jueves, 2 de marzo de 2017

LOS ZETAS HICIERON DE COAHUILA LA “NECRÓPOLIS DE MÉXICO”, CON MÁS DE 10 CEMENTERIOS CLANDESTINOS


En la Estación Claudio, municipio de Viesca, Coahuila, en 2015, el grupo Víctimas por sus Desaparecidos en Acción, (Vida), encontró, gracias a una llamada anónima, uno de las primeras necrópolis clandestinas, o campos de exterminio, de Los zetas. Esta es la ruta de la muerte que los narcotraficantes trazaron en el estado, con más de 10 cementerios clandestinos. Aquí hay muertos, enterrados entre el polvo, hay muertos. Nadie sabe quiénes eran.

Jesús Peña
Ciudad de México/Coahuila, 2 de marzo (SinEmbargo).– Esta es la ruta de la muerte que trazaron los Zetas en el estado de Coahuila, con más de 10 cementerios clandestinos. Aquí hay muertos, enterrados entre el polvo, hay muertos. Nadie sabe quiénes eran. Alguien a quien otro alguien quiso borrar de la faz de la tierra desapareciéndolo, torturándolo, matándolo, descuartizándolo, quemándolo, triturándolo y esparciéndolo entre la tierra.

Sólo una inscripción geográfica, cronológica, se salvó: “Estación Claudio.13 de noviembre de 1995”.

Lo demás son tapias, las ruinas de una estación de tren, sin tren, monte, polvo y más polvo, arbustos, un pinabete aquí, otro allá, otro allá, otro allá.

Un bordo de ferrocarril sin vías ni ferrocarril.

Aquí, hace tres o cuatro años Los Zetas mataron y quemaron gente.

Puras tapias, cimientos de chozas, que fueron de tierra con techos de quiote, pero que ya no son, tragadas por la maleza voraz

Los boquetes de bala, ya no más boquetes de bala, ahora son nidos de avispas, madrigueras de araña, los boquetes de bala.

La tapia está acordonada con una cinta amarilla de plástico, letras negras, de esas que pone la policía y que dicen que nadie puede pasar, nadie.

“PROHIBIDO EL PASO”, dice.


Si acaso los alaridos del viento, el gorjeo de un pájaro que pasa volando y los ecos de un tren que ya no pasa.

Era el tren que llevaba la sal de Viesca a Torreón, cuando en Viesca era la fiebre de la sal.

Dentro de la tapia baleada piedras, yerba, mas balazos, unos cuadros trazados sobre la tierra y cercados con hilo, los cuadrantes, donde la policía hurga, busca, un esto de algo, un indicio.

El fotógrafo señala con la punta del zapato algo que perece un hueso, es un hueso pequeño, un pedazo de ser humano, de una clavícula, tal vez, especula el fotógrafo, al fin hueso.

Tirados, amontonados en el monte hay vasos de veladora, cientos de vasos de veladora con los que se alumbraban, tal vez, los malandros en las negras noches de sacrificio. Más allá ropa, algunas ropas, botadas, desgarradas, desteñidas, empolvadas.

Ropa que usó alguien que ya no es, que ya no está más.


Estas tapias, guardan todavía las huellas de bala de lo que fuera uno de los primeros campos de extermino hallados en Coahuila. Foto: Vanguardia.

“LA ESTACIÓN CLAUDIO”

En la Estación Claudio, municipio de Viesca, Coahuila, en 2015, el grupo Víctimas por sus Desaparecidos en Acción, (Vida), encontró, gracias a una llamada anónima, uno de las primeras necrópolis clandestinas, o campos de exterminio, de los zetas.

De exterminio, porque eso fue: una aniquilación, una pulverización, una erradicación de personas.

“Empecé a poner en mi Facebook y a decir en los medios de comunicación, que si sabían dónde había un lugar, nos dijeran. La gente nos llama y nos dice ‘busque por aquí, pero no vaya a decir que yo dije”, dice Silvia Ortiz, la cabecilla del grupo Vida, una tarde que conversamos en su casa de Torreón, la sala adornada con las fotografías de Fanny, su hija desaparecida desde hace 12 años.

