jueves, 26 de julio de 2018

CONTRABANDISTAS, BALSEROS Y MIGRANTES: LA FRONTERA DE MÉXICO Y GUATEMALA



La porosidad de la frontera entre ambos países es particularmente evidente en los cruces por el río Suchiate, donde se hacen incontables trayectos diarios para evitar a las autoridades migratorias y aduanales. Conoce algunas de sus historias.

CIUDAD TECÚN UMÁN, Guatemala — El tránsito en el puente del río Suchiate, que une esta ciudad guatemalteca con México, usualmente es poco. Para los agentes migratorios y de aduana que están en cada orilla el ritmo es poco, casi soporífero.

Pero desde el puente se vuelve notoria la actividad más frecuente del río, donde decenas de balsas cruzan con personas y bienes de un lado al otro todos los días, a todas horas.

El puente es la ruta legal; debajo está la ilegal.

Mientras se fortifica la frontera norte de México con Estados Unidos, con barreras elaboradas y patrullajes, la zona fronteriza con Guatemala continúa siendo extremadamente porosa,  y la evidencia está precisamente aquí, en Ciudad Tecún Umán, la franja guatemalteca del Suchiate.

La mayoría de las personas, quizá miles por día, sortean el cruce oficial entre Ciudad Tecún Umán y la mexicana Ciudad Hidalgo para viajar por el río. Algunos son migrantes sin documentos que se dirigen al norte, aunque muchos otros son personas que buscan vender o comprar mercancías —comida, ropa o bienes domésticos— sin tener que pasar por la aduana y migración.

Estas son las historias de algunas de las personas que hacen ese trayecto para ganarse la vida o para rehacerla.

EL BALSERO



Marvin Garciá, al frente y al centro, con los pasajeros de su balsa antes de cruzar el Suchiate Credit Alejandro Cegarra para The New York Times

Marvin García, de 39 años, ha sido balsero en el Suchiate desde que tenía 18. Su balsa, como muchas otras en esta franja del río, está hecha de tablones de madera amarrados a las cámaras de neumáticos de tractores, y la maniobra con una larga vara cortada de un manglar.

Cuando el río asciende, los balseros guatemaltecos llegan a cobrar el cruce hasta en 1,30 dólares. Cuando los niveles del agua no son tan altos, y el trabajo es más fácil, la tarifa cae hasta la mitad. De cualquier modo, es más barato que el cruce oficial y mucho más rápido.

La carga más inusual que García recuerda haber llevado por el río fueron unos cerdos.

“El pollo es normal”, dijo.

Quienes trabajan en el río admiten que junto a la mercancía legal que cruzan ilegalmente quizá haya algo de contrabando, como drogas. Pero no es algo de lo que les guste hablar.

“No es para enriquecerse”, dijo García sobre el paso de productos legales. “Es solo para salir adelante”.

García es uno de los 42 balseros de un colectivo conocido como Paso del Palenque, que trabaja en una parte del río a varios metros al norte del puente.

Él y los demás del colectivo son parte de un complejo ecosistema que ha surgido a lo largo del Suchiate, que marca la punta sur de la frontera entre Guatemala y México.

Hay por lo menos siete grupos balseros, incluido el Paso del Palenque, que van de Ciudad Tecún Umán a Ciudad Hidalgo. También están los sindicatos de bicitaxis que trasladan a gente y bienes de la ribera del río a mercados locales y a almacenes de ambos países. También están quienes cargan y descargan las balsas.

En un día reciente había veintiuna balsas del Paso del Palenque con conductores guatemaltecos que se turnaban para trasladar pasajeros y mercancías de un lado al otro. Los balseros guatemaltecos trabajan un día sí y uno, no; se alternan con los balseros mexicanos que son parte del colectivo.

De vez en cuando hay accidentes, pero nunca nada grave, según los balseros. Algunas veces los pasajeros pierden el equilibrio y caen al río o una de las cámaras inflables se poncha.

“Es más seguro que el Titanic”, aseguró García. “Si se poncha una, tenemos la otra”.

“El Titanic se hundió completamente”, acotó.

