Los enfrentamientos entre dos grupos que se disputan el
mercado de la droga en la región centro-norte y norte de Sinaloa dejaron
nuevamente una estela de muerte y terror en la región.
Ahora fueron siete hombres asesinados en las inmediaciones del poblado
Agustina Ramírez, en Angostura, y al menos un hombre herido en la caseta de
peaje de Alhuey, sobre la autopista Benito Juárez.
Los protagonistas,
según fuentes extraoficiales de la Procuraduría General de Justicia del Estado,
son grupos armados de los cárteles de Sinaloa, cuya cabeza en esa zona es el
Cholo Iván, con sede en Guamúchil, cabecera municipal de Salvador Alvarado, y
del otro lado Fausto Isidro Meza Flores, el Chapo Isidro, que mantiene un férreo
control en Guasave y regiones de Sinaloa, Ahome, Choix y El Fuerte.
El
Chapo Isidro es el jefe de una alianza criminal que conforman Zetas-Beltrán
Leyva y Carrillo Fuentes en esa región. Autoridades lo responsabilizan de varias
agresiones, dos de ellas contra agentes del llamado Grupo Élite en Guasave, con
un saldo de 18 policías asesinados en emboscadas por la carretera México
15.
Por su parte Orso Iván Gastélum y/o Héctor Arnulfo Cárdenas Quiñónez,
el Cholo, ha logrado consolidar su poder en la zona a dos años y medio que se
fugó del penal de Culiacán, saliendo, se dijo entonces por las propias
autoridades, por la puerta principal.
El Cholo se fugó el 9 de agosto de
2009 y para facilitar la evasión el cártel de Sinaloa repartió fuertes
cantidades de dinero a directivos del Centro para la Ejecución de las
Consecuencias Jurídicas del Delito.
Lo supo la Procuraduría de Justicia
por testimonios de celadores y tras analizar movimientos sospechosos en los días
previos a la escapatoria. Al menos medio millón de pesos se utilizó para
corromper a mandos de primer nivel del Cecjude.
La noche de la fuga el
Cholo organizó una fiesta de despedida con música y bebidas, y dijo a medio
mundo que se iría de la cárcel, que el “Señor” —se refería a Joaquín el Chapo
Guzmán— le había prometido sacarlo y que estaba cumpliendo su
palabra.
Todo esto se registró en la averiguación previa
CUL/436/09.
Junto con el Cholo se fugó otro reo identificado como José
Luis Encarnación Fernández Padilla.
Orso Iván Gastélum es considerado
miembro del círculo élite de sicarios al servicio de Guzmán Loera. Fue detenido
en agosto de 2005 al portar un arsenal y presuntamente cuando se disponía a
enfrentarse a otro grupo armado en la colonia Lombardo Toledano de
Culiacán.
Su verdadero nombre es todavía un misterio, pues ni el
Ministerio Público ni el juez pudieron establecerlo con certeza. Por eso quedó
registrado como Orso Iván Gastélum, aunque bien podría llamarse Héctor Arnulfo
Cárdenas Quiñones y/o Javier Payán Guerra.
Al momento de su fuga el
procurador era Alfredo Higuera Bernal y la secretaria de Seguridad Pública era
Josefina García Ruiz. El director del Cecjude era Sergio Hernández Hernández y
como subdirector fungía José Antonio Reyes Gaspar.
La Procuraduría
General de la República abrió el expediente AP/SIN/CLN/894/2009/MV pero sus
resultados nunca se conocieron.
Tierra de
nadieEl primer enfrentamiento en la zona centro norte de la
entidad fue la madrugada del 8 de diciembre de 2009, con saldo de al menos una
persona muerta, varios heridos y al menos cuatro privadas de la
libertad.
Versiones extraoficiales señalan que el número de muertos fue
mucho mayor, ya que participaron muchos vehículos, algunos de ellos blindados y
fueron miles de casquillos los encontrados en el lugar por personal de Servicios
Periciales e Investigación Criminalista.
Versiones de testigos señalan
que los homicidas usaron fusiles automáticos, otros tipo Barret, capaces de
atravesar el blindaje y granadas de fragmentación. Habitantes de la región
señalaron que el enfrentamiento duró alrededor de una hora y que fueron muchas
las personas que murieron ahí, pero que fueron retirados por otros hombres
armados y subidos a camionetas. En el lugar quedaron huellas de sangre, al menos
nueve vehículos baleados, algunos de ellos con la letra X marcada en cristales y
carrocería.
Cerca del único cadáver encontrado en la zona fue hallado un
mensaje con la leyenda: “Traicioneros el arreglo se hace para estar tranquilos,
Chapo, Mayo, si quieren pelear chingazos van a tener.