Para llegar a Claudio hay que primero cruzar el lecho seco de un río atestado de arenas movedizas; atascarse en la arena; caminar varios kilómetros por una carretera solitaria, con el sol a cuestas, en busca de un campesino con tractor que quiera sacarte; no hallar a ningún campesino, porque es mediodía y todos andan en sus labores; pedir de favor a la gente que pasa por allí, que te ayude a puchar el carro para sacarlo del pantano; sacar el carro; tomar la carretera; pasar por una ranchería; pasar por el pueblo de Tierra y Libertad; salir a otra carretera; ir cinco o siete kilómetros; meterse en una trocha, brumosa y sin letrero, a la derecha y seguir por el viejo bordo sin vías de ferrocarril y sin ferrocarril un buen tramo hasta toparte con unas ruinas de adobe, ahí es Estación Claudio.

“Vamos a donde nos dicen y es un mundo, dices ‘y ora pa dónde, cómo le hago si está enorme’. A Patrocinio fuimos tres veces y no dábamos. Tres veces y no y no y no. Hasta que un chivero iba pasando, ‘mire jefita, camínele por allá, es todo lo que le puedo decir’, y ya, ái vamos y fue que encontramos”, dijo Silvia Ortiz.

Pero Claudio no era lo que hoy. Había aquí una estación de tren con su tren, casas, una aquí otra allá, retiradas unas de las otras. Pasto, gallinas, cabras, vacas, algodón y más pasto.

“Nunca la electricidad llegó a Claudio ni las bobillas, la gente se alumbraba con lámparas de petróleo, pero vivía a gusto.

“Allá era muy tranquilo. Cocinábamos temprano y nos dormíamos, nada más se metía el sol, pero también la levantada era temprano, por los animales”, expresó Gabriela Esquivel Rocha, cuarenta y tantos, 18 de vivir en Tierra y Libertad, el ejido más cercano a Estación Claudio.

-¿Cómo tranquilo?

-Sin ruido, me refiero, era así, tranquilo.

Hasta un día que Claudio se fundió: se acabó el tren, se acabaron las cabras, se acabaron las vacas, las gallinas, se agotaron las norias, y la gente, unas 20 familias, se fue de Claudio.

Entonces Claudio fue un pueblo fantasma, abandonado, solitario, en ruinas.


Silvia Ortiz, la cabecilla del Grupo Vida, comenzó esta misión hace 12 años que su hija Fanny desapareció en Torreón. Fue de los primeros casos de desaparición en Coahuila por el crimen organizado. Foto: Vanguardia.

La mujer mencionó que de vez en vez los leñadores venían acá a cortar leña, hasta que dejaron de venir.

La gente de Claudio, que se había mudado al pueblo de Tierra y Libertad, comenzó a mirar trocas nuevas y desconocidas atravesando rancheradas, de tarde, de noche, rumbo a la carretera desoldada que conduce a Estación Claudio, y se extrañó.

Pero, como en Patrocinio, el cementerio clandestino más grande descubierto en Coahuila, nadie dijo nada, porque nadie sabía nada.

Magdaleno Arévalo, 82 años, fue el último en salir de Claudio, hace unos cinco.

“No pos yo nomás miraba pasar las camionetas en la tarde, en la noche. Se oían los rumores de que andaba la gente mala ahí. Según esto (los zetas) asistían por ái por los pinabetes que están así, pa adentro. Porque hay unos pinabetes por la orilla de la vía, allá (sic)”, explicó Magdaleno afuera de su casa en Tierra y Libertad.

Lo que sabe Magdaleno, lo que sabe la gente de Claudio, es lo que todo mundo sabe, lo que saben todos, lo que dijo la tele, el periódico: Que en Claudio hay muertos.

Patricio Vázquez Ortega, el comisariado de Tierra y Libertad y antiguo poblador de Claudio, no quizo hablar acerca de las fosas.

-Noooo, nosotros no sabemos nada y no nos gusta meternos en líos ¿Van a ir o qué?

-Sí.

-Den la vuelta.



