sábado, 21 de abril de 2012

NO SON TIEMPOS PARA EL IDEALISMO: RESTREPO





Violencia y tecnología deshumanizan el periodismo: Restrepo


Javier Valdez    
A sus 80 años, Javier Darío Restrepo inyecta energía y su discurso pausado, casi de homilía, es esperanzador. Tiene poco pelo y muchas ideas. Su presencia, ese lenguaje didáctico y ameno, tienen un imán: una telaraña que atrapa, caza, encierra dulcemente oídos, corazón y cabeza de quienes lo escuchan. Es colombiano y reportero e idealista. Por eso asegura que la ética es una utopía: un imposible que vale la pena compartir.

—Son tiempos violentos en las redacciones de los periódicos. Debido a esta cobertura del narcotráfico, la violencia, los operativos del Gobierno, está perdiendo la ética porque se prioriza la cobertura del momento, al margen de si se hace o no buen periodismo.
—Hay que tener en cuenta que en tiempos violentos, sean del narco o de guerrilleros, se imponen dos lógicas que si el periodista las adopta lo convierte en parte del problema y no de la solución. La primera es que impera la ley de la fuerza, por tanto la de la inteligencia va desapareciendo y ese es un riesgo que el periodista corre, de comenzar a creer en la lógica de la fuerza y no de la inteligencia.

La otra es la del poder del dinero. Esta es una lógica contagiosa que el periodista debe tener en cuenta y que es algo peligroso: desde el momento en que uno comenzó a creer en el poder del dinero ya ha abandonado las armas principales del oficio que son las de la inteligencia y de la dignidad que da el ser de las personas y no el tener… preferir el bien particular sobre el de la sociedad, y cuando el bien particular tiene que ver con el de su propia vida, su tranquilidad, el periodista debe tener una consistencia casi de héroe para cumplir adecuadamente su oficio. Porque desde el momento en que uno se hace periodista se pone al servicio de la sociedad.

Hay algo en que los periodistas somos muy cercanos a los políticos: el político trabaja para el bien público y nosotros también, solo que el político lo hace buscando el poder y nosotros buscamos el servicio. Esa es una diferencia radical que se pierde en estos tiempos violentos, porque el instinto de conservación le está aconsejando al periodista estar tranquilo y en los sitios más seguros, y en estos tiempos al periodista le toca estar en los sitios más inseguros.

—¿Cuál es tu consejo para hacer periodismo en tiempos de guerra?
—Para cualquier trabajo que vaya a hacer el periodista tiene que estar pensando en servir a la sociedad, no en su servicio o el del medio de comunicación, porque generalmente queda en el medio de comunicación aprovechar la desgracia ajena o colectiva para convertir la noticia en mercancía.

Si el periodista se impone a sí mismo esta intencionalidad de servicio al bien público encuentra el tono, el enfoque y lenguaje necesarios para estos tiempos. Ahora está el otro aspecto, el de la seguridad personal: para mantener la seguridad personal hay que andar en el camino del medio, que es el camino de la virtud, según Aristóteles.

O sea, hay dos extremos en los que uno puede caer: en la excesiva timidez frente al peligro, de no arriesgarse en ningún momento y cuando hay una misión de peligro le saco el cuerpo. El otro extremo es la temeridad. El periodista que piensa que cuando hay peligro ser periodista lo blinda contra las balas, entonces a veces se las da de héroe y siempre está contando sus misiones periodísticas como si fuera una novela en la que él es el protagonista.

Entre estas dos está el periodista que sabe que tiene que cumplir con su misión, pero al mismo tiempo debe ser prudente. Que consulta manuales para tener medidas de seguridad, no se expone innecesariamente, sabe que tiene que responder ante la sociedad pero para ello tiene que responder a su familia y a los suyos. Es muy difícil ese tránsito del camino del medio porque implica una reflexión prudente en el ejercicio de la profesión.

Es desaconsejable informar mientras uno está en estado de nerviosismo, por miedo. Todos tenemos miedo y cuando uno va a cubrir una guerra, siempre va con miedo. Todos sabemos que salimos a esa misión casi contra nosotros mismos. El valiente no es el que no tiene miedo sino el que lo sabe controlar y ese es el papel que le toca al periodista.

—Tú has planteado un periodismo idealista y hay quienes sostienen que se terminó la pasión en el periodismo, que se ha burocratizado y dejamos de lado la calle, ¿son tiempos propicios para el idealismo?
—No son propicios para el idealismo y por eso se ha convertido como dices en un ejercicio burocrático. Favorece esa situación los avances de la tecnología: sabes que puedes obtener la información con un clic y consultando el doctor Google, luego sabes que el celular te permite cantidad de contactos. Por tanto la tendencia es a hacer periodismo desde el escritorio y resulta que hay algo que ninguna tecnología proporciona, que es el contacto humano, el sentido, el clima, el ambiente.

