Verdun
Rolando D’Rondón revisó la 9
mm, se aseguró de llevar los dos cargadores de reserva repletos, echó un
vistazo antes de subir a su Mustang, comprobó que la calle estaba desierta, y
arrancó el potente motor, bajó por la empinada calle de Las Lomas de Guadalupe.
25 minutos después llegaba al pie del Cerro de la Chiva, lugar donde el
Ingeniero Francisco Mendoza lo esperaba.
—Qué ondas Pancholín ¿cómo te
trata la clica?
—No me puedo quejar, tu gente
cumple como fieles soldados.
—Eso me halaga, la disciplina
ante todo, nadie fuera del guacal. Pero dime, cómo va el proyecto del domo.
—Vamos bien, los planos
principales ya están, ahora vamos con el triperío, es lo más difícil. Pero hay
la llevamos. Oye, cambiando el tema. Cómo va la cosa con los candidatos ¿con
quien vamos?
—La moneda está en el aire,
el patrón dio un viraje que pone la cosa color de hormiga. —Y eso ¿por qué,
Rolando D’Rondón?
—Pancholín, al Patrón se le
metió en la cabeza la propuesta del Bronco.
—¡Ah jijos! ¿y?
—Te cuento, palabras más,
palabras menos de lo que dijo al respecto: “este compa está meando fuera de la
bacinica. Esa propuesta de cortarle la mano a los corruptos es una acción
horrenda, deshonesta y denigrante. Imaginen nomás”, nos dijo alzando su mano
derecha, que ahora mismo me estén viendo un tenebroso muñón. Y luego nos
preguntó: ¿verdad que me vería repugnante? Para un maleante de oscuro origen
como yo, eso no sería tan degradante, pero para un político, por decir, un
diputado, un senador, un gobernador, un juez, un magistrado, un alto
empresario; en suma un distinguido delincuente de los que llaman de “cuello
blanco”, para ese sí, sería una tortura insoportable. Imaginen verlo caminar
por las calles con su traje de marca, todo él bien vestido y peinado, pero sin
su mano derecha, o en todo caso, una prótesis enguantada, misma que lo
delataría. Sería algo verdaderamente insoportable, pobre cristiano. Y qué
decir, al momento de alzar la mano en el senado, en la cámara de diputados y en
algún juzgado. No, definitivamente… ¡No! Por tal razón, ordenaré se instalen
cadalsos con guillotina. A los corruptos se les sentenciará con la pena
capital; igual que al Rey Luis XVI serán llevados a la guillotina para ser
decapitados. Así, les evitaremos la pena de andar mochos.
Ya lo dije, es denigrante,
tenemos una muestra de eso, el mocho más famoso: Álvaro Obregón. Pancho Villa
le pidió a su mejor artillero que fue Felipe Ángeles: —Túmbale una mano a ese
pelao, así robará menos ora que llegue a presidente. Ángeles cumplió, aunque a
decir verdad, se pasó un poco, con una bala de cañón le cercenó el brazo. Está
decidido, pondremos un cadalso con guillotina en cada explanada de los
gobiernos estatales, y claro, la principal será la de Palacio Nacional”.
—¿Y estás de acuerdo con la
decisión del Patrón?
—Pancholín, bien sabes que
las decisiones del Patrón no se discuten.
—No la discuto, Rolando
D’Rondón, sólo te pregunto si estás de acuerdo. ¡Es la pena de muerte!
—Mira mira, que suspicaz me
resultas; la pena de muerte en nuestro negocio es de chaleco compa, pero por
otra parte, yo prefiero morir a que me vean mocho. —No cabe duda, eres sicario
desalmado.
Si analizamos la historia del
mundo, la muerte es algo que el ser humano lleva pegado en su ser. Una vez,
leyendo a ese gran estudioso que fue don Carlos Castaneda, en una de sus tesis
sostiene que la muerte nos acompaña siempre, que la llevamos pegada al lado
izquierdo, siempre al acecho, y al menor descuido: ¡zas! Estimo que esa teoría
tiene mucho de verdad, porque de repente nos puede sorprender la muerte, y no
precisamente en “el menor descuido”, yo estimo que ella no requiere de
pretextos, ni de momentos especiales, se presenta sin pedir permiso, como
dijera el escritor Edmundo Valadés.
Como humanos, desde nuestros
orígenes hemos vivido la muerte. Las causas más recurrentes han sido las
guerras, infinidad de guerras hemos tenido con pretextos tan inverosímiles,
como aquella que se dio entre Honduras y Salvador, ¡hágame usted el favor!, fue
a causa de un partido de futbol, fue corta, del 14 al 18 de julio de 1969, pero
suficiente para que murieran más de tres mil personas. Pero qué decir de las
grandes guerras como la primera y la segunda del pasado siglo XX en las que
murieron millones de seres, en su mayoría inocentes. La primera, que fue del 28
de julio de 1914 a 11 de noviembre de 1918, causó 10 millones de muertos. La
segunda, de septiembre de 1939 a Agosto de 1945: ¡62 millones de cadáveres!
Estimando que la muerte nos
puede sorprender en cualquier momento, lo menos que podemos hacer es evitarla a
toda costa. Ahora que estamos en plena campaña política para elegir a los que
han de tomar el timón de los destinos de nuestro país, intentemos ser cautos a
la hora de tomar la decisión. Me parece que antes de ahora, la gente no tenía
tanto interés en los comicios electorales, ahora mucha gente está participando,
no nada más manifestándose a favor de algún candidato, sino también haciendo
eco del llamado del INE para promover y cuidar del voto, eso es algo
verdaderamente valioso. Si queremos lograr que el resultado de las elecciones
sean claras y honestas, debemos participar; al hacerlo, tu valor ciudadano se
convierte en el sinodal más importante del proceso electoral.
La voz y pensamiento de
nuestro amigo y compañero JAVIER VALDEZ CÁRDENAS sigue presente para exigir se
dé cabal cumplimiento a la ley y reclamo de justicia. Falta saber lo más
importante: quiénes y por qué razón ordenaron su muerte.
*Sus novelas Golpe a golpe,
La Selección y La maldición de Malverde, están en librerías Educal, Gonvill y
México.
Fuente de datos: Wikipedia.
Artículo publicado el 20 de mayo de 2018 en la edición
799 del semanario Ríodoce.
(RIODOCE/ LEÓNIDAS ALFARO BEDOLLA* /22 MAYO, 2018)
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