En la imagen, el señor Magdaleno, habitante de Tierra y Libertad. Foto: Vanguardia.

No hace mucho que aquí en Claudio el grupo Víctimas por sus Desaparecidos en Acción, dio con otro panteón secreto, de Los Zetas.

En tiempos inmemoriales, Rancho Nuevo era eso, un rancho, donde había familias que sembraban algodón y un campo de aviación con aviones para fumigar el algodón.

De a poco Rancho Nuevo se fue quedando solo hasta que ya no hubo nadie, nada.

A Rancho Nuevo se llega por un pueblo que se llama San Antonio de Gurza, en San Pedro, Coahuila, después de perderse y perderse por llanos convertidos en basurales; avanzar por el monte, regresar, avanzar, regresar, atravesar por el casco de una hacienda vieja, pasar un caserío, meterse por veredas ininteligibles que llevan a ninguna parte, volverse a perder, volverse a perder, volverse a perder, hasta que un caminante te dice que no, que es allá, que por aquellos pinabetes se ha visto a la policía merodeando, husmeando.

Manuel Delgadillo Rodríguez, el comisariado de San Antonio de Gurza, que vive en la parte vieja del pueblo, en lo que hace años fue una hacienda con peones y patrón, un señor don Carlos Sánchez W, recuerda cuando el rancho era bonito que sembraban maíz, frijol, algodón, de todo, que había mucha agua hasta se acabó el agua y el algodón y el rancho.


Estos pantalones son una historia. Pero no sabemos de quién. Todavía yacen en la zona de restos encontrada en San Antonio de Gurza. Foto: Vanguardia.

A las 6:00 de la tarde San Antonio parece un lugar apacible, sosegado, manso, un villorrio con su camino de tierra, su iglesia, sus casas bajas con setos de tabla.

Sus lugareños tomando el fresco sentados afuera de sus casas bajas con setos de tabla.

José González es uno de ellos.

-Es que no dejaban arrimar a uno,

-¿Quiénes?

-Pos los que… los malos. Aquí los veía uno pasar ái nomás…

Cuenta José, 83 años, y cuenta que como él tiene su parcela por Rancho Nuevo, el sitio donde hace unos meses el Grupo Vida hizo el hallazgo de fragmentos de restos humanos, oía gritos y balazos en las noches, de las 12:00 en delante, pero nomás.

Pero nomás, dijo don José.

“Andaba uno regando, acababa uno de regar y se iba. No se arrimaba uno pa nada”, refirió.

En la plaza, con su prócer, de Santa Elena, municipio de San Pedro Coahuila, un pueblo con pinta de colonia popular, calle principal asfaltada, casas bien pinatadas de colores chillantes, árboles y palmeras, un piquete de hombres descansa en una banca como esperando algo.

Alguien contó que Santa Elena era la tierra de un tal comandante Ramón, uno de los jefes de plaza de Los Zetas en San Pedro, muerto ya.


Restos encontrados en el pueblo abandonado de Carolina Viejo.Foto: Vanguardia.

Norberto Martínez, el jefe de la cuadrilla que anda desyerbando el canal, contó: “Veíamos que pasaban camionetas a madres. A veces venia yo por este camino y me sacaban, me orillaba yo, porque venía un pinche polvaredón a madres. A un ladito, y Dios los ayude”.

A Alfredo Segura, setenta y tantos, un leñador que acostumbra venir en su burro a cortar leña de mezquite por estos parajes, le dijeron en su casa.

-Me dijeron en la casa

-¿Qué le dijeron?

-Que se habían encontrao unos…

-¿Unos qué oiga?

-Unos aretes.

Dice Alfredo y no puede evitar reírse.

-Se sabía que ái asistían. Andaban ái los locos.

-¿Los Zetas?

-Pos esos, pos cuáles otros. La gente veía que de ái salían muebles.

-¿De dónde?

-De aquellos pinabetes viejos.

-¿Usted ya fue a ver?

-Ta muy feo ái, muy montoso. Hasta da miedo.

