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Turistas que visitan el País del Sol
Naciente se sorprenden al ver carteles de “prohibido tatuajes” en lugares
públicos
Los registros más antiguos de
los primeros tatuajes japoneses, llamados irezumi, datan de entre el siglo III
y el siglo V d.C. Estos primeros tatuajes estaban destinados a personas
influyentes o con poder; se los realizaban tanto hombres como mujeres y los
diseños tenían una fuerte carga de protección espiritual.
En el antiguo Japón el
tatuaje se usó como decoración del cuerpo por siglos y se realizaba de la
manera tradicional: con una sola aguja y una técnica de golpeteo. Este ritual y
el dolor ennoblecían al tatuado.
Después la sociedad nipona se
desencantaría de ellos y en el siglo VII d.C. se adoptó la tradición china de
usar los tatuajes como marcas de castigo y fácil reconocimiento de los
criminales.
A partir de entonces -y
durante casi mil años- las personas que portaban tatuajes eran considerados
parias y delincuentes; las marcas en la cara o en los brazos eran evidencia de
sus delitos.
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Pese a ello, la tradición se
mantuvo clandestinamente y hacia el final del siglo XVII el entonces emperador
japonés emprendió la tarea de modernización del país. Una de las acciones que
llevó a cabo fue el desaparecimiento del ejército Samurái, quienes al verse sin
trabajo tomaron actividades a sueldo que terminaron por gestar una de las
organizaciones criminales más antiguas de la historia, los yakuza.
Los tatuajes son aún
considerados en Japón como un símbolo de pertenencia a la “yakuza” (mafia),
pese a que cada vez son más los nipones y extranjeros que se tatúan por motivos
estéticos y atraídos por este arte milenario del país asiático.
Muchos turistas que visitan
Japón se sorprenden al ver carteles de “prohibido tatuajes” en gimnasios,
piscinas, balnearios o playas, donde se impide el acceso de personas tatuadas o
se les exige cubrir estos adornos corporales con prendas o vendajes.
El gremio de los tatuadores y
los amantes de este arte han comenzado a movilizarse contra esas prohibiciones,
cuyos orígenes se remontan a la época Edo (1603-1868), y tratan de cambiar la
percepción todavía generalizada en Japón de las personas tatuadas como
delincuentes o parias.
“Quienes no llevan tatuajes o
no saben apreciarlos suelen vincularlos a la ‘yakuza’, pero ambas cosas no
tienen nada que ver”, dice a Efe Horimitsu, uno de los más reputados tatuadores
con la técnica “tebori” (a mano y sin emplear máquinas) de Tokio
LOS TATUAJES DE JAPÓN, UN ESTIGMA POR SUPERAR
Los orígenes del “irezumi”
son muy anteriores a su uso por parte de la “yakuza”, que se apropió de estos
adornos corporales por sus connotaciones de rebeldía o por los poderes mágicos
que se les atribuían.
Se cree que los tatuajes se
emplean en el archipiélago nipón por motivos rituales o decorativos desde el
paleolítico, y posteriormente comenzaron a usarse en algunas parte del país
para marcar a los delincuentes, práctica que se extendería hasta la época Edo.
Su florecimiento artístico
tuvo lugar precisamente en esa era y de la mano de los conocidos grabados
“ukiyo-e”, puesto que muchos tatuadores eran también grabadores de estas
“pinturas del mundo flotante”, reflejos de una época marcada por el hedonismo y
el deleite estético.
Los tatuajes eran entonces
comunes entre prostitutas, bomberos, porteadores de palanquines o estibadores,
entre otros oficios considerados de bajo nivel social, y se ocultaban bajo la
ropa al estar prohibidos por sus connotaciones criminales y por razones de
decencia pública.
(VANGUARDIA/ REDACCION/ 20 AGO 2017)
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