Y luego está desapareciendo la pasión periodística. El periodismo es fundamentalmente pasión, uno toma decisiones que no están dictadas por ningún racionamiento sino por ese entusiasmo por encontrar la verdad de las cosas y por servir con esa verdad. Está desapareciendo la indignación ante el mal y ese mal está convertido en otra banalidad. Está desapareciendo desde luego esa consideración de que ‘yo tengo que conseguir esta verdad como sea’, que es cuando el periodista despliega todas sus posibilidades, todo eso de pronto va mitigado por la idea de que yo puedo hacer una excelente crónica y reúno todos los datos y me siento a ordenarlos y pongo en funcionamiento mi imaginación, dejando de lado el contacto con la gente.

No son tiempos buenos para el periodismo ideal. Ahora en nombre de un racionalismo refinado todos los idealismos parecen condenados a salir por la puerta de atrás y resulta que el nombre sin ideales se convierte en una máquina programada por sus razonamientos. Los ideales son necesarios, tanto que se puede afirmar que la ética en sí misma es una utopía porque pone una marca altísima que es precisamente la que sirve de estímulo para las acciones de todos los días: la ética no se puede considerar como el producto de un racionamiento, por eso la ética es muy difícil de definir y desde luego es una tontería pretender enseñarla, se comparte y para eso hay que vivir siempre esa pasión por los ideales y las utopías.

No hay que olvidar que el ejercicio excelente de cualquier profesión coincide con los ideales y las utopías y no puede haberla simplemente con el cálculo que puede dar el cumplimiento de cálculos escritos en códigos. La ética va mas allá de los códigos y estos solo marcan el camino en donde se encuentran los ideales.

Javier Darío Restrepo dictó la charla Periodismo en tiempos violentos, en el taller Mundos distintos, amenazas similares, organizado por los organismos Artículo 19, Instituto de las Américas y Freedom House, entre otros, en San Diego, California. Es autor del libro El zumbido y el moscardón, también labora en la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), auspiciada por el Nobel de Literatura Gabriel García Márquez. Ahí, frente a unos 25 reporteros de Rusia, Sri Lanka, Pakistán, México, Guatemala, Colombia, Nicaragua y otros países, llamó a los trabajadores de la comunicación a poner en el centro de todo lo humano.

—Entonces, ¿esto nos ha llevado a la deshumanización del periodismo?
—Sí, porque la humanización, ese enamoramiento de la condición de hombre, solo se puede dar en personas que tienen ideales. El ser humano siempre es una posibilidad, no podemos pensar que el ser humano siempre está terminado y que se agotaron todas las posibilidades, no: el ser humano es un ser posible.

Siempre será así porque en él anidan posibilidades y sabemos que lo posible es una dimensión de lo real que permanece oculta y que solo se manifiesta en quienes están buscando conquistar lo posible. Todos los grandes hechos en la historia de la humanidad se debieron a personas que creyeron en lo posible y que pusieron todo de su parte para que eso oculto emergiera.

En el periodismo pasa lo mismo porque encierra posibilidades enormes y cada periodista tiene todos los días la posibilidad de encontrar un posible tanto dentro de su ejercicio profesional como de la búsqueda que hace de lo humano, y lo humano nunca se agota. A uno lo pone a pensar el entusiasmo que hay en las olimpiadas cuando alguien bate un récord: llegar a un lugar al que nadie ha llegado… cuando alguien bate un récord nos sentimos identificados con esas personas porque hacen lo que nunca nadie hizo antes. El ser humano es ese: el que está conquistando metas que nadie había conquistado, está siempre buscando superarse a sí mismo.

—Hay una suerte de pesimismo en las redacciones. Uno piensa a veces que no hay más qué hacer, que esto no va a cambiar, y se experimenta una suerte de derrotismo por la violencia, la impunidad, porque uno publica y no pasa nada.
—Hay una combinación de elementos. La impaciencia, por ejemplo. Pensar que las cosas cambian de la noche a la mañana y no esperar que haya procesos. Lo otro es una personalidad profesional insegura. Si uno tiene seguridad sobre la naturaleza de la profesión, de ahí puede extraer evidencias de que no es una profesión para la riqueza y la comodidad, sino para el servicio. Y en momentos de crisis como este la información periodística es un artículo de primera necesidad. Cuando el periodismo es realista y contiene y embrida sus impaciencias y conoce de fondo lo que es su profesión, puede hacerle frente a situaciones como esa.


Javier Darío Restrepo:
80 años de edad
53 de periodista



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