martes, 2 de abril de 2019

DESAPARECIDOS EN TIJUANA; CADA VEZ MÁS APARECEN SIN VIDA


Autoridades han identificado un alza en las desapariciones forzadas en Tijuana, la Fiscalía Especializada ya no solo recibe reportes de menores, adultos mayores o migrantes extraviados, sino de personas privadas de la libertad, principalmente por otros delincuentes, para ser asesinadas. Esta tendencia constituye el 60 por ciento de los casos que atienden. Con el aumento en homicidios dolosos, las investigaciones apuntan al narcomenudeo como causa de ello. Los desaparecidos están siendo encontrados, pero muertos

Hasta hace unos años, el área especializada en búsqueda de personas de la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE) en Tijuana recibía mayormente reportes de adolescentes que salían de sus hogares. Casi siempre eran localizados en días u horas, pero la situación de violencia en la ciudad ha cambiado ese patrón.

Ahora la mayoría de los casos se concentran en desapariciones forzadas, encontrar a aquellas personas que fueron privadas de la libertad para luego ser asesinadas.

Miguel Ángel Guerrero, titular de la Fiscalía Especializada para la Investigación y Persecución de Delitos de Desaparición Forzada y Desaparición cometida por Particulares y No Localizados, explica que desde inicios de 2018, los reportes que recibe esta área, antes conocida como CAPEA (Centro de Apoyo para Personas Ausentes o Extraviadas), comenzaron a cambiar.

“Nos están apareciendo muertos. Anteriormente, el 70 por ciento de los reportes de CAPEA eran de menores de edad que se iban de sus casas, ahora el 60% son temas de narcomenudistas que reportan como desaparecidos y muchas veces los encontramos en Semefo o sin vida en algún punto de la ciudad”, señala el funcionario estatal.

El modo de operación de estos crímenes es el siguiente: la víctima es privada de la libertad, trasladada a un domicilio, donde se le golpea o tortura -muchas veces con el fin de obtener información acerca de droga, dinero o del grupo delincuencial contrario-, después es asesinada y su cuerpo es arrojado en la calle o algún lote baldío. En pocos casos, a la víctima se le entierra o incinera.

Al no saber de su paradero, los familiares acuden a la Fiscalía a reportar la desaparición y pedir apoyo para localizar a la persona.

Esta tendencia inició en 2018, año que cerró con 2 mil 519 víctimas de homicidios dolosos en Tijuana -según cifras de la PGJE-, pero no sólo se ha mantenido, sino que registra un alza, detalló el fiscal.

Esto ha llevado a que los integrantes de esta Fiscalía mantengan mayor contacto con el Grupo de Homicidios Dolosos de la PGJE para compartir información y así resolver casos de personas reportadas como desaparecidas que pudieron haber sido encontradas sin vida, pero aún no son identificadas.

Así ocurre de manera frecuente. Familiares no sólo aportan fotografías y descripciones de sus desaparecidos, también llegan a ofrecer datos de amenazas que recibieron días antes, los lugares que visitaban, sus amistades o conocidos.

Con esos datos, personal de la Fiscalía comienza la investigación para la ubicación con vida, pero también coteja la información con Homicidios o acude al Servicio Médico Forense (Semefo) a buscar a las víctimas. Y así, cada día más desaparecidos son encontrados ya muertos.

LA NUEVA FISCALÍA

Datos proporcionados por la PGJE indican que, del 1 de enero al 10 de marzo de 2018, 377 personas fueron reportadas como no localizadas en Tijuana. De éstas, 320 pudieron ser halladas -algunas sin vida- y sólo en 57 de los casos, permanecen como no localizados.

Para 2019, en el mismo periodo, se han levantado 366 reportes, en los que 237 personas han sido localizadas y en 129 casos, su paradero es desconocido.

En noviembre de 2018, la PGJE formalizó la creación de la Fiscalía Especializada para la Investigación y Persecución de Delitos de Desaparición Forzada y Desaparición cometida por Particulares y No Localizados.

El nombre proviene de la Ley General en Materia de Desaparición Forzada de Personas, Desaparición Cometida por Particulares y del Sistema Nacional de Búsqueda de Personas, la cual entró en vigor el 16 de enero de 2018. Con ello, se cumplió con esta reforma de carácter nacional.

En Baja California, esta Fiscalía forma parte de la estructura de la Subprocuraduría de Investigaciones Especiales (SIE), a cargo de Ricardo Iván Carpio y cuyo titular es Miguel Ángel Guerrero.

El área ha pasado por varios nombres. En un inicio se conocía como CAPEA y en 2015 pasó a ser la Unidad Estatal Investigadora de Búsqueda de Personas No Localizadas.

Pero no sólo es el cambio de nombre. En entrevista con ZETA, el titular de la Fiscalía detalla que el área se conforma de dos secciones: “Una es la que trabaja en ubicar a personas extraviadas, sean migrantes, menores de edad, adultos mayores o cualquier otra situación que los llevó a ausentarse”.

