Everardo “El Kitty” Páez
decidía a quién matar. O si quería, este o aquel cristianos podían seguir respirando.
Estaba en el “Consejo de Jefes”. Algo así como el supremo tribunal del Cartel
Arellano Félix. Allí juzgaban y sentenciaban. A enemigos y amigos. También
negociaban asuntos muy pesados.
Páez era el más joven del
grupo. Nunca tuvo pinta de malandrín. Vestía bien. Sin lujos, pero de calidad.
Nada de estrafalario. cómo dicen por a’i, siempre bien planchadito. Ni
encorbatado ni enjoyado. Nada de ostentaciones. Camisa de manga larga si era
preciso, pero siempre corta durante el verano. Le gustaban las de cuadros.
Pantalón tipo Docker’s y zapatos cómodos. Finos. Caros. Solamente una vez
estuve cerca de él y ni cuenta se dio. A primera vista parecía lampiño. Cutis
delicado y un poco chapeteado. La boca chica y nariz recta. Sus cejas se
pronuncian hacia abajo y eso como que le da un rasgo medio oriental. Cuando le
vi, tenía pinta de universitario. Como pasante de leyes o medicina. Tijuanense
de pies a cabeza. Entonces no tenía cuerpo atlético, pero sí correoso sin
llegar a la flaquencia. Lo miré más o menos unos quince minutos. Se movía sin
alharacas. Al contrario, buenos modales. Aparte del español mastica el inglés
con buena pronunciación.
Everardo era el más joven en
el “Consejo de Jefes”. Me imagino que, si en otros cárteles existía un grupo
así, ninguno debió tener alguien tan joven. Aparte, “El Kitty” se distinguía
sin presumirlo. Tenía un excelente trato con Ramón. De muy camaradas. Seguramente
por eso se hicieron compadres.
Jesús Labra “Don Chuy”, era
el de mayor edad en el grupo. Guía y consejero. Si se le calificara en términos
artísticos o deportivos, se llamaría “el descubridor” de los Arellano. Por eso
fundador del cártel. Lejos de la violencia y sin perder la influencia, también
navegaba en el “Consejo de Jefes”. Sin muchos estudios pero con ojo de tino
para los negocios. Manejaba los dólares con harta lucidez. Nada de gastalón en
lujos. Mejor en terrenos. Llegó hasta tener inmobiliaria y puso a su hermano a
manejarla. Le dio lo que él no tuvo: Estudios. Abogado.
Amado Cruz Anguiano me envió
en Navidad una tarjeta dibujada por él. Naturalmente, buenos deseos. Era vecino
en el fraccionamiento donde está ZETA. Nos encontrábamos y saludábamos sin
entrar a detalles. Tenía “Viviana’s”, un restaurante excepcional. Buena cocina.
Tranquilo y bien atendido. Le encantaba encaramarse en su moto y rodarla entre
los cerros. También era aficionado al golf y los buenos automóviles. Vestía
bien. Fue policía en la Dirección Federal de Seguridad, pero no heredó del todo
la tradición de tupirse con esclavas, cadenas o anillos de oro. Antes tuvo un
periódico, Al Día y negoció con las grúas. Me sorprendió cuando lo encarcelaron
por líos fiscales. Pero ya libre le vi siempre apegado a la familia. Tengo
copias de actas oficiales donde se le señala como un jefe más del consejo
arellanesco.
Ismael Higuera “El Mayel” era
otro. No lo conocí personalmente. Solamente me hicieron llegar fotos tomadas en
diferentes épocas. Pero hasta el momento no sé de otro como él para recibir y
distribuir droga. Dicho en términos de la mafia, un efectivo “bajador” por
aquello de localizar y estar en el lugar preciso a la hora del aterrizaje con
la droga. “El Mayel” contrastaba con “El Kitty” Páez y Amado Cruz. No vestía
bien. Era como Juan Charrasqueado, el del viejo corrido mexicano: Borracho,
pendenciero y jugador. Aunque a las mujeres bonitas no se las robaba, en cambio
sí acumulaba esas flores.
Ninguno de ellos lo creyó nunca.
Pero llegó un momento cuando todos estaban en Almoloya, sin poder comunicarse
con tanta facilidad. Amado fue el primero en llegar, allá por el 97. El mismo
año arribó “El Kitty”. Luego les siguió “El Mayel” y al final llegó “Don Chuy”.
Amado está más cerca de la libertad. Seguramente este año sale de La Palma.
Todavía no se sabe con exactitud cuánto tiempo estará internado en esa prisión
“Don Chuy” Labra que es el de más edad. Pero creo que la sentencia más fuerte
la cargará “El Mayel”, con peligro de ser extraditado temporalmente a Estados
Unidos para procesarlo y sentenciarlo. Una condena a cumplir después de pagar
la de México.
En mayo de 2001 el cuarteto
se volvió trío. Extraditaron a Páez. Periódicos, telediarios y radionoticieros
informaron esta semana: A “El Kitty” lo sentenciaron. Sin derecho a fianza
volverá a la libertad hasta 2032. Tal vez para esos años hasta nietos tendrá.
Pero mientras esté prisionero no volverá a ver a su compadre Ramón. Ni
platicará con Amado, o “El Mayel”. Ya no escuchará los consejos de “Don Chuy”.
Tal vez algún día recuerde
aquel 1990 cuando el “Consejo de Jefes” ordenó la ejecución de “El Mayo”
Zambada que estaba en Tijuana. Comisionaron a Juvenal, a Pedro y Lino Quintana.
