Associated Press
Moid Abdul Salam terminó defendiendo causas islámicas radicales por falta de
opciones. Viene de una familia acomodada de Texas, asistió a un internado caro y
se graduó en una respetada universidad.
Pero el factor que hacía más
improbable que fuera reclutado era su misma familia: dos generaciones habían
pasado años en la promoción de la armonía ecuménica y el combate a los
estereotipos musulmanes en su poblado natal e incluso en la televisión a nivel
nacional.
Salam, sin embargo, rechazó la fe moderada y la vida cómoda de sus
parientes, y eligió un camino que lo llevó a colaborar con Al-Qaeda. Su odisea
terminó a fines del año pasado en una explosión a la mitad de la noche en
Pakistán. Salam, padre de cuatro hijos, de 37 años, murió después que tropas
paramilitares allanaran su apartamento.
Su deceso el 19 de noviembre en gran
medida pasó inadvertido en Estados Unidos y sólo generó cierta atención en
Pakistán. Pero amenazó con opacar el trabajo de una familia estadounidense
dedicada a buscar el entendimiento entre religiones.
Y su misteriosa
evolución personal sirve de recordatorio de la atracción que Pakistán aún ejerce
sobre muchos creyentes islámicos, en especial los occidentales bien educados
cuyas habilidades políglotas y en el manejo de internet los convierten en
blancos que pueden resultar muy útiles en la yihad, o guerra santa.
"Hay
cosas que no queremos que ocurran pero que tenemos que aceptar, cosas que no
queremos saber pero tenemos que aprender, y un ser querido sin el cual no
podemos vivir pero que tenemos que dejar ir", escribió la madre de Salam, Hasna
Shahin Salam, el mes pasado en su página de Facebook.
La violencia no se
detuvo tras la muerte de Salam. Semanas después de su fallecimiento, sus
compañeros extremistas mataron a tres soldados con una bomba a un costado del
camino en represalia por la redada.
Se desconoce hasta qué punto la familia
de Salam sabía de su radicalismo, pero un mes antes de que muriera, él colocó en
su página de Facebook una imagen de Anuar al-Awalki, el líder estadounidense de
Al-Qaeda muerto en un ataque de un avión no tripulado de Estados Unidos en
Yemen, junto a una bandera estadounidense en llamas.
Recientemente también se
había vinculado con un documento que elogiaba el martirio de al-Awalki y a un
mensaje que exhortaba a los musulmanes a rejocijarse "en esta época en que ven a
los muyahidín (persona que hace la guerra santa) victoriosos por todo el
mundo".
Después de su muerte, el Foro Global de Medios Islámicos, un grupo de
propaganda para al-Qaeda y sus aliados, describió a Salam como un mártir, y
explicó en un mensaje en internet que él había supervisado una unidad que
producía propaganda en lengua urdu y otros idiomas del sur de Asia.
Un alto
funcionario estadounidense en el combate al terrorismo, el cual pidió guardar el
anonimato debido a lo delicado de la información, dijo que a través de los años
el papel de Salam se había expandido más allá de la propaganda y había llegado a
ser un cuadro.
La familia, originaria de Pakistán, emigró a Estados Unidos
hace décadas. El padre de Salam era piloto de una aerolínea saudí, y a la larga
la familia se asentó en Plano, un suburbio de Dallas. Su casa de ladrillos color
crema, valuada en casi 400,000 dólares, se ubica en una esquina de un vecindario
tranquilo de clase alta.
La familia obtuvo la ciudadanía estadounidense en
1986. Salam asistió a la Academia Suffield en Connecticut, una secundaria
privada donde la matrícula y el pago del internado cuestan 46,500 dólares en la
actualidad. Se graduó en 1992.
Una compañera de clases, Wadiya Wynn, de
Laurel, Maryland, recuerda que Salam jugaba golf en el equipo universitario,
cantaba en un grupo a capela y en el coro de música de cámara, y solía andar con
un pequeño grupo de amigos "con aspecto de hippies". Ella pensaba que él era un
estudiante mediocre, pero hizo notar que el sólo hecho de ser admitido en
Suffield indica que uno ya es muy competitivo.
Posteriormente estudió
historia en la Universidad de Texas en Austin y se graduó en 1996. Su perfil en
Facebook indicaba que se mudó a Arabia Saudí en 2003 y comenzó a trabajar como
traductor, escritor y director de sitios de internet sobre el islam.
Salam,
que aparentemente llevaba unos nueve años activo en círculos extremistas, llegó
hace tres años a Karachi, la ciudad más grande de Pakistán, y pasó a ser un
enlace importante entre Al-Qaeda, el Talibán y otros grupos extremistas, de
acuerdo con un militante de Al-Qaeda en esa ciudad que habló a condición de
guardar el anonimato porque las autoridades lo buscan.
En Estados Unidos, la
madre de Salam es una destacada residente de Plano, donde es copresidenta de un
grupo asesor de la ciudad llamado el Plano Multicultural Outreach Roundtable
(Mesa Redonda de Acercamiento Multicultural de Plano), así como ex presidenta de
la Fundación de Mujeres Musulmanas de Texas.
Hind Jarrah, fundadora de este
último grupo, dijo que Shahin y su esposo están demasiado alterados como para
hablar con nadie.
"Ella es una ciudadana estadounidense comprometida. Trabaja
duro", dijo Jarrah, al tiempo que la llamó una de las mujeres "más agradables,
más comprometidas y de mente más abierta" que ha conocido.
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