Atentamente ABL. Alfredo Beltrán Leyva”.
Guamúchil y
GuasaveVersiones extraoficiales de la Policía Ministerial
señalan que Guamúchil es controlado por el cártel de Sinaloa, con el Cholo Iván
como su jefe de operaciones en la región. Pero de ahí para el norte el dominio
recae en la alianza conformada por Zetas-Beltrán Leyva-Carrillo, también
llamados Mazatlecos, liderados por el Chapo Isidro.
Ambos se
desencontraron y aplastaron los aceleradores y jalaron gatillos el 28 de abril
de 2011 y el saldo fue de siete personas muertas. La balacera se extendió desde
Guamúchil hasta El Burrión, municipio de Guasave. Los cadáveres quedaron regados
en al menos dos puntos, luego de que un comando ingresó a la cabecera municipal
de Salvador Alvarado y atacó a balazos la comandancia de la Policía Municipal, a
las 3 horas: 12 patrullas quedaron rafagueadas, igual que la fachada de las
instalaciones.
Cuatro cadáveres fueron lanzados a las vías del
ferrocarril y una nueva refriega se dio por la carretera México 15, frente al
poblado Las Brisas y continuaron intercambiando disparos hasta El Burrión. En
este nuevo episodio quedaron tres hombres muertos y varias camionetas perforadas
por los proyectiles.
La balacera continuó durante cerca de dos horas más.
Versiones del Ejército Mexicano señalan que en las camionetas encontradas, en
las que aparentemente iban algunos de los homicidas, había cargadores, fusiles
AK-47, uniformes tipo militar, cartuchos de diversos calibres, equipo de
comunicación y granadas de fragmentación.
Otro enfrentamiento se suscitó
en noviembre de 2011, cuando comandos de los dos grupos se enfrentaron en las
inmediaciones de Guamúchil, hacia el norte, en ataques y persecuciones que se
extendieron nuevamente hasta El Burrión.
En estos hechos murió Carlos
Omar Elizalde Coronel, mejor conocido como el Güero McGyver, hombre de confianza
del Chapo Isidro y cuyo nombre apareció públicamente en enero del 2010 cuando
una narcomanta lo responsabilizó a él y a otros del homicidio del periodista
José Luis Romero, del noticiero radiofónico Línea
Directa.
Huellas recientesDurante la madrugada
del pasado viernes 23 de marzo, un comando ejecutó a balazos a siete hombres en
las inmediaciones de la comunidad Agustina Ramírez, municipio de
Angostura.
Las víctimas fueron identificadas como Juan Miguel Mora
Aguilera de 24 años, Carmelo Vázquez Medel de 59, Jesús Eduardo Valenzuela
Vázquez de 30, Martín Mora Aguilera de 42 y Luis Alonso Moreno Sauceda de 29
años, quien se desempeñaba como trailero, todos con domicilio en el poblado
Agustina Ramírez, Angostura. También Carmelo Vázquez Medel de 59 años y Luis
Alonso Moreno Zazueta de 29 años.
Las primeras investigaciones indican
que un grupo armado llegó al lugar y al parecer llevaban atados de manos a otros
dos que tenían lesiones diversas. Los homicidas sometieron a cinco personas que
estaban ahí y les ordenaran que se acostaran boca abajo y después les
dispararon. Los cuerpos quedaron regados entre depósitos de
combustible.
En el lugar fueron registrados por el Servicio Médico
Forense decenas de casquillos de calibre 7.62 x 39 milímetros de fusil AK-47 y
de AR-15.
Versiones extraoficiales señalan que en su huida los agresores
se toparon con hombres armados de organizaciones enemigas y se enfrentaron a
tiros. Los homicidas de las siete personas al parecer se dirigían al municipio
de Guasave; vecinos de algunos poblados de la región señalaron que vieron pasar
una camioneta de redilas, con la leyenda Purina, llena de hombres
armados.
La primera reconstrucción de los hechos indica que comandos
persiguieron a los sicarios que habían asesinado a los siete hombres en Agustina
Ramírez y les dieron alcance en la caseta de peaje ubicada a la altura de
Alhuey, donde se enfrentaron a balazos y donde resultó herido un trailero que
pasaba por el lugar.
Un kilómetro adelante de la caseta, rumbo a Guasave,
fue abandonada una camioneta doble rodado color rojo con un rifle Barret
empotrado sobre la caja. Aquí las autoridades aseguraron ropa tipo militar,
cargadores para fusiles y cientos de tiros útiles.
También se aseguró una
camioneta marca Chevrolet, de color rojo, doble cabina, que también quedó
abandonada con varios impactos de bala.
Fuentes de la Procuraduría
indicaron que en esta zona los sicarios despojaron un auto Jetta de color gris,
una camioneta Dodge Ram y una Ford Lobo, donde subieron a dos personas
lesionadas para emprender la huída.
