domingo, 26 de enero de 2014

NARCOS ADICTOS A LAS REDES SOCIALES

Narcos. La debilidad de exhibirse.



Puede que Rodrigo Aréchiga Gamboa sea uno de los capos más temidos del cartel de Sinaloa en México, un profesional del crimen que construyó un imperio ilegal y por años logró evitar a sus enemigos. Pero el Chino Ántrax tenía una debilidad desconocida: era adicto a las redes sociales. En su Twitter, donde advierte “estás conmigo o estás con dios”, no pudo resistir la tentación de subir cualquier cantidad de fotos de sus viajes, sus yates y sus pistolas bañadas en oro. La Policía solo tuvo que seguir su cuenta para saber su paradero y hace unos días lo capturaron en el aeropuerto de Ámsterdam.

Por raro que suene, Ántrax es apenas uno de los tantos narcotraficantes que caen por culpa de su propia exposición en la redes, un fenómeno creciente que tiene felices a las autoridades. Aunque la mayoría de los capos son discretos y más cuando se trata de páginas como Facebook, Instagram o Twitter, sus hijos y sobrinos no lo son tanto. Así fue como cayó en noviembre en Nogales, Arizona Ismael el Mayo’ Zambada, prófugo cuya cabeza tenía una recompensa de 5 millones de dólares. Su hijo, Serafín Zambada, delató a su padre con fotos de rifles AK–47 cromados en oro, fajos de billetes y hasta un carro último modelo con un oso de felpa gigante encima. Los “narcojuniors”, como llaman a la nueva generación, han hecho de las redes sociales los nuevos terrenos de caza. 

El Cisen, organización de inteligencia en México, obtiene gran parte de su información de los perfiles que los narcos publican abiertamente, llevados por la falta de recato y el afán por transmitir poder. “En el fenómeno del tráfico de drogas se suele apreciar la necesidad de los actores involucrados por reafirmar la valía personal. Una forma de exhibición de lo que consideran sus logros y riquezas materiales es permitido precisamente por la capacidad de difusión de imágenes que representan estas tecnologías” le dijo a SEMANA Carlos Flores, especialista en seguridad pública y crimen organizado en México. Casos como el de Broly Banderas, sicario del Cartel de los Templarios de Michoacán, quien exhibía en una foto sus armas en una camioneta blindada con una persona amordazada en el puesto de atrás, demuestran que el afán de ostentación está por encima de todo. Incluso de la propia libertad. 

Pero el fenómeno no solo es mexicano. En Estados Unidos, Dupree Jonson, un joven de 19 años del sur de La Florida, terminó arrestado por cuenta de unas fotos que publicó en Instagram de armas robadas, además de una colección de joyas y drogas. Incluso los pandilleros han puesto de moda compartir imágenes que muestran los atributos de su poder: chicas, fajos y pistolas. Lo mismo le pasó al mafioso italiano Michele Grasso, quien se escondió durante cuatro años en Londres antes de caer por una foto en Facebook en el museo Madame Tussaud junto a la estatua de cera del presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Que los narcos presuman de sus riquezas no es nada nuevo. Más de uno ha caído por sus compras extravagantes, pero hasta ahora no compartían sus andanzas con millones de personas. 

Sin embargo, ostentar no es el único objetivo de los criminales al usar las redes sociales. De acuerdo con un informe de la organización canadiense SecDev, la actividad en la red también es utilizada por los carteles para expandir su negocio, reclutar miembros, lavar dinero, comunicarse en mensajes encriptados y, en algunos casos, transmitir una imagen positiva. Así lo hizo el cartel del Golfo en México cuando, tras el paso del huracán Ingrid en septiembre, publicó un video en YouTube donde sus miembros reparten alimentos y ayudas a los afectados. Una verdadera campaña de relaciones públicas en línea.

Nadie sabe a ciencia cierta por qué ellos mismos se ponen en el radar de las autoridades. Lo único seguro es que esos criminales jamás imaginaron que caerían tan fácil gracias a unas redes inesperadas: las sociales.

Tomado de la revista Semana, de Colombia.
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