Joaquín
Guzmán huyó por un túnel pluvial. En plena oscuridad y en momentos a gatas
salió de la casa de río Humaya en la colonia Guadalupe hasta el paso deprimido
del bulevar Federalismo. Más o menos kilómetro y medio de distancia. Media hora
en las entrañas de la tierra. Cuando salió a la superficie siguió caminando por
una vialidad sin acotamiento hasta dar con quien lo rescataría. Luego enfiló a
Mazatlán donde no lo esperaba la libertad, sino su captura en el Miramar.
Esa
pudo ser su última noche en Culiacán. Este puede ser parte del inmenso mito que
rodea al Chapo. Pura narrativa, sin certeza periodística. Armada con un
barrunto aquí, con una filtración allá.
El
mito se confecciona sembrando certezas y explicaciones para todo y se
contrapone con el pensamiento científico que va por etapas y nunca es
concluyente. Detrás del Chapo existe la construcción de un mito, relleno de
borra como un muñeco de peluche. De esa forma se crea un enemigo público
robusto, uno que encarna todas las maldades públicas, las ilegalidades que se
combaten.
Los
primeros engañados somos los periodistas.
Un
dato ejemplifica las lecturas y certezas del Chapo, la cita es de hace un año
justamente cuando la Marina detuvo a Joaquín Guzmán:
“Hay
quienes lo bajan al 1.55 metros, que más que Chapo entonces sería enano
(Univisión, CNN-Expansión y otros periódicos). Y quienes lo elevan a un 1.73
metros, basándose en una ficha del departamento del crimen de Chicago, en
Estados Unidos, y entonces ya no sería Chapo porque estaría por encima del
promedio de estatura del mexicano, que es de 1.64 metros según una encuesta
elaborada por la industria del vestido. En medio, hay otros “datos”. Alejandro
Almazán que escribió la novela El más buscado, basándose en su historia no se
mete en vericuetos y dice que mide uno sesenta y tantos. El Zeta de Tijuana le
da 1.68 metros igual que wikipedia, o ésta le copió a aquél, ya no se sabe. En
facebook circula una foto, real o truqueada, que correspondería a su ingreso al
penal del Altiplano, y ahora mide… 1.65 metros.”
MARGEN DE ERROR
(Efemérides)
Entre la mitología precisaría encontrar la evidencia objetiva. Una en especial
debiera ser motivo de análisis: ¿dónde está la investigación del gobierno
federal para desarticular a la organización criminal del hombre que capturó
hace un año? ¿Dónde están las redes del Chapo en todo el país, en el mundo
entero? ¿Dónde están los funcionarios corrompidos por la organización, desde
policías hasta alcaldes y gobernadores? ¿Los bienes asegurados? ¿El flujo de
millones de dólares?
La
captura de Joaquín Guzmán no desencadenó, como muchos hubieran previsto, una
serie de investigaciones alternas contra una organización de esas proporciones.
Una historia como la del maxiprocesso italiano sería imposible en este México.
Posibles
hipótesis: 1. Joaquín Guzmán era la cabeza de una organización criminal, pero
no de las proporciones en que el gobierno de los Estados Unidos lo impulsó.
La
debilidad institucional impide una investigación judicial de grandes
proporciones.
MIRILLA
(casas
de humo) Las contradicciones de la realidad opacan cualquier ocurrencia de la
imaginación. Alejandro Murat anunció hace casi un año casas para desplazados
por la violencia. El plan, explicado escuetamente en una actividad pública con
el gobernador de Sinaloa, parecía la primera acción gubernamental contundente
ante la problemática. Parecía, porque desde julio de 2014 muchos de los
desplazados fueron una y otra vez a Infonavit para inscribirse en el programa
–un programa en realidad inexistente-.
La
contradicción es que justo cuando se explica que el programa del Infonavit para
desplazados es uno llamado “Arrendavit” —que requiere que cuenten con trabajos
formales, asegurados ante el IMSS, imposible para quienes fueron expulsados y
no cuentan con un empleo registrado—, se da a conocer que Alejandro Murat, hijo
del exgobernador de Oaxaca José Murat, forma parte de los propietarios de seis
viviendas en los Estados Unidos por encima de sus capacidades económicas. Entre
ellas un apartamento con vista a Central Park, a nombre de la esposa de
Alejandro Murat, el director de Infonavit que anunció el plan de casas para
desplazados que nunca fue.
PRIMERA CITA
(Tapando
y destapando hoyos) Este capítulo de la
historia se llama tapando y destapando hoyos. Armando Villarreal, el Tesorero
de Sinaloa, ha puesto a Sinaloa en el lugar número cinco, pero de los peores,
en el manejo de los recursos públicos que envía la federación, según la
Auditoría Superior de la Federación.
El
ranking se calcula por el monto de recursos que son motivo de observación del
total auditado.
Villarreal
piensa que se disculpa diciendo que podrá meter las patas, pero nunca las uñas
—como le dijo a la reportera Gabriela Soto de Noroeste en una entrevista—, y
que le reclame a su órgano de control interno que no le dijera que lo iban a
observar si seguía así. El servicio público, debería saberlo Villarreal,
únicamente tiene permitido lo que la ley expresamente le faculte hacer. Todo lo
que no le digan esos ordenamientos no puede hacerlo.
El
gobierno estatal se ha pasado en estos cuatro años tapando y destapando hoyos.
Tapa uno por la urgencia, pero necesita para eso destapar otro. Eso,
justamente, es administrar.
DEATRASALANTE
(Una
noche en Culiacán) En El Águila y la Serpiente, Martín Luis Guzmán tiene un
apartado que titula Una noche en Culiacán. Una noche que pudo ser como aquella:
“…Basta el recorrido de unas cuantas calles para perder las nociones diurnas,
para sentirse vagando en el interior de un cuerpo a quien el alma hubiese sido
arrancada para escuchar, como venido de los más hondo del enorme ser muerto, el
latir de las propias arterias, allí brújula único, contacto único con lo vivo”(PUNTO)
(RIODOCE/COLUMNA
“ALFABETO QWARTY” de Andrés Villarreal/ 22 febrero, 2015)
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