lunes, 26 de marzo de 2012

DE LA VIOLENCIA QUE VIENE, UNA PROBADITA


Arturo Soto Munguía


En la sede del PRI estatal en Sonora, los ánimos comienzan a caldearse. Son las cinco de la tarde del viernes 23 de marzo y está a punto de acabar el tiempo para el registro de los delegados que habrían de elegir a quien los represente en la contienda electoral por el distrito XI (Hermosillo Costa). 

Son miles quienes se arraciman y se empujan en la calle; alegan, gritan. Una señora le da en la cabeza a un tipo, con una bolsa de plástico que quién sabe qué contenga. Los gritos suben de tono. Quieren entrar a la asamblea. Son, en su mayoría, hombres y mujeres con el ánimo encendido al punto de la violencia.

Las vallas metálicas colocadas para contener y dirigir el flujo de la multitud, son jaloneadas de uno y otro lado. De los que quieren entrar y de quienes no los dejan. Los decibeles en los gritos suben demasiado y las quijadas endurecidas y los ojos furiosos se multiplican.

Se trata de la asamblea electiva para decidir entre Raymundo Rodríguez Quiñónez, Iris Sánchez Chiu y Gerardo Ceja Becerra. Cada uno busca representar al PRI en la contienda por ese distrito, donde la lista nominal rebasa ligeramente los 190 mil electores. 

Raymundo es hermano del dirigente estatal del PRI, Rosario Rodríguez y ya compitió antes por ese distrito siendo vapuleado por el PAN; Iris Sánchez  es una joven militante del sector campesino que busca por primera vez probarse en las urnas, y Gerardo Ceja es un personaje de lealtades impredecibles.

II

El auditorio Plutarco Elías Calles está al tope. La votación se está llevando a cabo y el sector campesino suministra a los cetemistas una sopa de la que gustan cocinar: echar montón por adelantado para aplastar en la votación a sus contrincantes. 

En algún lugar del mundo, Flor Ayala Robles Linares sonríe, recordando la aplanadora cetemista que la hizo garras cuando le disputó a Vicente Solís Granados la candidatura a la diputación federal por el V Distrito.

La CTM va perdiendo. Los ánimos en la calle son atizados para convocar al portazo de rigor, que permita a la multitud enardecida tomar por asalto el auditorio. 

Las cosas se calientan y el reportero pierde el dato. ¿Cuál es el distrito que se disputa?, pregunta a una señora, a un señor, a un joven, a cuatro o cinco de los que ya rompieron la valla y empujan las puertas del PRI estatal. Nadie sabe. No saben por qué están ahí, pero quieren entrar. Y empujan, gritan, insultan y se arremolinan hasta que dan el portazo y entran en estampida.
La planta baja del edificio del PRI está llena, atiborrada de gente con los ánimos bien caldeados, y Raymundo Rodríguez arenga a gritos destemplados, desgarrando la voz para incitar a sus huestes a no dejarse.
De pronto un estruendo. El eco de una explosión entre las paredes del edificio desata el pánico. Parecen balazos y el olor a pólvora libera todos los miedos, que buscan la salida a rajamadres. Señoras, niños, ancianos; hombres y mujeres en tropel buscando guarecerse de lo que sea, mientras suena otra explosión y luego otra y otra. 

El marco de aluminio en una de las puertas de la entrada principal es débil. Los tornillos que la fijan al piso no resisten y son arrancados en otro estruendo, por la turba que busca salir de pandemónium. Las madres buscan a sus hijos y sus ancianos. Todos gritan y preguntan qué pasa. 

La puerta es arrancada de cuajo y cae al piso en un estruendo de cristales rotos, y por ahí sale la estampida histérica buscando protegerse de no se sabe qué cosa. Buscando con las miradas y las manos y los gritos a sus hijos y sus viejos, entre alaridos y estampas de ‘sálvese quien pueda’.

III
Afuera, una ambulancia permanece con las luces azules y rojas encendidas en medio de la tarde que se acaba, y paramédicos hacen esfuerzos por atender a señoras con la presión arterial y la glucosa al tope; jóvenes en la frontera del desmayo empapadas sus ropas en sudor…

Adentro, los connatos de bronca entre militantes destacados siguen. Raymundo Rodríguez tiene los ojos inyectados y las venas del cuello hinchadas cuando escupe palabras altisonantes a otro priista que le responde de igual manera, mientras Amos Moreno es retirado a empellones por un tipo encabronadísimo que manotea a diestra y siniestra. 

En la puerta del auditorio, una muchacha cae desmayada. Piden a gritos la presencia de los paramédicos que llegan solícitos y diligentemente hacen su trabajo. Les vale madre el entorno. Ellos se abstraen del escándalo y con profesionalismo de corresponsal de guerra, se aplican en lo que saben hacer, ignorando por completo el caos circundante. Son ángeles blindados, me cae, porque la chica poco a poco se reincorpora.

IV
Las cosas comienzan a calmarse. Cada vez son menos los que presa de la histeria, siguen gritando y amenazando. Casi todos, de la CTM.

De alguna parte aparecen Lupita Aguirre, Samuel Moreno Terán, Javier Villarreal, Amós Moreno. Llegan para decir que se ha decidido suspender la asamblea. Que no hay condiciones para llevarla a cabo. Que se repondrá el proceso. Que es lamentable lo sucedido. Que hay intereses ajenos al PRI, interesados en dividirlos. Que nunca había sucedido eso.

Gerardo Ceja nunca se vio por el lugar, aunque estaba twitteando desde el día anterior con Javier Alcaraz Ortega y su sobrino Vicente Sagrestano (confidentes y asesores del gobernador Guillermo Padrés), así como con reporteros-empleados del gobierno estatal.

El Bodoque Yeomans sí se hizo presente, pero ya que pasó todo. En las afueras del edificio del PRI, departía a carcajadas con un pequeño grupo de jóvenes enfundados en ropa de marca y pose de perdonavidas. Pero eso fue cuando ya había pasado todo.

Finalmente, los principales cuadros del priismo ahí presentes comunican al auditorio que la asamblea se cancela. Que se repondrá el procedimiento. Que lamentan mucho lo ocurrido. Eso sucede cuando en el auditorio del PRI, todavía queda en el aire el olor a pólvora, y en la calle, todavía están sacando en peso a una viejita bien asustada.
Colofón
El viernes amaneció con malos presagios. El busto erigido a la memoria de Luis Donaldo Colosio en el cruce de la calle Domingo Olivares y el bulevar que lleva el nombre del candidato presidencial del PRI asesinado el 23 de marzo de 1994 en una plaza de Tijuana, apareció bañado en pintura rojo-sangre.

El monumento, ubicado en céntrico crucero de la ciudad de Hermosillo, donde operan por lo menos tres cámaras de video controladas desde las oficinas de inteligencia estatal, fue vandalizado tétricamente sin que hubiera registro de los hechos. 

Eso no es raro. En Hermosillo han sido ejecutadas decenas de personas en las calles más transitadas, y casi siempre las cámaras están dirigidas a otro lado.

La violencia del viernes en el PRI, tiene su contraparte en el reporte de que un par de funcionarios del gobierno estatal: Oswaldo Córdova Santa Cruz y Felipe López, protagonizaron un zafarrancho en el que salieron a relucir armas de fuego y las detonaron, en la colonia Jesús García.

Los presuntos fueron detenidos y minutos después liberados. 

Nada bien pintan las cosas en el escenario preelectoral sonorense.



chaposoto67@hotmail.com

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