“¿Qué es lo que hace el grupo cuando se entera de un punto? Lo primero es verificar el área y luego vas y haces la prospección. La prospección es ir al área física y ver cómo está todo por ahí y luego buscas si hay indicios superficiales. Si hay indicios superficiales, ya te traes a todo el grupo y nos venimos todos a buscar. Nosotros empezamos así, sin saber nada. Estamos locos, llegamos empezamos a ver toda el área y parecemos como hormiguitas”, mencionó Silvia Ortiz, la coordinadora del colectivo Vida.


Este canal donde queman maleza, es el camino al área de los pinabetes en Santa Elena, donde recientemente se encontró otro cementerio. Foto: Vanguardia.

En la puerta de su casa con jardincito Raúl Delgadillo Vázquez, el comisariado, contó a Vanguardia que en este pueblo poco a poco se ha ido acabando la agricultura; que los chavalos tiene que salir a trabajar fuera, en las maquiladoras de San Pedro, Chávez, Ramos Arizpe; que aquí no llegan los programas de gobierno; que el vicio del cristal está muy arraigado en muchos niños y jóvenes de esta comunidad; que la droga la surte gente de San Pedro; que hay casas aquí donde la venden y que los muchachos ya hasta andan penando en formar un grupo delictivo.

“Y no puedes actuar por miedo a una represalia de los chavalos”, dijo.

-¿Cómo vivió Santa Elena la época de mayor violencia?

-Pasaban los chicos malos y todo mundo encerrado. Pa las 8:00 de la noche ya todo mundo encerrado.

-¿Y luego?

-Los mirábamos, pero nunca nos dábamos cuenta de que metían a cocer ahí gente en los tanques de 200 litros.

Le pregunto a Raúl que si es cierto que de aquí era un tal comandante Ramón, jefe zeta de la plaza de San Pedro, y dice que sí.

“Supuestamente era un cabecilla de aquí de este rancho. Lo mataron hace como dos años.

-¿Era joven?

-Tendría como 25”.

-¿Ustedes lo conocían?

-Sí, todo mundo, desde niño. Aquí se crió.

Carolina viejo son las ruinas de una hacienda vieja con sus bodegas de adobe, su iglesia de adobe, sus pinabetes y su noria.

Carolina viejo, municipio de San Pedro, Coahuila, es una tapia que podría pasar desapercibida para los viajaros, pero para los del pueblo de Carolina, la nueva, situado a unos dos kilómetros de este cascote, no.

Hace algún tiempo que aquí, en la noria que está justo detrás de la iglesia, entre unos pinabetes, se descubrieron unos cadáveres, 15 ó 20, según dijo la prensa.

Carolina nuevo es como esos ejidos pobres de la Comarca Lagunera, donde no hay agua tampoco pavimento ni alumbrado público y el trabajo escasea.

Esta comunidad se fundó en 1940, después que los dueños de la hacienda algodonera de Carolina, unos españoles, echaron a sus trabajadores con sus familias, los corrieron,

Eran tiempos de flaqueza.


CAROLINA VIEJO.-Esta hacienda vieja fue tomada por los zetas como un cuartel de operaciones. Foto: Vanguardia.

El grupo Vida está conformado por 15 personas entre familiares de desaparecidos y voluntarios. Tiene dos años funcionando. Ha ido a más de 50 búsquedas.

LOS CEMENTERIOS CLANDESTINOS:

•Cerro Bola
•El Sol
•La Unión
•Buenos Aires
•Cántabro
•San Salvador
•El Venado
•Los Arenales
•La Rosita
•Patrocinio
•Estación Claudio
•San Antonio de Gurza
•Santa Elena

• Patrocinio es el cementerio clandestino más grande que se ha localizado en Coahuila con 42 hectáreas.

Hasta el momento se han recuperado en este lugar 17 mil 800 fragmentos de restos óseos.

ESTE CONTENIDO ES PUBLICADO POR SINEMBARGO CON AUTORIZACIÓN EXPRESA DE VANGUARDIA.


(SIN EMBARGO.MX/ VANGUARDIA DE SALTILLO/ REDACCIÓN / MARZO 2, 2017 - 11:38 AM)

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