lunes, 26 de marzo de 2012

ZONA DE NADIE EN EL NORTE DE SINALOA


  

Redacción 

Los enfrentamientos entre dos grupos que se disputan el mercado de la droga en la región centro-norte y norte de Sinaloa dejaron nuevamente una estela de muerte y terror en la región.


Ahora fueron siete hombres asesinados en las inmediaciones del poblado Agustina Ramírez, en Angostura, y al menos un hombre herido en la caseta de peaje de Alhuey, sobre la autopista Benito Juárez.

Los protagonistas, según fuentes extraoficiales de la Procuraduría General de Justicia del Estado, son grupos armados de los cárteles de Sinaloa, cuya cabeza en esa zona es el Cholo Iván, con sede en Guamúchil, cabecera municipal de Salvador Alvarado, y del otro lado Fausto Isidro Meza Flores, el Chapo Isidro, que mantiene un férreo control en Guasave y regiones de Sinaloa, Ahome, Choix y El Fuerte.

El Chapo Isidro es el jefe de una alianza criminal que conforman Zetas-Beltrán Leyva y Carrillo Fuentes en esa región. Autoridades lo responsabilizan de varias agresiones, dos de ellas contra agentes del llamado Grupo Élite en Guasave, con un saldo de 18 policías asesinados en emboscadas por la carretera México 15.

Por su parte Orso Iván Gastélum y/o Héctor Arnulfo Cárdenas Quiñónez, el Cholo, ha logrado consolidar su poder en la zona a dos años y medio que se fugó del penal de Culiacán, saliendo, se dijo entonces por las propias autoridades, por la puerta principal.

El Cholo se fugó el 9 de agosto de 2009 y para facilitar la evasión el cártel de Sinaloa repartió fuertes cantidades de dinero a directivos del Centro para la Ejecución de las Consecuencias Jurídicas del Delito.

Lo supo la Procuraduría de Justicia por testimonios de celadores y tras analizar movimientos sospechosos en los días previos a la escapatoria. Al menos medio millón de pesos se utilizó para corromper a mandos de primer nivel del Cecjude.

La noche de la fuga el Cholo organizó una fiesta de despedida con música y bebidas, y dijo a medio mundo que se iría de la cárcel, que el “Señor” —se refería a Joaquín el Chapo Guzmán— le había prometido sacarlo y que estaba cumpliendo su palabra.

Todo esto se registró en la averiguación previa CUL/436/09.

Junto con el Cholo se fugó otro reo identificado como José Luis Encarnación Fernández Padilla.

Orso Iván Gastélum es considerado miembro del círculo élite de sicarios al servicio de Guzmán Loera. Fue detenido en agosto de 2005 al portar un arsenal y presuntamente cuando se disponía a enfrentarse a otro grupo armado en la colonia Lombardo Toledano de Culiacán.

Su verdadero nombre es todavía un misterio, pues ni el Ministerio Público ni el juez pudieron establecerlo con certeza. Por eso quedó registrado como Orso Iván Gastélum, aunque bien podría llamarse Héctor Arnulfo Cárdenas Quiñones y/o Javier Payán Guerra.

Al momento de su fuga el procurador era Alfredo Higuera Bernal y la secretaria de Seguridad Pública era Josefina García Ruiz. El director del Cecjude era Sergio Hernández Hernández y como subdirector fungía José Antonio Reyes Gaspar.

La Procuraduría General de la República abrió el expediente AP/SIN/CLN/894/2009/MV pero sus resultados nunca se conocieron.

Tierra de nadieEl primer enfrentamiento en la zona centro norte de la entidad fue la madrugada del 8 de diciembre de 2009, con saldo de al menos una persona muerta, varios heridos y al menos cuatro privadas de la libertad.

Versiones extraoficiales señalan que el número de muertos fue mucho mayor, ya que participaron muchos vehículos, algunos de ellos blindados y fueron miles de casquillos los encontrados en el lugar por personal de Servicios Periciales e Investigación Criminalista.

Versiones de testigos señalan que los homicidas usaron fusiles automáticos, otros tipo Barret, capaces de atravesar el blindaje y granadas de fragmentación. Habitantes de la región señalaron que el enfrentamiento duró alrededor de una hora y que fueron muchas las personas que murieron ahí, pero que fueron retirados por otros hombres armados y subidos a camionetas. En el lugar quedaron huellas de sangre, al menos nueve vehículos baleados, algunos de ellos con la letra X marcada en cristales y carrocería.

Cerca del único cadáver encontrado en la zona fue hallado un mensaje con la leyenda: “Traicioneros el arreglo se hace para estar tranquilos, Chapo, Mayo, si quieren pelear chingazos van a tener. Atentamente ABL. Alfredo Beltrán Leyva”.

