La Viña Señor
Ya fuera el PRD-Chucho del Pacto
por México, la alianza de facto en el Senado PRI-PAN y su apéndice el
PVEM, decidieron cueste lo que cueste sacar adelante la Reforma
Político-Electoral, un engendro que más que la mejora de las
instituciones del sistema electoral tiene como objetivo último saciar
las ambiciones de una clase política retrograda, sin legitimidad y
carente de representación ciudadana.
Apurados
y a escondidas, a altas horas de la madrugada, sin casi discusión, los
legisladores de la Cámara Alta y después hicieron lo propio las bancadas
en San Lázaro, llevaron a la aprobación una serie de normas que
retratan a las cúpulas de esos partidos de cuerpo entero y ponen a la
vista los entresijos y los intereses que los mueven, menos los de la
población, que con su voto da razón y destino en ejercicio de la
soberanía.
Al margen del proyecto nacional de que habla
la Carta Magna, nuestros políticos han decido modificar el rostro
normativo del país y desde el 2 de diciembre de 2012 recién asumido en
nuevo gobierno de Enrique Peña Nieto, crearon un acuerdo de “concordia”
que les sirviera de instrumento de negociación al que quedó supeditado
el Poder Legislativo, relegado a un triste papel de simple legitimador
de las decisiones tomadas por las dirigencias partidistas en el Pacto
por México, siempre bajo la batuta de la triada gobernante integrada por
el propio Peña, el Secretario de Hacienda Luis Videgaray Caso y el
titular de Gobernación Miguel Angel Osorio Chong.
Con la mayoría de sus fines cumplidos, esa
especie de “santa alianza” ya cubrió su vida útil y ahora parecen volver
los tiempos en que el gobierno se hacía del respaldo de una de las
fuerzas opositoras para acabalar mayoría en las Cámaras con la cual
garantizar la aprobación de sus proyectos. Se daba una coalición
gobernante de facto. Emilio Gamboa y Manlio Fabio Beltrones, se
convirtieron en los operadores de lujo de esa forma de cogobierno de
derecha y altamente corrupto.
El tortuoso camino de la democracia
A raíz de los resultados de la elección más
reñida de la historia política, es decir la de 1988, cuando el Frente
Democrático Nacional conformado por los entonces llamados partidos
satélites o paraestatales el PPS, PARM y PFCRN al que se sumó en la
recta final de la campaña el Partido Mexicano Socialista al declinar su
candidato presidencial Heberto Castillo en favor del ingeniero
Cuauhtémoc Cárdenas y que dejaron con severa crisis de legitimidad tanto
al candidato oficial del PRI Carlos Salinas de Gortari como al ente
organizador de los comicios, la Comisión Federal Electoral que entonces
dependía de la Secretaría de Gobernación, cuyo mandamás lo era Manuel
Bartlett Díaz, a cuyo pasivo se agregó la famosa “caída del sistema”
cuando los flujos informativos daban seguro ganador al michoacano.
Desde entonces y hasta algunos años más, se
empezó a hablar de la transición a la democracia, como un ideal a
concretar a futuro, lo cual requería entre otros aspectos la
ciudadanización de los órganos electorales, de los cuales debería sacar
las manos el gobierno, la conformación de una instancia dotara de
autonomía que se encargara de organizar las elecciones, crear un sistema
de medios de impugnación en la materia para darle certeza y seguridad a
los comicios, la penalización de ciertas conductas que resultaban
reprobables con las reglas democráticas y la creación de una fiscalía
que investigara y persiguiera este tipo de ilícitos.
Así planteados los requerimientos que
garantizaran comicios limpios y la sana competencia entre las fuerzas
políticas, el IFE pasó a ser la punta de lanza de la nueva arquitectura
electoral y tuvo su prueba de fuego en la elección de 1994, la cual se
llevó a cabo en un ambiente convulsionado por el alzamiento del EZLN a
principios de ese fático año y la ejecución del candidato presidencial
del partido en el poder el sonorense Luis Donaldo Colosio Murrieta, el
delfín del presidente Salinas.
Alternancia sin democracia
El anuncio de que Vicente Fox Quezada,
alcanzó la mayoría de votos en la elección del año 2000 y de que el PRI
perdía la presidencia de la República por primera vez en más de setenta
años en el poder, hizo que muchos mexicanos vieran a la alternancia como
una vía legítima hacia la anhelada democracia, aunque en el fondo se
concretaba la toma del poder por parte de aquel belicoso grupo de
empresarios desencantados por la nacionalización bancaria de 1982 que
pasó a fortalecer las filas del PAN y a los que se conoció como los
“neopanistas” o “Los bárbaros del Norte”, a los cuales aglutinó el
carismático líder empresarial sinaloense Manuel Maquío Clouthier, bajo
su candidatura en 1988.
Muy pronto los ilusos mexicanos habríamos de
darnos cuenta que el foxiato con su “pareja presidencial” sería una
pachanga de seis años y poco cambiarían las cosas en lo político,
económico e institucional y que escándalos como el enriquecimiento de
los hijos de Martha Sahagún, serían nota hasta la fecha.
Débil en extremo, Fox hubo de ejercer una
especie de cogobierno con el PRI, bajo el maridaje de inefables
políticos profesionales como Gamboa y Beltrones y cuyos gobernadores se
convirtieron en moneda de cambio para garantizar la estabilidad y la
gobernabilidad.
