Juan Pablo Proal/Proceso
Si te topas de
frente con Adolfo lo primero que piensas es que es miembro de una banda de
heavy metal. Si platicas con él creerás
que es un activista de izquierda. Y si jugáramos a adivinar su profesión las
repuestas inmediatas serían: periodista, sexólogo, actor o psicólogo. Jamás
sacerdote católico, que es realmente su vocación.
Su pelo rizado le
llega a los hombros. Lo ha teñido de azul y rojo. Ahora tiene las puntas
decoloradas. En su sotana usa pines del Ché Guevara y de personajes de la
irreverente serie animada South Park.
Tal vez estas
características estéticas son lo que menos escandalizaría a un creyente
ortodoxo. El sacerdote Adolfo Huerta Alemán, conocido popularmente como “Padre
Gofo”, duda de la existencia de Dios y de que la Biblia sea su palabra:
“Yo mejor me aferro
a la fe como una motivación de significado de vida, no tanto a un dios o una
religión, si no existe Dios me vale madres, a mi la fe me motiva a buscar un
significado para llegar a mejorar nuestras relaciones humanas y que esto me
ayude a ser mejor ser humano”, se sincera mientras comemos cabrito en un
restaurante del centro de Monterrey.
El “Padre Gofo” se
ordenó sacerdote hace seis años. Hace unas cuantas semanas lo nombraron titular
de la iglesia del Señor de la Misericordia, ubicada al noreste de Saltillo,
Coahuila, en la colonia El Toreo. Es una zona riesgosa, pobre y con presencia
del crimen organizado.
En la misa se tira
al piso, relaciona pasajes de la Biblia con películas de Hollywood o con
canciones de rock. Recurre con frecuencia al humor ácido y recursos
histriónicos. Tiene una premisa que sustenta estos actos: “Hay que actualizar
el Evangelio a la cultura contemporánea”.
Está seguro de que
la Iglesia cada vez pierde más influencia, por ello a la gran mayoría de la
población le resulta indiferente el relevo papal en El Vaticano:
“La renuncia de
Benedicto refleja el cansancio de una iglesia que está caducando, igual no se
va a acabar, pero ya no tenemos impacto, no hay una renovación, no hay cambio
de mentalidad. Hay que entender que la fe no es nada más checar tarjeta e ir a
misa, la fe es un compromiso con mi realidad histórica, con cambiar la
circunstancia de la Iglesia, de tener compromiso con las víctimas del
narcotráfico, con los familiares de desaparecidos, con transexuales. La iglesia
católica no debería ser una carga para la sociedad, sino un alivio.
“A mí ni me va ni me
viene lo del nuevo Papa, como a mucha gente, eso es mucha burocracia, se les ve
como jefes de Estado, es puro protocolo. Los cardenales están arriba, nosotros
estamos trabajando con la gente”.
— Un católico tradicional podría increparte:
¿por qué no te sales de la Iglesia si tu postura es tan contraria a ella?
— Suscribo el proyecto de Jesús, el que cita
en las bienaventuranzas, eso a mí me enganchó. Los yerros que tenga la
estructura no los puedo negar, pero así como hay muchos Maciel hay muchos
Romeros o Méndez Arceos.
— Podrías cambiarte a una iglesia cristiana
más abierta…
— No he tenido necesidad, a mí nunca me han
censurado.
“Gofo” se suscribe a
la iglesia para los pobres. Cuando camina por las calles, le pregunta a la
gente si quiere que oficie misa afuera de su casa. La respuesta es generalmente
un sí efusivo. Le gusta comer con los feligreses y hablar con todo tipo de
personas: trabajadoras sexuales, cantineros, pacientes con VIH, roqueros… En
sus misas no le niega la entrada a nadie, menos a la población generalmente
discriminada: homosexuales, lesbianas o transexuales.
Adolfo se suma a
cuanta causa social justa brota. Marchó con los Indignados y con el #Yosoy132.
Presenta libros sobre investigaciones académicas, periodísticas y de diversidad
sexual. Maneja una motocicleta 125 cc y escucha a la banda de rock pesado Iron
Maiden.
Tal vez su postura
sobre el sexo es lo que más controversia genera: “Somos seres sexuados y
tenemos mucho que aprender de la sexualidad. Foucault tiene una historia de la
sexualidad muy interesante y a raíz de eso escribí un cuento que a muchos les
disgustó, dijeron que era pornográfico”.
— ¿Tienes pareja?
— Llevar una relación muy establecida no la llevo,
no se puede, ando metido en muchos rollos.
— ¿Hijos?
— No.
— ¿Practicas relaciones sexuales con
frecuencia?
— Sí.
— ¿Te podrían excomulgar por eso?
— (Se queda pensando) Sí…
“Gofo” se siente
discriminado por ser diferente. Por su apariencia lo han llegado a acusar de
ser satánico. Incluso tuvo que asistir a un retiro espiritual de tres meses
tras publicar ese cuento erótico del que hablaba. Sin embargo, él ve estos
episodios como algo menor, su influencia en la sociedad crece como espuma, a
pesar de sus cortos 35 años de edad.
Lo invitan a
entrevistas, foros, universidades. En el momento en que charlaba con él, dos
jóvenes lo seguían para filmar un documental para la televisión estadunidense.
Él está consciente
que pertenece a una Iglesia que cada vez ejerce menos influencia sobre la
sociedad, pero su apuesta es ser un vínculo con las comunidades más marginadas.
Un soporte, un orientador. Contribuir a que dejen de ser excluidos.
¿Quién sabe qué
habría pasado si en la iglesia católica hubieran florecido muchos “Gofos” en
lugar de la larga cadena de Macieles, sacerdotes burócratas y curas aliados del
sistema?
Por lo pronto,
terminamos nuestra conversación. Él se bebe el último trago de una cerveza, su
bebida favorita. No tiene culpa alguna con ser un sacerdote así de liberal:
“Lo divino no está
peleado con lo humano. Puedes vivir esa plenitud humana, plenamente humano y
plenamente cristiano”.
(PROCESO/ Juan Pablo Proal/ 22 de marzo de 2013)
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