Las primeras investigaciones de la PGR
arrojan que en un 90 por ciento de los desaparecidos está involucrada la
policía municipal
Mirna Nereyda Medina
Quiñónez, fundadora y lideresa del grupo Desaparecidos de El Fuerte, también
conocidos como Las Rastreadoras, fue amenazada de muerte para exigirle que
saque de Sinaloa a los investigadores de la Procuraduría General de la
República (PGR) que indagan el paradero de más de 120 personas, presuntamente
víctimas de desaparición forzada principalmente a manos de policías.
En la víspera, el último
viernes del noviembre, un hombre la llamó por teléfono y le advirtió que
tendría el mismo destino de su hijo, Roberto Corrales Medina, el Chacharitas,
desaparecido desde el 14 de julio del 2014, si seguía “calentando el terreno,
trayendo a esos de la PGR”.
El sujeto le explicó que su
grupo estaba muy molesto con lo que están haciendo y estaban dispuestos a
actuar, primero contra ella y después contra su otro hijo, y el resto de la
familia.
Antes de colgar la llamada,
Medina Quiñónez le aclaró al sujeto que el arribo de los investigadores de la
PGR a Sinaloa no era por el caso de su hijo, exclusivamente, sino por la
ausencia forzada de más de 120 personas en los municipios de Ahome, El Fuerte y
Choix.
El sujeto no aceptó las
explicaciones y reiteró la advertencia: “te vamos a matar si no dejas de traer
a los investigadores de la PGR”.
Tras la amenaza, la fundadora
del grupo se acogió al programa de Protección de Víctimas del Delito y cuenta con
custodia policial permanente.
“NO TEMO A REPRESALIAS, PERO…”
Para la Policía Municipal de
El Fuerte, Mirna Nereyda Medina Quiñónez ha sido una piedra dura en la bota. Y
la prueba lo fue ese jueves, que en la víspera de la masacre de cuatro jóvenes
en San Blas, los gendarmes realizaron un insistente patrullaje sobre su
establecimiento comercial. Y para los patrulleros, torre, vigilantes y
sobrevigilantes, ella es inexistente. Ni la miran ni la oyen. Pasan de largo y
en silencio.
Visto o no como hostigamiento,
Medina Quiñónez no se arredra, pues contrario a la pretendida ignorancia
oficial, su lucha en Mochicahui le trae adeptos. Es hartamente conocida. Está
sentada en un rústico banco de madera, que es de lo poco que los ladrones
respetaron cuando le abrieron su caseta para robarle la mercancía de accesorios
automotrices. Constantemente recibe visitas, mujeres, ancianas, jóvenes,
adultos. Todos llevan tema con ella. Alguien que busca consuelo, otra que
pretende respaldo y más las que no saben qué hacer y tienen en ella un faro
guía. No falta quien le dé el claxonazo desde la carretera, o el saludo a mano
alzada y descubierta.
ESA CERCANÍA LE DA CIERTA TRANQUILIDAD, PERO…
Desde el 11 de septiembre del
2014 hasta ahora, el grupo Desaparecidos de El Fuerte ha documentado la
ausencia forzada de más de 120 personas. Entre ellas el hijo de Mirna Nereyda.
El 90 por ciento de los casos
involucra a alguna corporación policial, principalmente de las policías
preventivas de El Fuerte y de Ahome, señalan los primeros resultados de las
investigaciones de la PGR, dependencia que inició expedientes alternos debido
al poco avance en las indagatorias de la Procuraduría General de Justicia del
Estado de Sinaloa.
Hasta ahora, Las Rastreadoras
de El Fuerte han excavado en más de 50 sitios en donde consideran existen
tumbas clandestinas. Ellas han logrado exhumar 28 cuerpos que han sido
entregados a los deudos para la sepultura correspondiente.
No son sus únicos logros,
pues también consiguieron que la Procuraduría General de la República y la
Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas centren sus casos, y han estrechado
alianzas con agrupaciones civiles de al menos 10 estados del país.
Incluso han logrado que la
Cámara de Senadores las incorpore a la discusión sobre las modificaciones a la
nueva Ley de Protección a Víctimas del Delito.
Pero lo que no han logrado
frenar son los casos de desapariciones forzadas.
OTRO BOTÓN DE PRUEBA
José Pablo Ramírez Galeana
tenía 23 años de edad cuando desapareció, apenas el domingo 29 de noviembre.
Había dejado la camioneta de
su madre en el fraccionamiento Los Naranjos, para retornar a su casa de Las
Cerezas, en donde viviría.
Abordó una bicicleta, colocó
una bolsa de hule negro en el manubrio, se calzó su bolso tupo “cangurera” y
pedaleó. Era un tramo recto el que debía cruzar. Todo por el bulevar Pedro
Anaya de poniente a oriente.
En el trayecto, unas
patrullas lo siguieron, cuentan testigos.
José Pablo nunca llegó a su
destino.
Con él, su madre ya ha
perdido a dos hijos. Del primero nunca denunció el hecho porque entonces estaba
aterrada; hoy sí, pero está hundida en el desconsuelo. Se apoya en Mirna
Nereyda Medina Quiñónez, hoy amenazada de muerte por buscar a los ausentes y
clamar justicia para los casos documentados de desaparición forzada.
(RIODOCE/ LUIS FERNANDO NÁJERA/ MOCHICAHUI, EL FUERTE
EN 6 DICIEMBRE, 2015)
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