Guamúchil y GuasaveVersiones extraoficiales de la Policía Ministerial señalan que Guamúchil es controlado por el cártel de Sinaloa, con el Cholo Iván como su jefe de operaciones en la región. Pero de ahí para el norte el dominio recae en la alianza conformada por Zetas-Beltrán Leyva-Carrillo, también llamados Mazatlecos, liderados por el Chapo Isidro.

Ambos se desencontraron y aplastaron los aceleradores y jalaron gatillos el 28 de abril de 2011 y el saldo fue de siete personas muertas. La balacera se extendió desde Guamúchil hasta El Burrión, municipio de Guasave. Los cadáveres quedaron regados en al menos dos puntos, luego de que un comando ingresó a la cabecera municipal de Salvador Alvarado y atacó a balazos la comandancia de la Policía Municipal, a las 3 horas: 12 patrullas quedaron rafagueadas, igual que la fachada de las instalaciones.

Cuatro cadáveres fueron lanzados a las vías del ferrocarril y una nueva refriega se dio por la carretera México 15, frente al poblado Las Brisas y continuaron intercambiando disparos hasta El Burrión. En este nuevo episodio quedaron tres hombres muertos y varias camionetas perforadas por los proyectiles.

La balacera continuó durante cerca de dos horas más. Versiones del Ejército Mexicano señalan que en las camionetas encontradas, en las que aparentemente iban algunos de los homicidas, había cargadores, fusiles AK-47, uniformes tipo militar, cartuchos de diversos calibres, equipo de comunicación y granadas de fragmentación.

Otro enfrentamiento se suscitó en noviembre de 2011, cuando comandos de los dos grupos se enfrentaron en las inmediaciones de Guamúchil, hacia el norte, en ataques y persecuciones que se extendieron nuevamente hasta El Burrión.

En estos hechos murió Carlos Omar Elizalde Coronel, mejor conocido como el Güero McGyver, hombre de confianza del Chapo Isidro y cuyo nombre apareció públicamente en enero del 2010 cuando una narcomanta lo responsabilizó a él y a otros del homicidio del periodista José Luis Romero, del noticiero radiofónico Línea Directa.

Huellas recientesDurante la madrugada del pasado viernes 23 de marzo, un comando ejecutó a balazos a siete hombres en las inmediaciones de la comunidad Agustina Ramírez, municipio de Angostura.

Las víctimas fueron identificadas como Juan Miguel Mora Aguilera de 24 años, Carmelo Vázquez Medel de 59, Jesús Eduardo Valenzuela Vázquez de 30, Martín Mora Aguilera de 42 y Luis Alonso Moreno Sauceda de 29 años, quien se desempeñaba como trailero, todos con domicilio en el poblado Agustina Ramírez, Angostura. También Carmelo Vázquez Medel de 59 años y Luis Alonso Moreno Zazueta de 29 años.

Las primeras investigaciones indican que un grupo armado llegó al lugar y al parecer llevaban atados de manos a otros dos que tenían lesiones diversas. Los homicidas sometieron a cinco personas que estaban ahí y les ordenaran que se acostaran boca abajo y después les dispararon. Los cuerpos quedaron regados entre depósitos de combustible.

En el lugar fueron registrados por el Servicio Médico Forense decenas de casquillos de calibre 7.62 x 39 milímetros de fusil AK-47 y de AR-15.

Versiones extraoficiales señalan que en su huida los agresores se toparon con hombres armados de organizaciones enemigas y se enfrentaron a tiros. Los homicidas de las siete personas al parecer se dirigían al municipio de Guasave; vecinos de algunos poblados de la región señalaron que vieron pasar una camioneta de redilas, con la leyenda Purina, llena de hombres armados.

La primera reconstrucción de los hechos indica que comandos persiguieron a los sicarios que habían asesinado a los siete hombres en Agustina Ramírez y les dieron alcance en la caseta de peaje ubicada a la altura de Alhuey, donde se enfrentaron a balazos y donde resultó herido un trailero que pasaba por el lugar.

Un kilómetro adelante de la caseta, rumbo a Guasave, fue abandonada una camioneta doble rodado color rojo con un rifle Barret empotrado sobre la caja. Aquí las autoridades aseguraron ropa tipo militar, cargadores para fusiles y cientos de tiros útiles.

También se aseguró una camioneta marca Chevrolet, de color rojo, doble cabina, que también quedó abandonada con varios impactos de bala.