Ya con Felipe Calderón esa “alianza
canalla”, se mantuvo a pesar de las atrocidades que la guerra contra el
narco provocó y que a la larga destrozó el tejido social en muchas zonas
del país hasta llegar al estado actual.
La presidencia imperial de que hablaba el
historiador Enrique Krauze, se mantuvo intacta durante todo ese período
de 12 años a pesar del discurso democratizador y esa permanencia hizo
posible el retorno del PRI a Los Pinos en 2012.
Reformas para beneficio de mí mismo
Sabido es que la Presidencia de la
República, con sus facultades constitucionales y metaconstitucionales,
es decir aquellas que la Ley no reconoce al titular del ejecutivo, pero
que de todos modos ejerce, como la de ser jefe del partido en el poder,
es el eje del sistema político mexicano, tal como Daniel Cosío Villegas,
lo hizo ver.
Debido a esa descomunal fuerza que ejerce, a
lo largo de las historia ha debido representar el origen de todo lo
bueno y lo malo que han resentido los mexicanos. Así por ejemplo a
Lázaro Cárdenas, se rinde tributo y hasta adoración por la expropiación
petrolera, a Gustavo Díaz Ordaz se le repudia por la matanza del 2 de
octubre, a Miguel de la Madrid de le tiene como un presidente gris, a
Carlos Salinas se le califica no como un modernizador como era su
aspiración, sino como un demonio por su forma autocrática de ejercer el
poder, a Zedillo como quien entregó el gobierno al PAN, a Fox como un
ranchero que llevó el folclor a la institución presidencial y a Calderón
como un insensible político capaz de convertir al país en una enorme
fosa común según palabras del poeta Marco Antonio Campos y llevarlo a
una guerra civil con grupos armados por doquier que dejó más de 100,000
muertos, 25,000 desaparecidos y un sinnúmero de desplazados.
A pesar de todo el poder acumulado en la
presidencia, este no ha bastado para legitimar a quien la ejerce y De la
Madrid tuvo que encarcelar a Arturo El Negro Durazo, Salinas a Joaquín
Hernández Galicia La Quina, líder del todopoderoso sindicato petrolero,
Zedillo al “hermano incómodo” Raúl Salinas y Peña Nieto a la maestra
Elba Esther Gordillo, líder vitalicia del SNTE, para demostrar fuerza.
Y no conforme con la herencia maldita del
presidencialismo mexicano, la clase política decidió sacar reformas que
no se ve beneficien a la ciudadanía, ni que promuevan su participación
en la conformación de instituciones sólidas o que hagan viable la
gobernabilidad democrática. La reforma laboral no ha traído los empleos
ofrecidos, la educativa tiene más perfil laboral para regular a los
trabajadores del sector, la fiscal captar recursos para el próximo año y
la financiera busca asegurar la recuperación de adeudos y regular las
comisiones de las instituciones financieras. Mientras en países como
Holanda y Noruega se clausuran cárceles por falta de presos y en España
se cierran escuelas por falta de alumnos, en México se construyen
cárceles pero no escuelas y las que hay batallan por falta de
presupuesto, el cual hay que acabalar con rifas, funciones de cine y el
cobro de “cuotas voluntarias”.
Por su talant,e dichas reformas
político-electorales permiten sospechar que la clase política busca
consolidar su control sobre los procesos electorales, no para
profesionalizar la política, sino para perpetuarse como casta gobernante
como garantía de obtención de prebendas, riqueza y cargos públicos, lo
que implica en realidad en convertir las estructuras gubernamentales en
instancias de tráfico de influencias.
Dentro esa perversa lógica deben verse las
propuestas aprobadas como la reelección de alcaldes y legisladores
(imagine el amable lector a Otto Claussen o a Antonio Astiazarán,
frotándose las manos ¡Qué chulada!), se autorizan las coaliciones de
gobierno, termina con el sistema federalizado de
elecciones, al desaparecer el IFE, eliminar la autonomía de los
institutos electorales estatales, que ahora se denominarán “organismos
públicos locales de las entidades federativas en materia electoral” y al
facultar al Senado a nombrar a los magistrados electorales estatales,
con lo cual los Congresos estatales no tienen facultades ya para
elegirlos, se prevé la conformación del Instituto Nacional
Electoral, la nulidad de los comicios por exceso de gastos de campaña,
etc., en donde el PRI debió de ceder ante la presión del PAN, en aras de
lograr su apoyo para sacar avante la joya de las reformas: La reforma
energética, el botín de botines, en la mira de los neoliberales y sus
aliados del capital transnacional de las petroleras anglosajonas, esa
que dominan los mercados globales y ante los que el Estado-Nación está
inerme.
No por nada el expresidente del gobierno
español Felipe González, en la presentación en la Feria Internacional
del Libro de Guadalajara de su libro “En busca de respuestas” sobre el
liderazgo en tiempos de crisis, explicó que la democracia no es una
ideología y que por su carácter instrumental no garantiza los buenos
gobiernos y que la crisis que enfrenta la democracia representativa se
debe a que los ciudadanos entienden que sus representantes no toman
decisiones (a su favor) debido a condicionamientos supranacionales y ese
hecho es una amenaza para la gobernanza, porque los gobernantes que
eligen no pueden dar respuestas a sus demandas por la amenaza del
complejo financiero internacional, lo que empeora cuando no hay
referentes intelectuales, mediáticos, empresariales o religiosos, que
son importantes en tiempos de crisis.
Más claro ni el agua…
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