Con motivo de la refriega, en algunos
planteles de Angostura y Salvador Alvarado las clases se suspendieron, como en
la telesecundaria 158-D, en cuyos alrededores hombres armados efectuaron
disparos, lo que provocó sicosis en los niños y obligó a las autoridades del
plantel a regresarlos a sus viviendas. En el edificio del Ayuntamiento, en
Guamúchil, el Gobierno local decidió desalojar el edificio ante versiones de que
se aproximaban varios homicidas al sector, en el primer cuadro de la
ciudad.
La semana pasada, la Sedena anunció el retiro del retén que desde
el 10 de febrero mantenía a la altura de El Burrión y que había sido instalado
por los enfrentamientos que se habían dado en esta
zona.
Pobladores de Angostura narran los
enfrentamientosTestigos de la
guerra Elier
Lizárraga“Necesitamos que nos des agua para atender a un
herido. No traemos nada contigo. Cúbrete”, le dice el sicario al conductor de
tráiler que fue baleado en la caseta de Las Brisas, sobre la carretera Benito
Juárez, en Angostura.
Es viernes 22 de marzo. 8:00 horas.
El sujeto no tiene
otra opción que darle el agua de un garrafón y correr a un sembradío de maíz
para protegerse de posibles ataques.
Por su propia seguridad, deja la mole de
caucho, lámina y hierro abandonado. Era eso o quedarse a la suerte,
dice.
Tiene una hora descansando para continuar el trayecto hacia el
norte del país. Despierta para lavarse los dientes y comer algo cuando llega la
primera camioneta, una pick up de redilas que no sabe identificar y esta dispara
en dirección a la caseta de cobro, impactando balas de fusil Barret en las
instalaciones, según versiones de algunos empleados. Durante el ataque resultó
herido otro conductor, quien, aunque no sufrió daños de gravedad, prefirió
retirarse.
Balas de menor calibre atraviesan la caja de carga del tráiler
del primer conductor, pero no le causan ningún daño. Este se limita a
agazaparse, proteger su vida dentro del vehículo, con miedo, pero entonces los
sicarios se le acercan. “No es contigo la cosa”, le dicen, pero no es suficiente
para calmar el miedo. Huye. Los pistoleros se agrupan cerca de su vehículo y
tras algunos matorrales de la zona. Por el miedo prefiere no ver ni contar a los
atacantes.
“Corrí al campo. Dejé el tráiler ahí y me fui corriendo para
esconderme. Vi cuando llegó la otra camioneta y empezaron a dispararse unos a
otros. Es la primera vez que me toca algo así en esta parte del país y la verdad
siento que volví a nacer. Mira mi tráiler, está todo baleado”, lamenta el sujeto
que viene desde algún estado del centro de la república.
Minutos más
tarde arriba una Ford Lobo negra con un segundo grupo. Abren fuego contra el
primero. Atraviesan la camioneta en medio del camino y se resguardan tras ella.
Atacan de nuevo. Así durante varios minutos. No hay muertos ni heridos, solo
víctimas del terror. Los grupos de pistoleros que se enfrentaron enfilan con
rumbo desconocido. En el ambiente solo queda el eco de los disparos y el miedo,
el olor de la pólvora quemada.
“Cuando se acercaron para pedirme agua
sentí miedo. No traían armas pero sentí que si no les abría me podían matar. Al
principio no pude correr, nomás me hice bola aquí adentro y oí cómo pegaban las
balas aquí en la cabina. Los cristales están rotos y, si me voy con el carro así
como lo dejaron, me van a ir parando en cada retén para quitármelo”, explica el
sujeto.
Es obligado a permanecer en la caseta porque necesita un permiso
especial otorgado por una autoridad federal para circular con el vehículo
baleado. Pero no está tranquilo pues la advertencia de la Policía Federal es
aterrante: “Será mejor que te muevas de ahí, van a volver”.
La
muerte que todos temenEste enfrentamiento se produce seis horas
después del enfrentamiento en El Ébano, donde fueron ejecutados siete sujetos a
la 01:20 de la madrugada. Aunque la Policía dio cuenta del hecho, la mayoría de
los vecinos se niegan a hablar de ello: tienen miedo.
Cuando los
reporteros se acercan, se retiran a sus casas. “No sabemos nada. Nosotros no
vimos nada”, justifican. Otros, más aventurados, se atreven a decir solo que
escucharon algo por algún rumbo cercano, “allá, cerca de la escuela, en el
parque”, pero en todas partes se puede ver lo mismo: la zozobra se siente en el
aire. Se respira. Casi se escucha en las voces agazapadas de los pobladores de
El Ébano, Las Cachimbas y Alhuey, poblados cercanos a donde ocurrieron los
enfrentamientos.
