En Nuevo León hay un lugar llamado
Navidad, donde el campo se ha secado, los hombres migran a las ciudades, las
mujeres ven pasar a los tráileres y los niños pocas veces reciben regalos
Cabalgata del 86 aniversario. En octubre
de 1931, los campesinos recibieron el registro que nombró a esas tierras como
el ejido Navidad. Fotos: Vanguardia/Héctor García
Por: Jesús Peña
Fotos y video: Héctor García
Edición: Nazul Aramayo
Diseño: Édgar de la Garza
En el pueblo de Navidad,
municipio de Galeana, Nuevo León, María del Carmen lava trastes, al mismo
tiempo que lava trastes, lava ropa, y al mismo tiempo que lava ropa y lava
trastes, cuenta tráileres.
-¿Y cómo cuántos tráileres
pasarán a diario por acá, señora?
-No, pos usté cree, no
llevamos cuenta ya, oiga. Todo el día ?dice María del Carmen y sigue lavando
ropa, lavando trastes, contando trailers, al mismo tiempo, en el solar de su
casa.
Pero parece que a su perra,
una pitbull canela que recién le trajeron, no le agrada mucho mi presencia.
La perra brinca, se retuerce
en ladridos, la furia escurriéndole por los belfos, como una posesa.
-¿Muerde la perra?
-Me la acaban de traer, no la
conozco. Es que tenía otra grandota, muy bonita, pero qué cree que se me
perdió, es que se van a la carretera y los matan.
-¿Es brava ésta?
-Está amarrada, tiene cadena.
Menos mal, pienso aliviado, y
me acerco cauteloso.
A DONDE NO LLEGA SANTA CLAUS
Origen
En diciembre de 1930, campesinos se
juntaron para iniciar el trámite para fundar un ejido; por el mes, pensaron que
podría llamarse Navidad.
Ubicación
Es un pueblo erizado de casas de tierra
y caminos de polvo, que se yergue a la orilla del kilómetro 186, en la
carretera 57, que va para México.
Desasosiego
Las mujeres dicen que todo el tiempo
pasan tráileres y ya se acostumbraron a ese ruido insistente que producen las
máquinas a gran velocidad.
-No, pero con cámara no oiga,
porque ando bien bonita ?vuelve a decir María del Carmen y se ríe.
Entonces le hago un cumplido.
-Bonita… Mire cómo ando.
Noooo, van a decir “¿y esa señora?”.
-¿Cómo es vivir en Navidad?,
cuénteme.
-Pos… bien tranquilos. Aquí
nomás nos ponemos a contar los tráileres.
María del Carmen lo dice
porque Navidad es un pueblo erizado de casas de tierra y caminos de polvo, que
se yergue a la orilla del kilómetro 186, en la carretera 57, que va para
México.
-¿Y no le molesta tanto
ruido?
-Ya nos acostumbramos. Ya ni
los escuchamos, ¿cómo ve?
Que cómo veo, me pregunta
doña Carmen, y yo creo que de vivir aquí, hace tiempo que me hubiera
desquiciado, que me hubiera vuelto loco.
Karla, nueve años, cuarto
grado de primaria, es la hija de Carmen y trae arrullando en los brazos a
Sigmund, su cachorro regordete y amarillo.
Santa
no me traía porque me portaba mal. Nomás andaba de chirotona, jugando”.
LETICIA
ESPINOZA, AMA DE CASA.
-¿Qué le vas a pedir a Santa
Claus, chiquilla?
-Mucha paz para mi familia,
alegría, felicidad -dice Karla, y yo siento como si dos limones me bajaran por
la garganta.
Una nena de pueblo que le
pide paz, alegría y felicidad para su familia a Santa Claus, cuando ahora la
mayoría de los chicos de la ciudad quiere celulares, tablets y iPads de última
generación.
Estoy realmente conmovido.
En la víspera de la Navidad,
un bote forrado de tizne y encaramado sobre un fogón hecho con bloques a ras de
suelo escupe espumarajos de humo azul.
María del Carmen dice que es
el maíz para los tamales del día 24.
-¿Cómo es pasar una Navidad
en Navidad?
Falta de trabajo. Antes el rancho era
famoso en la región de Nuevo León y Coahuila donde se produce papa. Pero el
campo de Navidad se ha ido secando. Ahora la moda es que los hombres se vayan a
trabajar a las fábricas en Saltillo y Ramos Arizpe.
-Los tamalitos y, pos,
convivir en familia.
-Vives feliz en este rancho,
¿no? ?le pregunto a Karla.
-Muy feliz ?responde la niña
sin pensársela demasiado.
Y eso que, sabré después, no
es seguido que el tipo del traje escarlata, barbas nevadas y panza como de
tambora se deje ver por Navidad en Navidad.
Me pregunto: ¿a quién y por
qué se le ocurriría que este pueblo se llamara como se llama?
A mi llegada, llegada, porque
como dice el maestro Martín Caparrós, “a los pueblos se llega, a las ciudades
se entra”, Aziel Armendáriz, treinta y pocos, descendiente directo de los
fundadores de este lugar, está deletreando algo que hay escrito a tinta azul en
unas páginas medio magulladas de cuaderno de escuela.
