domingo, 16 de octubre de 2011

PUEBLO CHICO, INFIERNO GRANDE


 
La Palma: un lugar tranquilo convertido en tierra sin ley 

Martín Durán
Por momentos, el camino de Navolato a La Palma se puebla de cenotafios. Dice la gente que de Caimancito se han ido muchos por la violencia, otros han sido levantados y nunca aparecieron, otros más fueron asesinados. Ahí pasando el entronque hacia Villa Ángel Flores está la columna funeraria del comandante Marcelino Sánchez, acribillado en el 2009.  Más adelante está la de un agente de tránsito. Una foto del difunto atada a un árbol, ya llena de polvo, parece describir el desamparo en el que se vive allá, el territorio que creció bajo el imperio de los Carrillo Fuentes en la década de los 90 y cuyos fantasmas todavía rondan por el lugar.

“La Palma era un pueblo tranquilo”, dice la mujer que está barriendo en la plazuela, frente a la Sindicatura: “Todo empezó desde que nos quedamos sin policías, hace como año y medio”.

Agobiados por la violencia, robos a comercio, a casas habitación, a escuelas, en la calle despojo de carro a plena luz del día, hasta convertirse en un pueblo sin ley, donde “todo mundo” se encierra al caer la noche, desde fines de septiembre los moradores de la sindicatura se “levantaron” y clamaron seguridad.

Primero lo hicieron en la plazuela del pueblo. “Ni a las iglesias ni las escuelas respetan”, decían, ya que a todas se han metido los ladrones a robar.

Las consignas de seguridad fueron en aumento hasta que al menos 300 vecinos de La Palma hicieron una manifestación el jueves 29 de septiembre pasado en el Congreso del Estado.

 Era la forma de poner un ultimátum a las autoridades. Desde entonces, el secretario de Seguridad Pública, Francisco Córdova Celaya, y el gobernador Mario López Valdez, se comprometieron a bajar los niveles de inseguridad.

Fue así como llegó un aliciente a la sindicatura, una esperanza de recuperar los espacios públicos cedidos al hampa. Desde que llegó la Policía Estatal, aseguran vecinos entrevistados, se respira otro ambiente.

“Ahora esperamos que no se vayan y lleguen a poner la base de Policía que dijeron”, manifestó la directora de la primaria que está frente a la plazuela principal.

 Una semana antes, cuando los pobladores mostraron su coraje en la capital, la escuela había sido saqueada por vándalos.

No nada más fue esa. En el transcurso de los meses ya habían robado en las otras seis primarias, en la secundaria, los dos jardines de niños y los dos bachilleratos. Incluso cuenta una maestra que cuando fue Francisco Frías Castro, secretario de Educación Pública, a atender las denuncias de inseguridad en las escuelas, un sujeto armado entró a un kínder buscando a una persona. “Por fortuna no había clases, pero estaban los maestros y pues se escondieron”, señala.

Durante una semana, los padres de familia no llevaron a sus hijos a las escuelas. El terror había tomado por asalto a la comunidad.

Vivir así, en el miedo Ríodoce dio con el síndico de La Palma, Carlos Enrique López Rochín, en su pequeña oficina. A un lado estaba la comandancia y la oficina del juez de barandilla. Ahora están abandonadas. Lo que antes fue la sala de radio hoy es un cuarto con un montón de sillas arrumbadas.

 También López Rochín coincide con los ciudadanos: “Desde que dejó de haber policías, todo se fue a pique”. Pero hoy por hoy, afirma, “se respira una vigilancia permanente desde que llegaron policías y andan vigilando las 24 horas del día”.

“Aquí se acabó la presencia de policías municipales desde hace año y medio, porque la verdad los que había los mataron y otros renunciaron”, dice bajando la voz López Rochín.

—¿Cómo es vivir así, sin nadie a quien recurrir?

 —Vives en la incertidumbre, de que ahora quién sigue, porque la verdad no hay un solo comercio que no quedó sin tentar, todos fueron asaltados, todas las escuelas fueron robadas, los templos religiosos, inclusive al último pasaban por la calle, miraban un carro estacionado y se metían a las casas a pedir las llaves a punta de pistola, a ese grado llegamos.

Pareciera ficción el grado de inseguridad y desamparo en el que estaban sumergidos en el pueblo. Pero el síndico insiste en que una vez que llegó el operativo implementado por los tres niveles de Gobierno, las cosas comienzan a mejorar.

 De hecho, la aparición de una figura en forma de la virgen en el talló de un árbol de la plaza, es interpretado por la población creyente como un milagro, un camino hacia la esperanza.

Cuando se le pregunta a Carlos Enrique si La Palma sería un ejemplo de protesta ciudadana para exigir las mínimas garantías de seguridad, comenta que “ojalá y en otros lugares también hagan lo mismo”.

 “En Navolato hay otras sindicaturas sin policías, y es porque nadie quiere ser, creo que la gente debe unirse, la sociedad, no se puede vivir así”, anota.

En un recorrido de este semanario el miércoles 5 de octubre, no se observó a ninguna patrulla. Pero los habitantes dicen que es en la tarde cuando los rondines se vuelven constantes y los delincuentes han empezado a replegarse.

 Por otra parte, no hay cosa que no boletine la SSP de los operativos en Navolato. Apenas estaban reuniéndose los moradores y Córdova Celaya, cuando su oficina de prensa informó que ya habían detenido a 27 presuntos delincuentes en el municipio.El 40 por ciento, se leía en el comunicado, eran de La Palma. El coraje ciudadano y la estrategia de medios del Gobierno. Lo cierto es que la fama de infierno grande en el pueblo chico comienza a tranquilizarse.

“Pero si se van los policías volveremos a lo mismo”, reflexiona la maestra, al tiempo en que dice que le da nostalgia recordar a la vieja La Palma, cuando era un lugar bueno para vivir.

La calma después del caos
 “Ya comienza a salir la gente en la noche, ya se ve en la plazuela, esperamos este año si las cosas se calman, reactivar el desfile del 20 de noviembre, tenemos dos años sin hacerlo por no arriesgar a los niños, también las actividades de kermés; el año pasado se hizo en el Día de la Virgen y balacearon a dos muchachos”, cuenta la directora de la primaria.

También coincide con el síndico, que más comunidades de Sinaloa tienen que salir a la calle a demandar seguridad. “No podemos dejar que las cosas se queden así”, señala la docente.

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