Amenazas y persecución
policiaca acompañaron a ZETA cuando nació hace tres años. Un agente de la
Judicial del Estado detuvo el viernes 11 de abril de 1980, momentáneamente, a
nuestro co-Director Héctor Félix Miranda cuando regresaba de San Ysidro,
California y recién cruzó la línea internacional.
El polizonte revisó la
cajuela de su automóvil con la intención de confiscar los primeros ejemplares
de ZETA que, sabían, se imprimieron en Estados Unidos. Pero su olfato
detectivesco le falló. Héctor Félix Miranda no traía ni un solo ZETA. Y, claro,
no hubo más remedio que dejarlo en libertad. Como siempre, lo querían tras las
rejas, y como siempre, siguió libre.
Un par de agentes más fueron comisionados
aquel día, a vigilar el domicilio de José Luis Viera –en ese entonces nuestro
colaborador–, pensando que allá, en su casa de la Colonia Libertad, se imprimía
y distribuía ZETA. Pero también les falló su corazonada policiaca.
Las oficinas de ZETA en el
Fraccionamiento El Paraíso también fueron vigiladas por un dueto de detectives,
lo mismo que el edificio de apartamentos donde vivía la familia de Jesús
Blancornelas, pensando que ahí se distribuía ZETA como antes se hizo, con
éxito, el ABC2. Pero la estrategia policiaca y el plan detectivesco de toda la
Policía Judicial les falló.
Ese viernes 11 de abril de
1980, ya casi de noche, ZETA llegó por primera vez a las manos de los
tijuanenses para reconstruir la comunicación que en ABC nos fue destrozada por
la fuerza, la ilegalidad y la traición.
Burlados por la astucia de
nuestros amigos voceadores, la impotencia de los agentes policiacos los llevó
al absurdo de capturar al entonces Jefe de Circulación, Hilario López, para
confiscarle los ejemplares. Pero fue inútil. Todos estaban ya en manos de los
lectores.
Brutalmente en ocasiones,
sutilmente en otras y desde ese 11 de abril de 1980 a la fecha, este gobierno
de las familias De la Madrid, Romandía y Victoria, ha tapizado de obstáculos el
camino de ZETA.
Antiguos colaboradores fueron
sobornados, otros obligados a la traición, se desató el boicot publicitario,
amenazaron a los anunciantes, se impidió el trabajo reporteril, se negó con
burla y humillación la información, se persiguió a familiares y amigos, se nos
inventaron delitos y hasta se llegó al absurdo de lanzarnos, como jauría, a la
prensa toda. Se nos satanizó al máximo grado. Venturosamente, hemos salvado
todos esos obstáculos.
Pocos, muy pocos estamos en
ZETA quienes de ABC fuimos retirados ilegalmente en noviembre de 1979. Otros
jóvenes se han sumado a esta modesta publicación. A todos ellos, pocos, nuestro
homenaje público de agradecimiento.
El episodio que hemos vivido
en los últimos tres años –y tú como nosotros, Lector– ha sido una lección. Una
lección que nos ha enseñado las consecuencias el riesgo por ser libres. Una
lección al gobierno de las familias De la Madrid, Romandía y Victoria, que
experimentaron las consecuencias de reprimir, brutalmente, la Libertad de
Expresión.
Como es costumbre en los
demás periódicos, ZETA no se autofelicita en su aniversario. No recurre a esa
práctica del chantaje de “pedir” a funcionarios, instituciones públicas,
comercios e industrias, que nos feliciten por un año más de vida. Ese viejo, absurdo
y denigrante recurso de obligar al parabién con signo de pesos y centavos no
cabe aquí.
En ZETA celebramos este
tercer año con mucho gusto, sí, pero también con la satisfacción de estar
cumpliendo en la medida de nuestra capacidad, con la misión que nos hemos
propuesto: Informar con veracidad y denunciar con pruebas.
No hemos salido a la calle
para pedir que nos feliciten y que nos paguen por ello. Desde aquí, con mucha
sinceridad, con el corazón en la mano, les damos las gracias a los
bajacalifornianos todos que, comprando unos nuestro ejemplar y alentándonos
otros, nos han ayudado de tales formas para arribar a este tercer aniversario.
Nada de lo que aquí se ha
publicado, basados en hechos reales, ha podido ser desvirtuado por los
funcionarios a quienes hemos señalado, más por sus fallas humanas, su descarada
corrupción en muchas de sus formas. Delatando la corrupción llegamos al tercer
aniversario de ZETA cuando está por terminar el sexenio gubernamental.
Los que hace tres años –de
Roberto de la Madrid para abajo–, prepotentes e influyentes, quisieron echarnos
de Baja California e impedir el periodismo nuestro están por irse. Se van. Y se
van apestados. Algunos de ellos, es seguro, tendrán que abandonar el estado o
tal vez el país para no ser encarcelados por sus desmanes. Nosotros, en ZETA,
nos quedamos. Realidad y lección. Los gobernadores se van y vienen. Los
periodistas se quedan.
Y si Dios nos lo permite,
dentro de un año celebraremos otro aniversario más, Tú y Usted, Lectores, con
nosotros.
Columna publicada por Don Jesús
Blancornelas en 1983, bajo el cabezal de “Abezedario”, que sería preámbulo de
Dobleplana.
(SEMANARIO ZETA/ DOBLEPLANA JESÚS BLANCORNELAS /LUNES, 16 ABRIL, 2018
12:00 PM)
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