Las páginas dicen algo así
como que un viejo revolucionario de nombre Manuel Camarillo fue el que juntó a
un grupo de campesinos de estas tierras, entre los que se encontraba
Tranquilino Armendáriz Viera, el bisabuelo de Aziel, y los alborotó pa que formasen
este ejido.
Como los trámites se
realizaron en diciembre de 1930, a las gentes se les metió la idea de que el
ejido se llamara Navidad.
Y esa es el origen del nombre
del pueblo de Navidad.
Aziel dice que su esposa
Cristina Padrón sacó esta historia del libro del ejido.
Pos…
bien tranquilos. Aquí nomás nos ponemos a contar los tráileres”.
MARÍA
DEL CARMEN, AMA DE CASA.
-Nomás que, pos, ai disculpen
porque mi esposa tiene la letra medio fea y, pos… pero ya mi papá lo va a pasar
en computadora.
Don Rodrigo Alejandro,
ochenta y pico, está removiendo con una zapa la alfombra de hojas secas que se
formó tras la última nevada en casa de los Armendáriz y en todas las del
pueblo.
-¿Hizo frío? ?le pregunto a
Cristina la mujer de Aziel, que se ha colado en la conversación.
-Aaaay noooo… Estuvimos a 14
bajo cero.
Primero nevó, luego salió el
sol y después heló.
La nieve se derritió y
entonces se hizo hielo.
Navidad era una congeladora.
Tanto que Cristina tuvo que
pedir posada en casa de su suegra para ella, su esposo Aziel y sus tres
retoños, porque la suya parecía témpano.
Quiero que don Rodrigo, que
es uno de los más veteranos de Navidad, me platique del pueblo de su niñez.
-En ese tiempo había aquí muy
pocas casas ?dice y eso es todo.
Le digo a Aziel que me
gustaría conocer el ejido, él acepta de buena gana hacer de alcahuete y juntos
echamos a andar por los senderos terregosos de Navidad.
Mi sorpresa es que casi por
cada casa que pasamos vemos corros de chiquillos arrodillados en la tierra,
jugando canicas.
Los plebes están tan
embebidos que prefieren ignorar mis preguntas tontas.
-Le gusta jugar canicas, ¿no?
-Janet Solís, otra vecina que
está lavando ropa en su solar, lo sé porque hasta acá me llega el chaca-chaca
de su lavadora, me cuenta que sólo en la primaria del pueblo hay 108 nenes, sin
contar los que asisten a los dos kínderes que hay en el rancho.
Por eso cuando Janet ve
llegar desconocidos, en coches
desconocidos, le da pendiente.
-Sí nos preocupamos porque
vienen camionetas y no sabemos ni qué.
Seguro que Santa Claus, le
comeno a Janet, tiene que parar en este pueblo cada 25 de diciembre, con tanto
crío que hay aquí.
-Pues a veces vienen y les
dejan juguetes, es muy raro, pero sí.
Las mujeres friegan trastes, lavan ropa,
cuentan tráileres que pasan por Navidad, como si no hubiera nada mejor que
hacer.
-Vienen de Galeana, de
Saltillo, a veces vienen hermanos (evangélicos) a regalarles…
-¿Y ustedes?
-Sí, de vez en cuando.
Seguimos…
Nos sale al paso un gallo
colorado, otro y otro, de esos gallos grandes y gallardos, que parecen no tener
dueño, pero que en los pueblos como éste todo mundo sabe de quién son.
A esta hora de la tarde, el
pueblo parece una de esas acuarelas invernales que vienen en los almanaques de
peluquería: caminos de tierra bordeados de pirules marrón bajo cielos
anubarrados.
Aziel dice que lo de los
pirules es porque la nevada los quemó y que por eso sus hojas ya marchitas se
tornaron pardas.
Si hasta las nopaleras se
cocieron con la helada.
Muchos niños. Sólo en la primaria de la
localidad hay 108 niños, sin contar a los que asisten a los dos kínderes. Es
común verlos en las calles de tierra jugando a las canicas o ayudando a sus
mamás. Muchos de ellos al crecer se irán a las ciudades.
A ratos se escucha por el
pueblo un perro que ladra, un gallo que grita, una vaca que hace muuu, una
chiva que hace beeee, una cumbia, un corrido, una bachata.
-Sí, la gente tiene sus
animalitos, vacas, becerros, cabras, borregas -dice Aziel.
Avanzamos por una vereda
encharcada hasta el portal de la casa de Mario Pérez, exjornalero de 59 años.
-Falta lo mejor: que arreglen
las calles. Estamos encharcados -dice
cuando le pido que me hable de Navidad.
-¿No que Nuevo León “Estado
de Progreso”? ?le pregunto como para provocarlo, picarle la cresta
-Eso lo cantaban Los Cadetes,
ahorita ya se murieron, ya no -contesta Mario y todos reímos.
Hace unos días estuvo
lloviendo mucho en el pueblo y como no ha salido bien el sol, las sendas siguen
empantanadas, hechas laguna, me explica Aziel.