Salieron a buscarlo. Iban en un auto por la Avenida Las Palmas de Tijuana. Se
cruzaron con su enemigo. Pedro insistió en perseguirlo y acabarlo
inmediatamente. Juvenal se opuso. Le dijo que había muchas personas y autos en
ese momento. Que sería un escándalo. Se hicieron de palabras. Pedro iba
manejando y amenazó a su compañero: “Te voy a ch…” El otro contestó velozmente:
“¡Sobres!” Pero al mismo tiempo sacó su pistola. Le disparó a la cabeza. Pedro
cayó sobre el volante.
Sin control, el vehículo se
estrelló contra la tapia de una residencia. Quintana avisó por celular a Ramón.
Y Arellano inmediatamente llamó a la Policía Judicial. Los policías llegaron al
sitio del accidente. Cambiaron todo y no apareció en los partes oficiales
ningún allegado al Cártel.
Juvenal fue convocado
inmediatamente al “Consejo de Jefes”. Todos sentados. Enfrente y de pie
Juvenal. Como si fuera juicio sumario. Explicó todo. Al terminar Benjamín
preguntó a sus compañeros: “¿Quién saca la cara por él?”. Nadie abrió la boca.
El mismo Arellano hizo una seña a Lino Quintana que estaba atrás de Juvenal.
Desenfundó su .38 y le disparó a la nuca sin darle tiempo a defensa verbal ni
física. Se derrumbó. En el piso, soltó el tiro de gracia. La voluntad del
“Consejo de Jefes” se cumplió. Everardo “El Kitty” Páez, aprobó el crimen.
Ahora, en los próximos 30 años no tendrá ni voz, ni voto.
AMENAZA
Traía una pistola. Ni tiempo
tuve de utilizarla cuando los del Cártel Arellano Félix nos atacaron y mataron
a mi compañero Luis Valero Elizaldi. Ahora no tengo ni permiso para portarla.
Desde entonces me protegen oficiales especializados del Ejército Mexicano.
Confío en Dios y le pido los proteja. Ramón o Benjamín ofrecieron 250 mil
dólares a quien me mate y otro premio de 80 mil. La Procuraduría General de la
República, miembros del Ejército Mexicano, el FBI y la DEA lo supieron y me lo
dijeron hace cuatro años. No sé si todavía valga la oferta. Pero aparte de ésas
recibí una amenaza el día 10 por correo electrónico. No fue broma. Decidí
hacerlo público el martes 15 en la columna “Conversaciones Privadas” que
escribo para casi 30 periódicos. La Crónica de Hoy del Distrito Federal dedicó
una extensa información colocándola en primera plana. Transcribo los primeros
párrafos:
“Un pistolero de Sinaloa
quiere matarme. No sé quién le ordenó y cuánto le pagarán. Solamente que está
en Mexicali y es muy peligroso. Así me avisaron el fin de semana por correo
electrónico. No hubo pormenores añadidos. El matón podría utilizar una
autopista entre esa Ciudad y Tijuana. U otra paralela por el lado estadounidense.
El viaje no se llevará más de dos horas y media. Es aventurado atravesar la
frontera con arma. Si al pasar lo descubren, va derechito a prisión. También si
algún patrullero de caminos o Inmigración estadounidenses le sorprenden en
carretera. Por territorio mexicano hay un retén de la Policía Federal
Preventiva. Muchas veces los narcotraficantes pasan fácilmente cargamentos de
droga. No será dificultad una pistola. Hasta ametralladora. Esas son las vías
normales de transporte. Otra, fleteando un avión y entonces es más fácil
transportar el arma.
“Los dedicados por encargo y
paga al asesinato no avisan ni amenazan. Esa ventaja tienen sobre los que
estamos expuestos a la ejecución del narcotráfico. Siempre alertas. Nuestros
protectores saben cuándo no y sí salir a la calle. Por donde sí y no transitar.
Pero no saben cuándo recibirán el ataque, por eso siempre están con el dedo
sobre gatillo. Los sicarios sí saben. Por eso los profesionales no lo comentan
ni presumen. Cacarearlo es tan riesgoso como dejar firma y huella”.
La publicación despertó solidaridad
periodística y oficial. La agradezco. Principalmente los radionoticieros de la
Ciudad de México, Tijuana y Notivisa. Particularmente, el Presidente de la
República, Secretario de Gobernación, ex Presidentes, Episcopado Mexicano,
comisiones de derechos humanos, organizaciones periodísticas internacionales,
funcionarios federales, locales, colegas y amigos de varios Estados.
La publicidad resultó
indudablemente la mejor defensa. Creo que si alguien tuvo las intenciones
prefirió retirarse o esperar. Pero quedó probado. Solamente la solidaridad nos
protegerá a los dedicados a este quehacer. Mi agradecimiento sincero, de mi
familia y compañeros de ZETA. Dije en la radio y ahora lo escribo: La difusión
no tuvo afán protagónico. Así lo han comentado adentro en otros periódicos de
Tijuana y Mexicali. Fue una acción para demostrar cómo podemos defendernos sin
distinción de logotipos ni política editorial.
“No me voy a retirar”, eso
respondí a la pregunta hecha muchas veces. Seguiré y espero en su momento oportuno,
el relevo de la juventud. Pero jamás dejaré de escribir. Trato de ser
periodista. Voy tras la noticia. Y los mafiosos son. Así de simple. Y repito:
El narcotráfico no me matará. Dios decidirá hasta cuando vivo.
(SEMANARIO ZETA/ DOBLEPLANA JESÚS BLANCORNELAS /LUNES, 12 MARZO, 2018
12:00 PM)
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