domingo, 16 de octubre de 2011

LOS MOTIVOS DE UNA PLAGIARIA



“Ni modo, tengo que pagar lo que hice…”

Martín Durán
Involucrada en cinco secuestros (ella alega que fueron cuatro), entre ellos el del exdiputado del PRI José Luis Vázquez Borbolla, y el del frustrado plagio de una hija del rector de la UAIM, María Guadalupe Castro, entra a la sala, con las manos esposadas, pelo casi a rape y unos ojos que acaban de llorar.

En unas horas, la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO) se la llevará a la Ciudad de México junto con dos de sus cómplices, detenidos el martes 4 de octubre cuando intentaban secuestrar a la hija de Guadalupe Camargo, rector de la UAIM, saliendo de un gimnasio del fraccionamiento Jardines de Fátima, en Los Mochis.

 María Guadalupe, de entrada, en la entrevista confiesa, acepta su culpa, se dice arrepentida. Y también asegura que desde ahora pagará con la cárcel por haberse dejado llevar al mundo del crimen, seducida no por el dinero, sino por una cómplice amistad con el cerebro de la banda de secuestradores que solo identifica como Don Alfonso.

—¿Por qué dedicarse a esta actividad, está consciente de lo que estaba haciendo? —le pregunta Ríodoce.

—Sí, me metí en esto porque de inicio, cuando me dijeron, estuve pensando unos días para hacerlo, a parte dije: ‘A lo mejor sí puedo’.

Ella fue detenida en el 2002 por la PGR luego de que fue vinculada con una avioneta cargada de marihuana localizada en El Fuerte, de donde es originaria. Pagó 80 mil pesos de fianza para poder salir libre. Desde entonces se dedicó a la agricultura y a la compra-venta de vehículos en Los Mochis, en donde vive con sus tres hijos, a quienes dice, no les ha faltado nada, incluso siempre han estado en las mejores escuelas de paga.

—¿Le tocaba mucho dinero por cada secuestro?
—No, me tocaba muy poco, de hecho mi primer caso (el exdiputado) fueron 50 mil pesos, en el segundo no hubo dinero, pero me dieron 10 mil, el otro señor igual 50 mil, y ya. Por eso, señala que le iba mejor como agricultora y vendedora de carros, pero si no hubiera sido por la larga amistad que la une a Don Alfonso, prófugo actualmente, nunca se habría dedicado al plagio.

Poco a poco la charla avanza. Dice que de Luis Javier Medina Lugo, de 34 años de edad y Daniel Ignacio Gámez Mulge de 45, atrapados por la Policía Municipal en flagrancia cuando frustraron el secuestro de la estudiante, solo conoce a uno de ellos.

La historia de un secuestro fallido se asoma, la historia en donde víctimas y victimarios pocas veces se encuentran después de que el miércoles pasado la Unidad Especializada Antisecuestros (UEA) la detuvo saliendo de su casa.

María Guadalupe cuenta que la jovencita es amiga de su hija mayor. Ambas estudian juntas en la Universidad y en una ocasión vivió en su casa por un par de semanas.De modo que ella conoció a la hija del rector muy bien. Pero en esto se defiende, argumenta.

Don Alfonso hace semanas le habló de un nuevo secuestro, en el cual ya no quería participar, pero de nuevo sus compromisos con él la llevaron a aceptar.

“Yo lo único que iba a hacer era decir cuando salieran todas las muchachas del gimnasio en la noche, le dije a Don Alfonso que ya no iba a participar más”, relata la mujer, voz baja, la mirada extraviada. Dice que piensa en los años de cárcel que le esperan.


En efecto, cumplió. El martes le tocó vigilar la salida de las colegialas. Cuando vio salir a la jovencita acompañada de su madre, se arrepintió.

“Al ver a quién se iban a llevar me fui, le dije a Don Alfonso que yo no iba a participar porque la conocía”, refiere.

Pero sirvió de “puntera”. Aún así dio el aviso a los otros dos detenidos de que iba saliendo del gym. Entonces fueron por ella, la quinta víctima de la banda de secuestradores. Y fue el plagio que le costó la libertad a los tres. La Policía Municipal detuvo a los dos hombres cuando huían con la muchacha, pues una patrulla estaba cerca cuando ocurrió el rapto.

Una vez que la UEA se hizo cargo del caso, dieron con ella por la confesión de los aprehendidos.

La mañana del miércoles, cuando salía al Oxxo a comprar leche para preparar desayuno a sus hijas que iban a la universidad, la detuvieron. Entonces, externa la presunta plagiaria de 36 años, supo que lo perdió todo.

—¿Qué le diría a la familia de la muchacha, finalmente usted la conocía a ella y participó en el secuestro? Agacha la cabeza, mueve las esposas, se queda pensando en su silla.

“Algo como eso tendría que decírselos personalmente, no hay palabras”.

—Lo más probable es que ya no los vuelva a ver, así que, ¿qué le diría usted?

—Pues, lo primero una disculpa, yo no quise participar, ella se llevaba con mi hija y no es justo, mi familia ni sabe que estoy aquí, en lo que yo estaba enredada.

 —Pero le gustaba darles buena vida a sus hijos…

—No sé qué les diré a mis hijos, ahorita me dijeron que podía llamarles, ni modo, tengo que pagar lo que hice…

Entonces dice que se cortó el pelo a rape porque hizo una manda a la Virgen. Le pidió que la ayudara a salirse del negocio del secuestro. Pero uno tras otro, los “jales” fueron cayendo.

Primero el del exdiputado, luego el de dos señores más y por último en el de la hija del rector.

 —¿Su familia sabe a qué se dedicaba usted, que secuestraba? —

No, yo me iba por días, pero no lo saben, supongo que ya lo deben de saber por los medios de comunicación.

El viernes pasado, la UEA dio a conocer el caso ante la prensa. En un comunicado informó que ella era la líder de la banda. Pero ella aseguró, antes de ser puesta a disposición del juez, con su parte de confesiones, que solo “ayudó” en los casos.


Al final de la entrevista, le traen un yogur y una manzana. Tal vez será el último refrigerio que pase en Sinaloa antes de que la SIEDO tome el caso en sus manos.

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