de manera violenta por un secuestro, —sus casos— se canalizan de
manera inmediata a la fiscalía especializada de secuestros”.
El caso de Pedro muestra la celeridad del procedimiento: tardó casi cuatro
meses en ser transferido al área especializada para su investigación.
EL UNIVERSAL le solicitó al funcionario que informara el número desglosado de
casos de jóvenes extraviados turnados al área de antisecuestros de 2006 a la
fecha. También que precisara los casos de jóvenes extraviados reportados en las
colonias Tierra y Libertad, Prados Verdes y Colinas del Sur, entre otras. Vieyra
prometió facilitar la información, pero no lo hizo.
De idéntica manera EL UNIVERSAL buscó entrevistar a Margarita Sánchez Zamora,
la encargada de Dirección de Antisecuestros. La funcionaria declaró, a través
del vocero Jonatan Arredondo, que sólo tienen 2 o 3 casos registrados de jóvenes
secuestrados en dichas circunstancias pero que no podía precisar detalles.
Con respecto a las amenazas que los familiares dicen recibir luego de
interponer las denuncias ante la Procuraduría, Arredondo declara: “¿Cómo saber
si hay amenazas si no las denuncian?”. A lo que Janahuy Paredes cuestiona: “Sí
hay denuncias de estas amenazas en la PGJ, como en el caso de Colinas del Sur,
pero en la institución no investigan porque dicen que es el crimen organizado
con carros clonados”.
Tampoco la CEDH arroja más luz sobre el fenómeno en repunte.
El ombudsman Marco Antonio Tortajada explicó a EL UNIVERSAL que tienen un
registro de 275 quejas de desapariciones en Michoacán, sólo en 2011, sin
embargo, no cuentan con un desglose por sexo, lugar y edad.
“Un perfil determinado no existe como tal (...), podría decir que de 60% de
personas desaparecidas son hombres, y un 40% entre mujeres y adolescentes”,
explicó Tortajada.
Refiere no obstante que la mayoría de las 275 quejas de desapariciones
forzadas provienen de Morelia, seguidas por las de los municipios de Quiroga y
Alvaro Obregón. Las denuncias sobre los victimarios “no mencionan si son
autoridades o no, simplemente que (se los llevaron) en camionetas negras, que
llegaron dos o tres personas”.
EL UNIVERSAL insistió a la CEDH le informara cuántas de las 275
desapariciones de 2011 ocurrieron en Morelia y corresponden a hombres entre los
15 y 30 años. El ombudsman se comprometió en hacerlo, pero tampoco dio la
información.
Cristina Paredes dice que este fenómeno no es atendido por las autoridades
“por falta de voluntad política”, pues se trata de muchachos pobres. La
activista piensa que “debe haber un registro de los casos, pero por la
corrupción y colusión de las autoridades no lo dan a conocer”.
Defensoras sin defensa
La madre de Pedro asiste con cierta regularidad a las reuniones de familiares
de Hasta Encontrarlos. Es para ella el espacio que le da fortaleza, compañía y
esperanza para seguir en su lucha por la presentación de su hijo.
“Cuando voy a las reuniones regreso más tranquila, si hay días que no voy me
siento mal”, comenta.
Hasta encontrarlos es el único foro de acompañamiento, registro y denuncia de
estos secuestros en Morelia. Sin embargo, las hermanas Paredes están rebasadas
por el número de casos que reciben y los riesgos que implican.
La organización carece de financiamiento, oficina, personal, apoyo legal,
aunque consiguió que dos profesionales den cierta atención sicológica. Si bien
las muchachas la crearon en 2008 para exigir la presentación de su padre, que
fue un guerrillero amnistiado durante la guerra sucia de los setenta, luego
acogieron cinco casos michoacanos más de esa época.
Las hermanas Paredes dicen que su padre fue desaparecido por agentes
federales. Él, junto con la Fundación Diego Lucero con sede en el Distrito
Federal, promovían una iniciativa de ley que sancionara, previniera y erradicara
la desaparición forzada.
El 23 de septiembre de 2010, cerca de que se cumplieran tres años de la
desaparición forzada de su padre, las hermanas Paredes, acompañadas por
familiares y activistas, tomaron las instalaciones del Congreso para exigir la
resolución de éste y otros casos recientes que en el contexto del combate al
crimen organizado se multiplicaban en el estado: periodistas, líderes indígenas,
comerciantes, profesionistas.
En total, Hasta Encontrarlos tiene registrados 127 casos de desaparición en
Michoacán, algunos de ellos con tintes de desaparición forazada (en la que
habrían participado autoridades).
La acción derivó en la creación legislativa de la Comisión Especial para el
Seguimiento de Michoacanos Desaparecidos, conformada por cuatro diputados de
distintos partidos. Se hicieron mesas de diálogo con las hermanas y familiares
de Hasta Encontrarlos para esclarecer los casos. “Ninguno se aclaró”, dice
Janahuy Paredes.
Poco a poco, el fenómeno de los jóvenes pobres desaparecidos en colonias
populares de Morelia comenzó a asomar en sus registros.
En días pasados las hermanas Paredes recibieron un caso más.
Paradójicamente,
se los transfirió la CEDH: un joven albañil de 15 años desapareció al norte de
la ciudad de Morelia el 11 de abril de 2011. La familia interpuso la denuncia y
al día siguiente dos camionetas con hombres encapuchados y con armas largas la
amenazaron. Actualmente, afuera de su casa “han estado dos motocicletas con
hombres armados”. El padre de la víctima es vigilado y acosado.
No sólo la integridad de los familiares de estos jóvenes secuestrados está en
riesgo. Las hermanas Paredes ya recibieron un mensaje de muerte. Janahuy Paredes
dice que el pasado 2 de noviembre, en el local de Hasta Encontrarlos, un
desconocido les dejó puesta “una ofrenda de día de muertos con flores, comida,
veladoras, y las fotos de dos activistas muertas”.
El cuarto vacío
Todas las noches la madre de Pedro reza una novena por su hijo. “Le pido a
Dios por él, que me lo cuide”.
Durante el día también se dedica a orar por él.
En la cocina de su cassa tiene un altar de Jesucristo, El Justo Juez, acompañado
de una virgen de Guadalupe de cerámica que el adolescente le regaló. Ahí tiene
la foto del joven frente a un escudo de los Monarcas de Morelia, su equipo
favorito.
A veces doña María Elena Barajas se levanta a media noche y abre la puerta de
la recámara de Pedro para ver si de casualidad está durmiendo en su cama. Sólo
está el ropero, la motoneta, la cama vacía. “Hay veces que me quedo nada más
viendo”.
Antes el hijo menor dormía en el cuarto con su hermano. Ahora ya no quiere
dormir solo. Por las noches jala su colchón para acomodarse en cualquier otro
cuarto.
Al final de la entrevista, la señora pide entre lágrimas a EL UNIVERSAL que
tome un recado para su hijo: “te estamos esperando, nos haces mucha falta,
regresa”.
Y para los victimarios: “yo no nada más pido por mí, pido por todos,
quítennos este dolor regresándonos a nuestros familiares”.
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