México, D.F.- Se
llaman Iván y Alfredo Guzmán. Son hijos de Joaquín Guzmán Loera, el mítico
hombre que ha puesto a sus pies al mundo del narcotráfico.
Teóricamente siguen
en la mira de la PGR y la DEA. Han pasado tiempo en prisión o han estado a
punto de hacerlo, por lo cual parecería que se mantendrían en la oscuridad.
Pero hay algo que ningún treintañero o veinteañero, aun si se es hijo de El
Chapo, puede dejar de hacer: tuitear.
Y ellos lo hacen con
alegre frecuencia: cientos de fotografías y miles de comentarios,
conversaciones y retuits dejan muy pocas dudas de la autenticidad de las
cuentas. Paquetes de cocaína, campos de marihuana, torres de dinero en
efectivo, rifles bañados en oro, cadáveres ensangrentados, aparecen en el día a
día de los hermanos, dejando muy poco a la imaginación.
Pero no todo lo que
tuitean está relacionado a su negocio.
Como las chicas
Hilton o los niños Trump, Alfredo e Iván exhiben con desenfado los frutos del
exitoso negocio de su padre. Mansiones, ropa y autos de lujo, viajes y animales
exóticos, fiestas interminables.
No hay nada fuera de
su alcance y quieren que el mundo lo sepa.
Sería mentira decir
que era un desconocido, pero lo cierto es que Joaquín El Chapo Guzmán se
convirtió en un hombre mítico del mundo del narcotráfico desde que, escondido
en un carro de ropa sucia, se fugó de una prisión de alta seguridad en el año
2000.
Y desde entonces no
ha perdido el tiempo. En 13 años ha construido la empresa de tráfico de drogas
más pujante del mundo. Su cártel, el de Sinaloa, ofrece en el mercado negro
todas las drogas conocidas a clientes ubicados en todos los continentes. Sus
ganancias, casi ilimitadas, fluyen en una red global de lavado de dinero, cuyas
ramas alcanzan incluso los sistemas financieros de China e Irán.
Eso es lo que dicen
las por lo menos cuatro causas penales que existen en su contra en México por
homicidio, narcotráfico, lavado de dinero y uso ilegal de armas. En Estados
Unidos tiene acusaciones por delincuencia organizada y lavado de dinero en
California, Arizona, Texas, Florida, Nueva York e Illinois.
Así que tiene lógica
que la PGR, el FBI y la DEA desplieguen todas sus baterías para detener al
hombre más buscado aquí y allá. Pero como cualquier mortal, El Chapo no sería
nadie sin su equipo. El Cártel de Sinaloa no sólo funciona con un modelo
empresarial con miles de empleados alrededor del mundo, sino que está
construido como un negocio familiar. De sus ocho hijos, dos (Iván Archivaldo y
Jesús Alfredo) son considerados por los gobiernos de México y Estados Unidos
como operadores clave del imperio Guzmán.
Iván, de 33 años,
apodado El Chapito, coordina principalmente operaciones de lavado de dinero en
México. Fue arrestado por la policía de Zapopan en febrero de 2005 por liderar
una célula criminal en la zona y tres años después fue sentenciado por un juez
penal del DF a cinco años de prisión por operar con recursos de procedencia
ilícita.
La condena duraría
poco. En abril de ese año, un par de meses más tarde, el entonces juez del
tercer tribunal unitario Jesús Luna Altamirano lo absolvió de todo cargo, con
el argumento que había sido acusado simplemente por ser hijo de El Chapo.
“Ese criterio es
contrario a todo derecho y aplicarlo sería como afirmar que cualquier pariente
de un delincuente, por el simple hecho de serlo, también es criminal”, dijo el
juez en entrevista con el diario La Jornada.
En 2012, ya
exonerado en México, Iván fue incluido en la lista de narcotraficantes del
Departamento del Tesoro de Estados Unidos, que asegura que “juega un rol
significativo” en el Cártel de Sinaloa. Ese mismo año, el juez Luna Altamirano
fue suspendido y sometido a investigación por sus presuntos vínculos con el
narcotráfico.
Iván no es el único
investigado en Estados Unidos. Alfredo, de 28 años, está incluido en el juicio
contra su padre iniciado en 2009 en la corte de Illinois.
Según documentos de
la corte, El Chapo, Ismael El Mayo Zambada y otras nueve personas, incluido
Alfredo, lideran una red de tráfico de cocaína y heroína en Chicago y sus
alrededores. La fiscalía federal asegura que Alfredo es el “coordinador de
logística”, encargado de las entregas de cocaína y heroína en EU, así como del traslado
ilegal a México del dinero en efectivo producto de la venta de droga en EU.