En El Ébano la gente está resguardada en sus casas.
Prefieren no hablar. En Alhuey, ya pasadas las horas más pesadas de la tarde, la
gente empieza a salir, a reconocer el terreno tras la dura mañana.
Sin
embargo, en todas partes es lo mismo: no ha venido la Policía. Los vecinos
aseguran que elementos del Ejército, así como varios grupos de la Policía
Estatal Preventiva y la Ministerial, pasaron por sus poblados pero se retiraron
casi de manera inmediata. Un operativo rápido aunque infructuoso, pues no se
logró la captura de ningún criminal. Se fueron y nadie volvió a
verlos.
“Oímos los balazos y nos escondimos, pero estábamos lejos, no
vimos nada. Nomás vimos que la Policía entró pero se fueron rápido. No
encontraron nada”.
“Nosotros los vimos pasar. Entraron todos en bola,
como buscando a alguien, pero se fueron y no se llevaron a nadie. Ni siquiera
nos preguntaron si habíamos visto algo”, dicen algunos. Horas más tarde, sin
embargo, el gobernador Mario López Valdez aseguró que se había iniciado un
operativo con el Grupo Élite, en coordinación con la milicia y la
Marina.
“No hemos perdido el control de la seguridad en el Évora, ya
tenemos un operativo para buscar a los responsables de los hechos que empezaron
durante esta madrugada. Ya tenemos un operativo en coordinación con el Grupo
Élite, el Ejército y la Marina para buscar a los responsables de esos hechos”,
aseguraba el gobernador.
Sin embargo, al visitar la zona no se puede
avistar una sola patrulla, ni siquiera de la Policía Municipal de
Angostura.
Los vecinos, aunque no se atreven a señalar a qué grupo
pertenecen los agresores, afirman que son grupos que se pelean entre sí por el
territorio, “por la plaza, para quedarse con todo”, dicen.
Según las
autoridades, luego del enfrentamiento quedó abandonada la camioneta de redilas
en la cual viajaban los sicarios, y bajo esta había una granada de agresión, la
cual fue retirada por el Ejército.
Advertencias de
muerte“No vayan por ese camino, está lleno de gente que no anda
bien, gente armada. Mejor váyanse por la pavimentada, rodeen por Las Golondrinas
y por ahí váyanse a Las Cachimbas”, dice una vendedora en Las Brisas. Manifiesta
que no se enteró de todos los acontecimientos, pero el rumor de la gente es el
mismo: hubo una balacera muy temprano, mataron a muchos. Luego se enfrentaron
otra vez en la caseta de Las Brisas.
En el camino, un conductor hace otra
advertencia: si quieren yo los llevo, por si tienen miedo. No vaya a ser que les
pase algo.
Pero en Las Cachimbas tampoco pasó nada. La gente no quiere
hablar. Nadie sabe nada de enfrentamientos o asesinatos. Permanecen en sus
casas, resguardados tras las cercas perimetrales del lugar. Solo unos pocos
niños se aventuran a salir a las calles, pero rápidamente son reprendidos por
sus padres. Permanecen aquellos que se ven forzados a trabajar, como albañiles y
soldadores.
El miedo imperanteTanto en Angostura
como en Salvador Alvarado se suspendieron las clases en las escuelas a causa de
los enfrentamientos. Las escuelas rurales de los poblados cercanos a la
autopista Benito Juárez están vacías; ni siquiera los turnos vespertinos, a
pesar de que los enfrentamientos fueron durante las primeras horas del día,
dieron clase en ese día fatídico.
En Guamúchil el Ayuntamiento suspendió
labores y fue evacuado. Prefirieron no correr riesgos.
Algunos jóvenes de
secundaria en Alhuey cuentan cómo algunos casi salen corriendo por el pánico
causado por el sonido de los fusiles, como si las balas arrasaran con todo lo
que encontraban a su paso, implacables.
“Algunos corrimos, pero otros de
plano se tiraron al suelo. Yo no quise esperar a que vinieran mis papás por mí,
me vine a la casa y aquí me quedé. No he salido ni a la tienda por el miedo”,
dice Raúl, quien prefiere mantener su nombre en secreto. Otros jóvenes que se
encuentran en la casa prefieren no decir nada. No vaya a ser que alguien sepa
que hablaron y vengan por ellos.
Mientras caen las últimas horas de la
tarde, en Angostura la gente prefiere no hablar, no ver, no señalar. Son
testigos mudos de las masacres de los sicarios que se pelean el territorio, que
lentamente ahogan la poca paz que queda y permanecen en la impunidad, sin que la
espada de la justicia los alcance. |
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