“El
muchacho de pelo negro, bigote negro, sudaba muchísimo, traía un pie
fracturado, al principio estaba muy
agresivo y me decía que si venían los soldados me iba a matar…”, narra
la persona que fue tomada como rehén durante el tiempo que a ella le pareció
una eternidad.
“¿Por
qué niño?, yo no te he hecho nada”, comenta que le argumentaba al supuesto
delincuente y éste después cambió su
actitud agresiva.
“Y
es que los soldados ya estaban aquí, yo no sabía nada y ni qué había pasado”,
cuenta.
Uno
de los gatilleros, durante su huída de las corporaciones policiacas, luego de
percatarse de que estaba atrapado y sin salida, por una de las bardas que
circundan el fraccionamiento Bahía de Mazatlán, con su fusil AK47, destrozó a
balazos la puerta de la casa y la tomó como rehén junto con su hija y dos
vecinos.
En
la calle Bahía San Carlos, contigua a una barda que cierra el paso a los
transeúntes, está ubicada la casa con el número 210, donde se presume que los
supuestos delincuentes la utilizaban como casa de seguridad y/o oficina.
La
relativa cercanía por sus respectivas partes traseras de las casas números 119
y 210, Bahía San Agustín y Bahía San Carlos, respectivamente, habría facilitado
que el presunto delincuente se atrincherara en el domicilio 119.
Eran
como las 23:30 horas, cuando según testigos se escucharon balazos
intermitentes, y todos los vecinos apagaron las luces de sus casas y se
encerraron a “piedra y lodo”, para evitar ser alcanzados por una bala perdida.
Relata
que esa noche su esposo no estaba en casa y que su hija estaba acostada en una
recámara, y al oír los balazos lo primero que pensó fue en salir por su hijo
adolescente que estaba en casa de unos amigos vecinos suyos.
En
esos momentos, una pareja que vive frente a su casa iba llegando a su domicilio
cuando le dijo que no saliera, porque ahí venía un hombre armado.
La
pareja vecina fue y se metió con ella por el cancel de la cochera y cerraron la
puerta de madera, resguardándose en otra recámara desocupada.
El
gatillero aparentemente había salido huyendo de la calle Bahía de San Carlos,
buscando escape por la calle Bahía San Agustín, pero al toparse con la barda,
al ver el cancel de la cochera abierto, se metió a la casa y a balazos con su AK-47, despedazó la puerta y se metió a
refugiarse.
Acto
seguido, el sicario cerró la puerta de madera arruinada y la atrancó con los
muebles de la casa cuyos cuadros, lámparas y paredes estaban acribilladas por
el “cuerno de chivo”.
Cuando
el gatillero se encontraba dentro de la casa tocaba la puerta de la recámara
donde estaba la hija de la señora, para que le abriera y amenazaba con abrirla
a balazos si se negaba a dejarlo entrar a esconderse de sus perseguidores.
Desde
la recámara donde se había resguardado, al ver el peligro inminente que corría
su hija si el intruso armado cumplía su amenaza, la señora, armada de valor
salió para suplicarle al gatillero que no balaceara la recámara de su hija.
“No,
no dispares, ahí está mi niña”, suplicó.
Fue
así como la señora se convirtió en rehén de un presunto sicario que al sentirse
acorralado la quiso utilizar para negociar su huída con las corporaciones
policíacas que lo tenían rodeado.
“Y
ya me tuvo todo ese tiempo”, dijo la señora con aparente serenidad.
“El
veía que arriba estaban unos policías, él quería que se bajaran los policías”,
cuenta.
“Él
hablaba mucho por celular, quería que vinieran sus amigos por él; ‘¿pero cómo
van a venir por ti?’, si estaba todo rodeado”, decía ella.
“Nunca
entró a la recámara, siempre estuvo detrás de mí como para protegerse”,
asegura.
“Después
me dijo que no me iba a hacer dañó, me dijo que lo perdonara”, recuerda.
Las
corporaciones policíacas trajeron a sus compañeros y uno de ellos le gritaba
que saliera y se entregara, porque ya se había terminado todo, a lo que él
respondía que quién había dicho eso, porque pensaba suicidarse.
“Después
de escuchar a sus compañeros, él quería dispararse para no entregarse”,
precisa.
“No
hagas eso”, le aconsejó la señora y aquél dejó las armas y salió.
“Pidió
agua, bajé con él… el pie izquierdo le dolía mucho”, abunda.
“Cuando
se iba a entregar sacó muchas cosas de su cartera y las quemó, sacó el chip de
su celular”, añade.
“Yo
no salí, porque dije si a alguno (de los policías) se le ocurre disparar me va
a tocar a mí; fueron como tres horas, pero para mi duró una eternidad”.
EL ANTECEDENTE MORTAL
El
asesinato de Eufemio Medina, de 45 años, ocurrido a las 21.30 horas, del
jueves, en su domicilio ubicado en la calle Huatabampito, casi esquina con
Maclovio Herrera, en el fraccionamiento Hacienda del Mar, habría ocasionado la
persecución y detención de tres presuntos delincuentes, en el fraccionamiento
Bahía de Mazatlán, donde uno de ellos, tomó de rehenes a cuatro personas.
Según
la información oficial, minutos antes de la hora arriba señalada, llegó un
grupo armado al domicilio de Eufemio Medina y dispararon contra la vivienda, y
aparentemente lograron ingresar al domicilio donde asesinaron a su víctima.
En
el lugar de los hechos, fueron encontrados varios casquillos percutidos, junto
a una camioneta Dodge Ram, color rojo, al parecer propiedad del finado.
(RIODOCE/
Cayetano Osuna/ 8 febrero, 2015)
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