Los Mochis, Sinaloa.- Rastreadoras
encuentran la sexta osamenta en junio
Hace dos semanas, Enrique
Ochoa Reza, el recién ungido dirigente nacional del PRI, por el presidente
Enrique Peña Nieto, convocó en Culiacán a los directores de medios a una comida
para rebotar con ellos lo que durante semanas ha venido pregonando por todo el
país. Fue en el restaurante Mar & Sea. La lucha contra la corrupción en el
centro de su discurso. Pudo, para empezar, escoger otro lugar. El restaurante
es propiedad del ex gobernador Juan Millán Lizárraga y se fundó durante su
gobierno, en sociedad con Joaquín Vega Acuña.
De buena cocina y con el
prestigio del nombre —antes se llamaba El Farallón—, su éxito no se lo debe a
esos atributos, sino a que los clientes fueron en principio funcionarios
públicos estatales que dejaban ahí sus “gastos de representación”. Llegó Jesús
Aguilar al gobierno y ocurrió lo mismo, aunque las diferencias políticas
separaron a los socios y trascendió luego que Vega Acuña le había dado el gane
con el negocio.
Pero la suerte le volvió a
sonreír a Juan Millán y, al ganar Mario López Valdez la gubernatura, en 2010,
antes de que éste tomara posesión del cargo, ya había mandado a un notario
público, junto con su hermano Enrique Millán, a tomar el restaurante casi por
la fuerza. Ufano, Millán hizo del lugar su centro de operaciones.
Y claro, la clientela ahora
es más variada. El 6 de febrero de 2014, decenas de elementos del Ejército
Mexicano catearon el lugar porque ahí, en uno de los privados, se encontraban
comiendo Alfredo e Iván Archivaldo Guzmán Salazar, dos de los hijos de Joaquín
Guzmán Loera que hace días fueron secuestrados en un restaurante de Puerto
Vallarta.
Los muchachos escaparon. Unos
dicen que vestidos de meseros y otros que porque dieron a los militares
millones de dólares. El caso es que el operativo en el Mar & Sea duró entre
ocho y nueve horas y en el estacionamiento aseguraron vehículos, armas largas y
parque que, en su huida, los narcos y sus escoltas dejaron abandonados.
No sé si el privado donde fue
la comida con Ochoa Reza es el mismo donde estuvieron los Guzmán, aunque eso es
intrascendente. La pregunta es cómo piensa el dirigente nacional del PRI
encabezar con éxito una cruzada contra la corrupción, como asegura, en medio de
tanta mugre. La clase política mexicana, en general, está podrida, el servicio
público es visto, desde hace mucho tiempo, como una vía para el enriquecimiento
fácil, y no se aprecia, hasta ahora, en medio de pactos y leyes, una verdadera
voluntad para combatir este cáncer.
No es solo eso. La clase
política, unos más, otros menos, ha sido tocada por el narcotráfico. Los
cárteles de la droga son, en casi todo el país, poderes de facto que ahora
deciden hasta quién debe llegar a las sindicaturas. Sinaloa es ejemplo de ello y lo acabamos de
registrar con el arribo de la diputada Lucero Guadalupe Sánchez López, a quien
la PGR le sigue una averiguación, en principio, por supuesta falsificación de
documentos, con los cuales se habría apoyado para ingresar al penal del
Altiplano, en una visita a Joaquín Guzmán Loera, meses antes de su fuga en julio
de 2015.
Antes, en febrero de 2015, la
Marina detuvo a un hermano del diputado priista Óscar Valdez, al que le
aseguraron armas y más de un kilogramo de cocaína. Fuentes de Ríodoce
aseguraron que fue uno de los financiadores de su campaña por la diputación.
Y ahora es de nuevo el
diputado —también priista— Óscar Félix Ochoa, quien está envuelto en un
escándalo porque elementos de la Armada le catearon y aseguraron una finca que
tiene en Lomas de Redo. Ya en 2008 les habían detenido a tres hermanos en posesión
de armas y al menos ocho kilogramos de cocaína. Dos de ellos salieron pronto de
prisión pero otro, Mellid Félix Ochoa, estuvo varios años en la cárcel hasta
que recientemente obtuvo su libertad.
Cínica la clase política, al
gobernador no le importó la mala fama pública de Félix Ochoa y lo hizo
subsecretario de Agricultura, cargo que dejó para ser de nuevo diputado local.
Tampoco le importó al PRI que ahora lidera Ochoa Reza. Y al que pretende, dice,
transformar.
BOLA Y CADENA
LA TAREA QUE PRESUME OCHOA
REZA es simplemente inverosímil. La lucha contra la corrupción y la
transparencia en las funciones públicas no puede partir de una clase política
que existe precisamente porque la corrupción y la opacidad fueron los elementos
en que desarrolló toda su vida. A ellos les debe el partido su existencia.
Luchar contra la corrupción sería como cavar su propia tumba y entonces no lo
hará nunca. El líder del PRI, entonces, debiera diversificar su discurso. Y
cambiar de restaurantes.
SENTIDO CONTRARIO
TENAZ LA LABOR DE LAS
RASTREADORAS, nuestra sociedad no terminará nunca de pagar su esfuerzo, su
voluntad, su entrega, su pasión, su llanto ahogado en cada palada, en cada
cimbrar del suelo ante el acero que pica, que cava, que busca. Ningún
documental, ningún reportaje, ninguna nota periodística logrará nunca reflejar
eso que ellas traen adentro, en el alma, en la piel, en las entrañas. Lágrimas
nos faltan para pagarles, voces, manos alzadas, coraje, valor, dignidad. Si el
gobierno vale madre, ellas nos están demostrando que la sociedad no. Aunque
todavía no nos demos cuenta.
HUMO NEGRO
SEXTO Y ÚLTIMO, EL GRITO DE
INDEPENDENCIA del gobernador, Mario López Valdez, fue la imagen inapelable del
poder que se va. Solo, el brillo que da la potestad de un cargo así también
acaba en la recta final. La clase política es oportunista por naturaleza y eso
se transfiere a los empresarios, los grupos sociales. Malova estuvo solo pero
nadie debe extrañarse, menos él. Su paso por el gobierno estatal ya está
escrito. Mediocre su administración, se recordará como un mal paso de una
sociedad que creyó en el cambio. Tal vez por eso, mil veces más condenable que
no le haya cumplido a los sinaloenses.
(RIODOCE/ COLUMNA “ALTARES Y SÓTANOS” DE
ISMAEL BOJÓRQUEZ / 19 SEPTIEMBRE, 2016)
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