No auxiliaron militares a baleados de Calomato
Todo es confusión en el ataque a balazos que sufrieron varios civiles
en un retén militar ubicado en la comunidad de Calomato, municipio de
Mocorito, donde lo único cierto es que fueron familiares y no personal
del Ejército Mexicano quienes auxiliaron a los dos heridos y los
trasladaron al Hospital General de Culiacán.
Darío Castro Inzunza y Édgar Ulises Castro Parra de 13 años, padre e
hijo, viajaban en una camioneta, al parecer Tacoma, con rumbo a
Culiacán. Aparentemente venían de la comunidad de Buenavista, donde
tienen su domicilio, y traían carbón para llevar a vender a Culiacán.
Información proporcionada por los heridos indica que los militares
del retén les hicieron señas para que se detuvieran y justo cuando iban a
ser revisados, pasó otro vehículo desde el cual les dispararon. El
saldo fue de dos civiles heridos; no hay reportes oficiales del
acontecimiento, solo versiones en el sentido de que los uniformados
repelieron la agresión.
“Estoy herido”, habría dicho uno de los lesionados a los militares, pero estos los ignoraron.
El caso es investigado por la Comisión Estatal de Derechos Humanos
(CEDH), cuyo personal se entrevistó con los lesionados. El expediente
será enviado al organismo nacional (CNDH).
Aquella madrugada
Los militares instalaron el retén por la carretera México 15, frente a
la comunidad de Calomato, a pocos kilómetros del crucero de Pericos.
Eran alrededor de las 4:00 horas de ese domingo 17 de noviembre cuando
los vecinos empezaron a escuchar el ruido de los motores de las
patrullas verde olivo.
Luces rojas y azules. Conos anaranjados y una fila de soldados y
camionetas a lo largo de la carretera y justo en la entrada a la
comunidad, abarcando un tramo cercano a los 200 metros. Versiones
extraoficiales señalaron que hubo otros enfrentamientos y persecuciones
entre militares y un grupo armado, la noche del sábado y madrugada del
domingo. Nadie ha confirmado esta información.
Lo cierto es que esa noche y madrugada hubo al menos tres retenes en
la región. Los vecinos del lugar señalaron que los militares instalaron
puntos de revisión cerca del poblado La Vainilla, en el crucero de la
México 15 con la carretera que lleva a Badiraguato, y otro más muy cerca
de la caseta de peaje con rumbo a Culiacán.
La tensa calma de esa madrugada se rompió cerca de las 5:00 horas.
Los vecinos de Calomato escucharon primero una ráfaga y luego muchos
disparos. Todo parece indicar que se usaron varias armas y que los
militares repelieron el ataque, pero no hubo aprehensiones.
Juan, que vive muy cerca de la carretera, fue despertado por las
detonaciones. Por fortuna esa madrugada estaba solo, de lo contrario el
espanto se habría multiplicado. Le pareció escuchar que un proyectil
atravesó sus paredes o el techo. No quiso saber. Se echó al suelo y como
pudo buscó refugio en un cuarto más lejano a la carretera. Y ahí se
quedó.
“Hubo balas a lo cabrón”, dijo, ya repuesto del susto.
Carboneros
Eso son y a eso se han dedicado durante muchos años Darío Castro y su
hijo Ezequiel, igual que otros integrantes de la familia. Oriundos de
la comunidad de Buenavista, en el municipio de Salvador Alvarado, pasan
muchos días de la semana por esta carretera y con destino a Culiacán.
Son cerca de 100 kilómetros y hay que madrugar. El objetivo: vender
carbón que ellos mismos recolectan y procesan, para de ahí mantenerse.
Esa mañana, poco después de las 5:00, no solo no pudieron lograr ese
objetivo cotidiano de entregar el producto y obtener unos billetes, sino
que ambos resultaron heridos de bala: Darío, de 38 años, en el hombro, y
su hijo Ulises con un rozón en la cabeza.
La versión inicial fue que los militares les habían disparado porque,
al parecer, estos pretendieron brincarse el retén. Pero luego las
víctimas aclararon que no sabían quién les había disparado y ellos
estaban a punto de ser revisados por los soldados cuando empezó la
balacera y cayeron heridos.
Uno de los militares, recordó Darío, les ordenó que se metieran a la
comunidad, cuando le avisaron que estaban heridos. Fue un familiar que
iba con ellos en la camioneta quien manejó hasta una vivienda de unos
parientes, en Calomato, en busca de ayuda.
¿Escuchaste?
La señora Santos y su esposo Candelario escucharon las detonaciones.
Él ya estaba despierto. Hombre de campo, ya saboreaba un café y se
preparaba para ir a trabajar. Su esposa y él se preguntaron lo mismo.
“¿Escuchaste?”, preguntó él. Ya no fue necesario esperar: afuera,
frente a la casa, alguien grita y les llama por su nombre. Era un
familiar. Cuando abrieron la puerta se dieron cuenta que con él venían
Darío y su hijo Ulises, ambos con heridas de bala.
“Pidieron pastillas para el dolor y se las dimos. Los miramos y nos
espantamos. El niño decía que se sentía mal, que se iba a desmayar. Y
fue mi esposo quien los llevó al hospital en la camioneta roja que
tenemos”, recordó Santos.
Los lesionados, agregó, contaron que los militares los habían
detenido para una revisión, cuando empezó la refriega y resultaron con
heridas de bala. El menor, que venía dormido y recargado en su padre, en
la cabina de la camioneta, sangraba de la cabeza.
Ambos permanecen internados en el Hospital General, en Culiacán, y de
acuerdo con los informes rendidos por la Secretaría de Salud, están
fuera de peligro, aunque el menor, debido a una hemorragia, tuvo lapsos
críticos.
En Calomato, los vecinos informaron que un grupo de militares acudió
días después para investigar lo que había pasado. Ramón Méndez,
comisariado ejidal, fue uno de los abordados por los soldados, quienes
le preguntaron si sabía de un joven herido de bala durante la madrugada
del domingo. Pero no pasó de ahí.
Santos dijo que siempre han tenido comunicación y buena relación con
los parientes de Buenavista, quienes antes los han buscado porque se les
acaba la gasolina, el vehículo había quedado descompuesto en algún
punto de la carretera o se les había ponchado una llanta.
Esta vez fueron heridas, dolor, miedo. Y sangre.
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