La segunda área es la de desapariciones forzadas, en la cual “el modo de operar es muy parecido al de la privación ilegal de la libertad, pero en este caso se presume que es delincuencia organizada, levantones y demás”.

En la primera área, las personas casi siempre logran ser localizadas con vida; en la segunda, rara vez ocurre así.

Aunque el fin en ambos casos es la localización de la persona, si se trata de una persona extraviada, se levanta un número de acta circunstanciada, pero si la familia aporta datos que lleven a suponer que se trató de una desaparición forzada, entonces se integra una carpeta de investigación al tratarse de un delito.

En términos de estructura, la Fiscalía cuenta con coordinadores del Ministerio Público en Tijuana, Mexicali y Ensenada, así como con una plantilla de seis fiscales y siete auxiliares del Ministerio Público.

Respecto a elementos de la Policía Ministerial, la plantilla se conforma de 15 agentes en Mexicali, 16 en Tijuana y cuatro en Ensenada, así como una Unidad Canina con tres binomios certificados.

Mientras que en tecnología, la Fiscalía cuenta con un geo radar para la búsqueda de restos humanos.

LAS BÚSQUEDAS

En tres años, Falco ha localizado diez cuerpos enterrados, todas las víctimas habían sido reportadas como desaparecidas.

El pastor belga, junto a Iker, forma parte de los elementos caninos de la Fiscalía. Los únicos en Baja California especializados en búsqueda de restos humanos.

Tan pronto como Falco pisa el cerro, comienza a explorar. ZETA acompañó a la Unidad Especializada en Búsqueda de Personas de la Fiscalía a realizar a un operativo de localización de restos humanos en una zona de terracería en los límites entre Tijuana y Tecate.

EL OLOR DE LA TIERRA CAMBIA CUANDO HAY UN CUERPO ENTERRADO

Según el comandante,  antes de llegar al sitio, los policías ministeriales se encargan de delimitar el área. No sólo entrevistan a presuntos responsables, también a testigos y familiares para así dar con la información más precisa de los sitios adonde fueron llevados o pudieron ser enterrados sus desaparecidos.

Todo dato ayuda, puede ser el tamaño de un árbol, el color de una piedra, si hay un arroyo o una zanja. Mientras las descripciones sean más exactas, más posibilidades de éxito hay. Y Falco es una de sus mejores herramientas.

Los agentes se dividen en parejas para ir peinando el área, llevan consigo palos y picos metálicos para enterrarlos y detectar si la tierra ha sido removida o se encuentra compacta; las banderillas se colocan en los probables puntos de localización.

Una vez que la inspección física se realiza en una o varias sesiones, Falco desciende del vehículo para olfatear y rastrear la zona. En un primer momento, el pastor belga comienza a olfatear a un lado del comandante conforme explora la zona.

“El objetivo es tener un espacio no muy amplio para así no perdernos ni debilitarnos explorando en un radio más grande y así tanto los agentes como el perro concentren sus esfuerzos en puntos con más probabilidades de éxito”, refiere Guerrero.

Pero hay otros casos, como éste, en los que los factores no son del todo favorables. Conforme más tiempo pasa desde que la persona pudo ser asesinada, el olor de los restos humanos, como fluidos y gases mezclados entre la tierra, pierde potencia y hace más difícil la labor de Falco.

“Un hueso no huele igual que otro tipo de materia orgánica como fluidos o tejidos, es más rancio, pero no es tan distintivo”, señala uno de los agentes.

No sólo eso, “el olor de un humano es mucho peor, más putrefacto, que el de un animal”, de ahí que los perros entrenados puedan distinguir entre estos dos.

Esa mañana, Falco advierte con reservas de un olor en un punto que se observa fue cavado hace poco, unas piedras encima marcaban el sitio. A pesar que su reacción no es igual que cuando encuentra restos humanos, el perro emite un ladrido y escarba con sus patas delanteras, para luego sentarse encima del sitio.

Los policías también muestran reserva. Cuando Falco localiza restos humanos, su entrenamiento lo lleva a ladrar en varias ocasiones y actúa diferente, pero aun así bajan una pala de una de las camionetas y un agente comienza a remover la tierra.

Después de un rato, sale a la luz un pedazo de tela y el olor a putrefacción se intensifica. Finalmente, se observa un bulto, pero al abrirlo, los policías encuentran los restos de un perro.

Apenas a finales de enero, la Unidad pudo localizar los restos de una mujer semi enterrados en un terreno, quien había sido reportada como desaparecida por sus familiares.

La diferencia entre ese caso y el de esta ocasión no sólo es que habían pasado días y no más de un año entre la desaparición y la búsqueda, sino que se contaba con más información de dónde pudo haber sido llevada.

Sin embargo, hay otros días, como hoy, en que las búsquedas se realizan con personal y equipo especializado, pero los desaparecidos no aparecen siquiera muertos.

(SEMANARIO ZETA/ EDICIÓN IMPRESA / INÉS GARCÍA RAMOS/ LUNES, 25 MARZO, 2019 01:00 PM)

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