El presidente Peña Nieto presumió en el Foro Económico
Mundial que su estrategia para Michoacán ha frenado la violencia y que
las policías locales podrían absorber a parte de las autodefensas
civiles. Sin embargo, cuando funcionarios como Monte Alejandro Rubido y
Alfredo Castillo repiten ese discurso, se les olvida que no están en
Suiza y por lo tanto sus declaraciones optimistas de que ya terminó la
violencia tienen como fondo la guerra abierta entre autodefensas y
templarios.
APATZINGÁN, Mich. (Proceso).- El atardecer del martes 21, en la
comunidad de El Carrizo, en los linderos de este municipio con
Apatzingán, presuntos integrantes de Los Caballeros Templarios
intercambiaron disparos de manera intermitente con los grupos de
autodefensa ciudadana desde la cuatro de la tarde hasta que anocheció.
El enfrentamiento cesó cuando llegaron helicópteros artillados de la
Policía Federal y provocaron la huida de los señalados como sicarios,
que tenían un campamento instalado entre los matorrales.
Los vecinos de El Varal, Cancita y La Cofradía se refugiaron en sus
casas al escuchar las ráfagas y no salieron sino hasta horas después,
cuando el sol volvió a salir. Entonces se fueron de ahí con algunas
pertenencias.
Ese martes por la noche, cuando aún se escuchaban detonaciones, en la
capital del estado el secretario ejecutivo del Sistema Nacional de
Seguridad (SNS), Monte Alejandro Rubido, trataba de negar los hechos:
“No se ha dado ninguna situación de tensión de los grupos organizados
que interactúan en la entidad. En todo este escenario creo que el
resultado, sin echar campanas al vuelo, desde luego, es prudentemente
optimista”, afirmó en una entrevista en el palacio de gobierno de
Michoacán.
La mañana del miércoles, varios periodistas acudieron a El Carrizo
para corroborar si ocurrió la balacera. Encontraron a un nutrido grupo
de policías federales y soldados, así como a decenas de “autodefensas”
armados y apostados en barricadas, quienes confirmaron la escaramuza con
los templarios.
Varias familias huían de su comunidad en camionetas. También ellos,
ajenos al tiroteo, manifestaron que la balacera paró “hasta que apareció
el avión” (el helicóptero policiaco).
También ese día, mientras autodefensas y lugareños narraban el
enfrentamiento con los sicarios, en un comunicado la Secretaría de
Gobernación trató de minimizar la violencia. Se trató, dijo, de
“disparos aislados de arma de fuego, sin que se haya producido
enfrentamiento” y “sin que hasta el momento se tenga el registro de
heridos ni de bajas”.
El jueves por la tarde la situación se agravó. En la comunidad de
Puerto del Quirreño, municipio de Aguililla, hubo otro tiroteo en el que
murió un miembro de las autodefensas, Alejandro López Pinto, y otros
cinco resultaron heridos. Son las primeras bajas de estas organizaciones
desde que el gobierno de Enrique Peña Nieto cambió su estrategia con el
envío de más policías y soldados, además de anunciar una inversión
inicial de 3 mil millones de pesos en programas sociales para la zona
del conflicto.
(Fragmento del reportaje principal que se publica en Proceso 1943, ya en circulación)
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