El asesinato del Alcalde de
Pungarabato, Ambrosio Soto Duarte, desnuda la vulnerabilidad institucional -la
indefensión en la que se encuentran decenas de presidentes municipales-, y la
forma como los partidos políticos son laxos con sus protocolos de seguridad.
Exhibe, sobretodo, las contradicciones del PRD y de la corriente Nueva
Izquierda, mejor conocida como Los Chuchos, que hicieron de Guerrero su edén
durante el Gobierno de Ángel Heladio Aguirre. Las denuncias que ha hecho el PRD
al Gobierno estatal y al federal por el asesinato, son cínicas y extemporáneas.
Deberían ser hechas hacia el
interior del partido, que abandonó al Alcalde a su suerte y contribuyó con su
indiferencia, a que este crimen se consumara. Culpables no; responsables, sí.
Por qué si el Alcalde estaba
siendo presionado y amenazado de muerte, ¿el PRD no hizo nada por él? ¿Por qué
las denuncias sobre la inseguridad que ahora hace ese partido no fueron
reclamos previos para que las autoridades le brindaran garantías a su vida? De
acuerdo con una tarjeta informativa del Gobierno de Guerrero, Soto Duarte
estaba siendo extorsionado por dos organizaciones criminales, La Familia
Michoacana y Los Caballeros Templarios, que le exigían 72 millones de pesos anuales,
y como parte de las amenazas que recibió, hubo avisos en la forma de secuestros
y asesinatos. Pese a ello, el PRD fue omiso. Quienes pudieron haber actuado,
por cercanía y conocimiento de causa, estaban más ocupados en ver cómo se
podían quedar con el partido, o guardaron silencio cómplice.
Es el caso de la corriente
Nueva Izquierda, Los Chuchos, que caminaron de la mano del Gobernador Aguirre,
y que solaparon a candidatos bajo investigación del narcotráfico a cambio de
recursos para sus campañas políticas, sin importar el origen de los dineros.
Los jefes políticos de Nueva Izquierda siempre han negado las imputaciones, y
se han buscado deslindar de las relaciones peligrosas de sus protegidos
políticamente, mediante fugas hacia delante: acusar a sus acusadores, y buscar
el control del PRD. Su última apuesta fue Beatriz Mojica, que trabajó con
Aguirre, que no pudieron llevarla a la presidencia.
Mojica tiene historia con
Soto Aburto, quien entró a la política, como muchos en Guerrero, con el apoyo del
ex Gobernador Rubén Figueroa, a principios de los 90s. En 2004, de acuerdo con
la tarjeta informativa del Gobierno de Guerrero, Soto Duarte -también muy
cercano a Aguirre-, un transportista en la región de la Tierra Caliente que
ofrecía servicios en Ciudad Altamirano, la cabecera municipal de Pungarabato,
se afilió al PRD tras ser reclutado por las hermanas Mojica, Teresa, que era
Diputada federal, y Beatriz, ex candidata a la Gubernatura del estado el año
pasado, y secretaria general del partido.
La historia de Soto Aburto,
su familia y la corriente de Los Chuchos se entreveró en la última década. Su
primo Isidro Duarte Cabrera, es Diputado local del PRD y fue munícipe de Cutzamala de Pinzón, donde su esposa Karime
Benítez Flores, también de la misma corriente, es la Alcaldesa de ese
municipio. No parece casual que a otro primo, Sebastián Soto Rodríguez, quien
era chofer y jefe de escoltas de Soto Duarte, lo asesinaran y tiraran su cuerpo
en un basurero de ese municipio hace tres semanas, que considera el Gobierno
estatal que fue la última advertencia de Los Caballeros Templarios contra el
Alcalde de Pungarabato, por no pagarles tres millones de pesos mensuales por
protección.
La protesta perredista por el
asesinato del Alcalde ha sido encabezada por quienes lo abandonaron en la
práctica. Este martes el Presidente Municipal de Acapulco, Jesús Evodio
Velázquez Aguirre, acusó a los gobiernos estatal y federal de no haber hecho
nada por la seguridad de Soto Aburto pese a que sabían, por él mismo, de las amenazas
en su contra. El Alcalde asesinado estaba solo. Ni Velázquez Aguirre, que era
su compadre, ni otros líderes de la corriente de Los Chuchos, abogaron por él.
Entre las faltas de respaldo más sobresalientes estuvo la de Catalino Duarte
Ortuño, su primo, ex Diputado federal y ex Alcalde de Zirándaro.
Duarte Ortuño, de todos los
chuchos en Guerrero, es el más conspicuo por cuanto a relaciones peligrosas se
trata. Cuando compitió por la Alcaldía de Zirándaro en 2005, fue atacado por un
comando que le disparó con fusiles AK-47. Quiso huir, pero fue alcanzado por
una bala. Sobrevivió porque sus atacantes pensaron que estaba muerto. Durante
los tres años de su gestión hubo alrededor de 200 muertos en el municipio, y en
2009 empezó a sentir la secuela en carne propia. Secuestraron a su hermano, y
mataron a sus tíos y a uno de sus primos en el primer semestre de ese año.
Varias veces lo acusaron de estar vinculado al narcotráfico en Tierra Caliente,
pero siempre lo negó.
Duarte Ortuño, como Beatriz
Mojica, o han guardado silencio, o han sido tímidos en sus reacciones. Ni
ahora, ni antes dijeron mucho, pese a la cercanía con el Alcalde asesinado.
Como se dijo líneas atrás, ¿por qué si estaba siendo extorsionado y amenazado
de muerte, el PRD no hizo nada por él? ¿Por qué las denuncias sobre la
inseguridad no fueron exigencias previas para que las autoridades le brindaran
garantías? El asesinato de Soto Duarte deja muchas incógnitas. Una de ellas es
la vertiente de la narcopolítica, donde Los Chuchos y los Duarte tienen muchas
explicaciones qué dar.
twitter: @rivapa
(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/
RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 28/07/2016 | 04:09 AM)
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