Fuentes de la Procuraduría indicaron que en esta zona los sicarios despojaron un auto Jetta de color gris, una camioneta Dodge Ram y una Ford Lobo, donde subieron a dos personas lesionadas para emprender la huída.

Con motivo de la refriega, en algunos planteles de Angostura y Salvador Alvarado las clases se suspendieron, como en la telesecundaria 158-D, en cuyos alrededores hombres armados efectuaron disparos, lo que provocó sicosis en los niños y obligó a las autoridades del plantel a regresarlos a sus viviendas. En el edificio del Ayuntamiento, en Guamúchil, el Gobierno local decidió desalojar el edificio ante versiones de que se aproximaban varios homicidas al sector, en el primer cuadro de la ciudad.

La semana pasada, la Sedena anunció el retiro del retén que desde el 10 de febrero mantenía a la altura de El Burrión y que había sido instalado por los enfrentamientos que se habían dado en esta zona.


Pobladores de Angostura narran los enfrentamientosTestigos de la guerra
Elier Lizárraga“Necesitamos que nos des agua para atender a un herido. No traemos nada contigo. Cúbrete”, le dice el sicario al conductor de tráiler que fue baleado en la caseta de Las Brisas, sobre la carretera Benito Juárez, en Angostura. 



Es viernes 22 de marzo. 8:00 horas. 


El sujeto no tiene otra opción que darle el agua de un garrafón y correr a un sembradío de maíz para protegerse de posibles ataques. 


Por su propia seguridad, deja la mole de caucho, lámina y hierro abandonado. Era eso o quedarse a la suerte, dice.

Tiene una hora descansando para continuar el trayecto hacia el norte del país. Despierta para lavarse los dientes y comer algo cuando llega la primera camioneta, una pick up de redilas que no sabe identificar y esta dispara en dirección a la caseta de cobro, impactando balas de fusil Barret en las instalaciones, según versiones de algunos empleados. Durante el ataque resultó herido otro conductor, quien, aunque no sufrió daños de gravedad, prefirió retirarse.

Balas de menor calibre atraviesan la caja de carga del tráiler del primer conductor, pero no le causan ningún daño. Este se limita a agazaparse, proteger su vida dentro del vehículo, con miedo, pero entonces los sicarios se le acercan. “No es contigo la cosa”, le dicen, pero no es suficiente para calmar el miedo. Huye. Los pistoleros se agrupan cerca de su vehículo y tras algunos matorrales de la zona. Por el miedo prefiere no ver ni contar a los atacantes.

“Corrí al campo. Dejé el tráiler ahí y me fui corriendo para esconderme. Vi cuando llegó la otra camioneta y empezaron a dispararse unos a otros. Es la primera vez que me toca algo así en esta parte del país y la verdad siento que volví a nacer. Mira mi tráiler, está todo baleado”, lamenta el sujeto que viene desde algún estado del centro de la república.

Minutos más tarde arriba una Ford Lobo negra con un segundo grupo. Abren fuego contra el primero. Atraviesan la camioneta en medio del camino y se resguardan tras ella. Atacan de nuevo. Así durante varios minutos. No hay muertos ni heridos, solo víctimas del terror. Los grupos de pistoleros que se enfrentaron enfilan con rumbo desconocido. En el ambiente solo queda el eco de los disparos y el miedo, el olor de la pólvora quemada.

“Cuando se acercaron para pedirme agua sentí miedo. No traían armas pero sentí que si no les abría me podían matar. Al principio no pude correr, nomás me hice bola aquí adentro y oí cómo pegaban las balas aquí en la cabina. Los cristales están rotos y, si me voy con el carro así como lo dejaron, me van a ir parando en cada retén para quitármelo”, explica el sujeto.

Es obligado a permanecer en la caseta porque necesita un permiso especial otorgado por una autoridad federal para circular con el vehículo baleado. Pero no está tranquilo pues la advertencia de la Policía Federal es aterrante: “Será mejor que te muevas de ahí, van a volver”.

La muerte que todos temenEste enfrentamiento se produce seis horas después del enfrentamiento en El Ébano, donde fueron ejecutados siete sujetos a la 01:20 de la madrugada. Aunque la Policía dio cuenta del hecho, la mayoría de los vecinos se niegan a hablar de ello: tienen miedo.

Cuando los reporteros se acercan, se retiran a sus casas. “No sabemos nada. Nosotros no vimos nada”, justifican. Otros, más aventurados, se atreven a decir solo que escucharon algo por algún rumbo cercano, “allá, cerca de la escuela, en el parque”, pero en todas partes se puede ver lo mismo: la zozobra se siente en el aire. Se respira. Casi se escucha en las voces agazapadas de los pobladores de El Ébano, Las Cachimbas y Alhuey, poblados cercanos a donde ocurrieron los enfrentamientos.