EL MERCADER



Maleteros jóvenes esperan la llegada de camiones a los que descargar la mercancía, del lado mexicano de la frontera. Credit Alejandro Cegarra para The New York Times

Oswaldo, de 30 años, es dueño de una pequeña tienda en el departamento guatemalteco de Suchitepéquez. Unas dos veces al mes conduce su camioneta a Ciudad Tecún Umán, a tres horas de distancia, ahí se sube a una balsa, cruza hacia México, va de compras para llenar los anaqueles de su tienda y regresa a casa en una balsa repleta de mercancías.

Al reconocer que está violando las leyes aduanales, pidió que no se usara su apellido.

Una tarde reciente, Oswaldo y un equipo de ayudantes descargaron todas sus compras y las subieron a su camioneta: cajas de papel de baño, pasta dental, yogur, pasta, aceite de cocina y leche; todos son productos que puede revender con margen de ganancia en Guatemala.

A final, sus ahorros y ganancias no serán enormes, pero sí suficientes para hacer una diferencia en su vida diaria. Dice que si cruzara por el puente tendría que pagar al gobierno de Guatemala el 12 por ciento en impuestos por sus compras hechas en México.

En las orillas del Suchiate hay muchas sospechas cuando un desconocido empieza a hacer preguntas. Las personas están recelosas de que haya agentes encubiertos. Una vez por semana, según los balseros, la policía de Guatemala y oficiales aduaneros llegan a exigir identificaciones, confiscar bienes y demandar el pago de impuestos, que puede que terminen en sus bolsillos en vez de en arcas públicas.

Oswaldo no calcula sus posibles ganancias sino hasta que está de regreso en Suchitepéquez. En la ruta hacia su casa pasa por unos diez puntos de revisión policial, lo que significa que a veces tiene que pagar hasta diez sobornos.

Con el pago de varios dólares cada vez se asegura de que no haya contratiempos en el trayecto.

EL MIGRANTE



El salvadoreño Quintanilla dirigiéndose a México. Credit Alejandro Cegarra para The New York Times

Casi se acababa el día cuando el migrante salvadoreño llegó a la orilla del río con una pequeña mochila sobre sus hombros.

Me preguntó si era de Estados Unidos; cuando le dije que sí pasó de hablarme en español a usar inglés. Dijo que lo habían deportado hace dos meses.

Y se soltó en llanto.

Había vivido en California durante trece años sin papeles migratorios, pero estaba casado con una ciudadana estadounidense, tenía tres hijos nacidos en Estados Unidos y un trabajo como guardia de seguridad. Siempre quiso ser policía, dijo.

Mencionó que su error fue conducir cuando había bebido alcohol. El auto era de su amigo y dijo que, apenas encendió el motor, la policía tocó la ventanilla. El vehículo aún estaba estacionado.

“Les dije: ‘Sí, estoy borracho'”, recordó. No iba a inventar excusas ni entonces ni ahora.

Fue condenado por manejar bajo la influencia del alcohol y pasó más de un año en detención migratoria antes de ser deportado a El Salvador. Era la primera vez que regresaba a ese país desde que emigró; la primera vez que vio a su madre en años.

Pero extrañaba demasiado a su esposa y a sus hijos en Los Ángeles. Así que se subió a un autobús en El Salvador antes de que amaneciera y medio día después estaba a punto de subirse a una balsa en el Suchiate.

Solo quiso dar su apellido, Quintanilla, y dijo que tenía 33 años. Su plan era dirigirse a Tijuana, donde su esposa e hijos podían llegar en auto desde Los Ángeles para visitarlo.

Mencionó que su cuñado lo esperaba del otro lado del Suchiate: conocía el área y cómo evitar a las autoridades migratorias mexicanas, cómo llegar a salvo a Estados Unidos.

“Es un nuevo viaje y una nueva posibilidad”, dijo Quintanilla mientras la balsa rebotaba con el movimiento del río. “Busco una nueva vida, un nuevo todo”.

La balsa llegó al lado mexicano del río y Quintanilla desembarcó. Le pagó al balsero y desapareció camino al mercado de Ciudad Hidalgo, donde los comerciantes empezaban a bajar las cortinillas de sus puestos. Era el cierre de otro día más en la zona del Paso del Palenque.




Pasajeros de las balsas del lado mexicano de la frontera Credit Alejandro Cegarra para The New York Times

(THE NEW YORK TIME EN ESPAÑOL/ KIRK SEMPLE/  23 DE JULIO DE 2018)

No hay comentarios:

Publicar un comentario