Como su hermano
mayor, Alfredo ha estado en algún momento en la mira de las autoridades
mexicanas. De hecho, ha vivido momentos de apremio, como cuando la Secretaría
de Marina anunció el 22 de junio de 2012 que había dado un golpe de gran
magnitud: había detenido a Alfredo Guzmán en Zapopan y, de hecho, lo
presentaron a los medios de comunicación.
La DEA felicitó al
gobierno mexicano. “Este es el primer paso para llevar a otro capo despiadado a
la justicia”, dijo Rusty Payne, el entonces vocero de esa agencia.
La celebración duró
muy poco. Al día siguiente, la Marina anunció que habían detenido a la persona
equivocada. Se trataba en realidad de Félix Beltrán León. Su madre exhibió
fotos de su infancia para demostrar que su hijo no era el hijo de El Chapo.
La Marina no tuvo
otra salida más que reconocer el error. Había vencido a un fantasma.
* * *
Iván y Alfredo
heredaron la habilidad o la suerte de su padre para evitar la prisión o no
permanecer mucho tiempo en ella. Luego de la falsa captura de Alfredo, parecía
que los hermanos se mantendrían en la oscuridad, lejos de los radares
policiacos. Pero hay algo que ningún treintañero o veiteañero, aun si se es
hijo de El Chapo, puede dejar de hacer: tuitear.
En septiembre de
2012 y junio de este año, Iván y Alfredo abrieron, respectivamente, sus cuentas
en la red social de Twitter. Desde entonces y hasta octubre y noviembre de este
año publicaban entre dos y hasta 30 tuits al día.
Los cientos de
fotografías y miles de comentarios, conversaciones y retuits dejan muy pocas
dudas de la autenticidad de las cuentas. Paquetes de cocaína, campos de
marihuana, torres de dinero en efectivo, rifles bañados en oro, cadáveres
ensangrentados, aparecen en el día a día de los hermanos, dejando muy poco a la
imaginación.
En la era digital,
si no estás en línea no eres nadie, incluso el narco lo sabe. Por eso al
mexicano Andrés Monroy Hernández, investigador de nuevos medios y redes
sociales del Massachusetts Institute of Technology (MIT), no le sorprende que
los hijos de El Chapo se hayan unido al fenómeno de comunicarse en 140
caracteres.
“Desde el punto de
vista global, no es algo nuevo”, explica el doctor en artes y ciencias
mediáticas. “Diferentes grupos y personas antagónicas han usado las redes
sociales, como los hijos de Gaddaffi, los integrantes de Hezbollah o Hamas”.
Monroy Hernandez ha
analizado desde 2010 el uso de las redes sociales en zonas azotadas por el
narco en México. Sus estudios han concluido que las comunidades encontraron en
las redes sociales un medio para alertar y comunicar al resto de la población
sobre la violencia y el crimen en sus ciudades, compensando la falta de
información veraz tanto de los medios informativos tradicionales como de
gobiernos corruptos.
Pero así como las
comunidades se han empoderado, también lo han hecho aquellos ligados al crimen
y la violencia. “El proceso de empoderamiento de estas organizaciones por medio
de redes sociales ha venido sucediendo; en YouTube hemos visto videos con
comunicados dirigidos a enemigos, gobierno o a la población”, comenta.
No todo lo que
tuitean los hijos de El Chapo está relacionado a su negocio. Como las chicas
Hilton o los niños Trump, Alfredo e Iván exhiben con desenfado los frutos del
exitoso negocio de su padre. Mansiones, ropa y autos de lujo, viajes y animales
exóticos, fiestas interminables. No hay nada fuera de su alcance y quieren que
el mundo lo sepa.
Pero Monroy
Hernández, también investigador en el FUSE Lab de Microsoft Research, predice
que tarde que temprano, los tuits de los hermanos Guzmán podrían llegar a ser a
los ojos de los usuarios de internet tan mundanos como los del ciudadano
promedio. En pocas palabras, su estatus como presuntos narcotraficantes se
normalizaría. “En una investigación reciente, encontramos que conforme pasa el
tiempo, los mensajes en Twitter han dejado de provocar las reacciones
emocionales de antes, un fenómeno llamado affective desensitization
(insensibilidad afectiva)”.
Por ahora los hijos
de El Chapo se han ganado la muy codiciada atención de los usuarios de Twitter.
En dosis de 140 caracteres o menos, los hermanos Guzmán Salazar ofrecen una
mirilla a un mundo que aterra y a la vez fascina a México y al mundo. Sus
intenciones, sí es que las tienen, continúan siendo un misterio.
(ZOCALO/ Sin
Embargo/19/12/2013 - 02:18 PM)
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