En El Ébano la gente está resguardada en sus casas. Prefieren no hablar. En Alhuey, ya pasadas las horas más pesadas de la tarde, la gente empieza a salir, a reconocer el terreno tras la dura mañana.

Sin embargo, en todas partes es lo mismo: no ha venido la Policía. Los vecinos aseguran que elementos del Ejército, así como varios grupos de la Policía Estatal Preventiva y la Ministerial, pasaron por sus poblados pero se retiraron casi de manera inmediata. Un operativo rápido aunque infructuoso, pues no se logró la captura de ningún criminal. Se fueron y nadie volvió a verlos.

“Oímos los balazos y nos escondimos, pero estábamos lejos, no vimos nada. Nomás vimos que la Policía entró pero se fueron rápido. No encontraron nada”.

“Nosotros los vimos pasar. Entraron todos en bola, como buscando a alguien, pero se fueron y no se llevaron a nadie. Ni siquiera nos preguntaron si habíamos visto algo”, dicen algunos. Horas más tarde, sin embargo, el gobernador Mario López Valdez aseguró que se había iniciado un operativo con el Grupo Élite, en coordinación con la milicia y la Marina.

“No hemos perdido el control de la seguridad en el Évora, ya tenemos un operativo para buscar a los responsables de los hechos que empezaron durante esta madrugada. Ya tenemos un operativo en coordinación con el Grupo Élite, el Ejército y la Marina para buscar a los responsables de esos hechos”, aseguraba el gobernador.

Sin embargo, al visitar la zona no se puede avistar una sola patrulla, ni siquiera de la Policía Municipal de Angostura.

Los vecinos, aunque no se atreven a señalar a qué grupo pertenecen los agresores, afirman que son grupos que se pelean entre sí por el territorio, “por la plaza, para quedarse con todo”, dicen.

Según las autoridades, luego del enfrentamiento quedó abandonada la camioneta de redilas en la cual viajaban los sicarios, y bajo esta había una granada de agresión, la cual fue retirada por el Ejército.

Advertencias de muerte“No vayan por ese camino, está lleno de gente que no anda bien, gente armada. Mejor váyanse por la pavimentada, rodeen por Las Golondrinas y por ahí váyanse a Las Cachimbas”, dice una vendedora en Las Brisas. Manifiesta que no se enteró de todos los acontecimientos, pero el rumor de la gente es el mismo: hubo una balacera muy temprano, mataron a muchos. Luego se enfrentaron otra vez en la caseta de Las Brisas.

En el camino, un conductor hace otra advertencia: si quieren yo los llevo, por si tienen miedo. No vaya a ser que les pase algo.

Pero en Las Cachimbas tampoco pasó nada. La gente no quiere hablar. Nadie sabe nada de enfrentamientos o asesinatos. Permanecen en sus casas, resguardados tras las cercas perimetrales del lugar. Solo unos pocos niños se aventuran a salir a las calles, pero rápidamente son reprendidos por sus padres. Permanecen aquellos que se ven forzados a trabajar, como albañiles y soldadores.

El miedo imperanteTanto en Angostura como en Salvador Alvarado se suspendieron las clases en las escuelas a causa de los enfrentamientos. Las escuelas rurales de los poblados cercanos a la autopista Benito Juárez están vacías; ni siquiera los turnos vespertinos, a pesar de que los enfrentamientos fueron durante las primeras horas del día, dieron clase en ese día fatídico.

En Guamúchil el Ayuntamiento suspendió labores y fue evacuado. Prefirieron no correr riesgos.

Algunos jóvenes de secundaria en Alhuey cuentan cómo algunos casi salen corriendo por el pánico causado por el sonido de los fusiles, como si las balas arrasaran con todo lo que encontraban a su paso, implacables.

“Algunos corrimos, pero otros de plano se tiraron al suelo. Yo no quise esperar a que vinieran mis papás por mí, me vine a la casa y aquí me quedé. No he salido ni a la tienda por el miedo”, dice Raúl, quien prefiere mantener su nombre en secreto. Otros jóvenes que se encuentran en la casa prefieren no decir nada. No vaya a ser que alguien sepa que hablaron y vengan por ellos.

Mientras caen las últimas horas de la tarde, en Angostura la gente prefiere no hablar, no ver, no señalar. Son testigos mudos de las masacres de los sicarios que se pelean el territorio, que lentamente ahogan la poca paz que queda y permanecen en la impunidad, sin que la espada de la justicia los alcance.

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