Más allá, Martha, la mujer de
Mario, lava trastes.
Tal parece que en Navidad las
mujeres friegan trastes, lavan ropa, cuentan tráileres, como si no hubiera otra
cosa mejor que hacer.
Festejos. Cada 25 de diciembre, la gente
se congrega en la iglesia del “Nacimiento del Niño Jesús” para celebrar al
santo patrono del pueblo.
-Bien tranquila, feliz y
haciendo mucho quehacer ?dice Martha.
Sólo que sus hijos tuvieron
que migrar a Saltillo a buscarse la vida, porque en Navidad, como en otros
tantos pueblos pobres del norte de México, escasea el trabajo, si acaso la
siembra de papa, el maíz de temporal, pero se saca poca plata, 500 ó 600 pesos
a la semana.
Ahora la moda en Navidad es
que las armadoras o las fábricas de electrodomésticos manden por los hombres
del rancho en sus transportes de personal para llevarlos a Saltillo a trabajar,
y terminado el turno regresarlos a la comunidad.
Eso a los lugareños les ha
acomodado bien, según veo.
Recuerdo de repente algo que
me contó la esposa de Aziel sobre que los jóvenes de Navidad empiezan ya a
fumar porro.
Nadie sabe de dónde les
llega, si de los restaurantes de la carretera o de los traileros.
Pues
a veces vienen y les dejan juguetes, es muy raro, pero sí... Vienen de Galeana,
de Saltillo, a veces vienen hermanos (evangélicos)”.
JANET
SOLÍS, AMA DE CASA.
Enfilo con Aziel rumbo al
centro del poblado y le pregunto, no sé por qué, si cuando crío Santa Claus le
trajo juguetes; dice que sí.
Le gustaban los tráileres, me
cuenta, tanto que después, como la mayoría de los jóvenes de Navidad, se fue
del rancho y se puso a trabajar en una línea de tractocamiones de Ramos Arizpe
donde duró 10 años, hasta que hace tres meses regresó a Navidad.
Reflexiono si el hecho de que
el ejido esté a la orillas de una carretera por la que pasan tantos y tantos
tiáileres, tiene que ver con la afición, con esa fijación de Aziel.
Aziel dice que antaño Navidad
era el pueblo más famoso de toda la región papera de Nuevo León y Coahuila, por
sus papas, pero que las tierras se cansaron, están papeadas, se dice, por el
uso de tanto químico, y los ingenieros que venían de Saltillo para establecer
sus colonias o ranchos de cultivo se han ido desterrando.
-Ese es el kínder “Licenciado
Benito Juárez”, ésta la escuela “General Ignacio Zaragoza” y aquella de fachada
impoluta y contornos turquesa, la iglesia en la que cada 25 de diciembre la
gente se congrega para celebrar al santo patrono del pueblo, el “Nacimiento del
Niño Jesús” ?va diciendo Aziel y agrega que de un tiempo a la fecha se han
asentado en el rancho, cuando menos, unos cinco templos protestantes.
A lo lejos miro a albañiles
que están reparando la capilla del “Nacimiento del Niño Jesús”, para los
festejos del 25.
Apenas me ven venir se
desperdigan como gallinas en corral.
-Mire, pregúntele a ese
chavo.
-No, yo no, vaya con aquel.
Muy cerca de allí, Leticia
Espinoza, ama de casa, me está contando que a ella raras veces Santa Claus le
traía juguetes, porque se portaba mal.
-No, muy pocas veces. Santa
no me traía porque me portaba mal. Nomás andaba de chirotona, jugando.
-¿A qué jugaba?
¿De
chico? Pos aquí cuidar chivas. Ayudando uno a su jefe ahí, que 'amamanta un
chivito', y que 'anda, que ya se fue el otro' y que 'córrele, que ya se fue el
otro'”.
JOSÉ
SOCORRO PÉREZ, EJIDATARIO.
Camino del cerro que se llama
como el pueblo, topamos con José Socorro Pérez Moreno, ejidatario de 59 años.
-¿De chico? Pos aquí cuidar
chivas. Ayudando uno a su jefe ahí, que “amamanta un chivito”, y que “anda, que
ya se fue el otro” y que “córrele, que ya se fue el otro”.
-¿Qué cena la gente de
Navidad el día de la Navidad?
-Hacemos el tamalito, el día
primero o el último, el buñuelito.
Total, dice José Socorro, que
en Navidad la gente no pasa hambre.
-Pos porque hay papitas y
todo eso. Va uno y pepenen las papitas y se pone tripón. Hay maíz, va y pepena y
pone su nixtamalito y órale las tortillonas. Echa usted sus tortillas y a todo
dar, amigazo.
A la hora de la comida en la
choza de adobe de los Betancourt Camarillo, hay arroz y frijoles.
La choza de adobe a la salida
del pueblo de los Betancourt, que cuando llueve o nieva, gotea por todos lados
como coladera.
Intento charlar con María, la
matrona:
-¿Qué tal la pasan?
-Qué le puedo decir, así como
nos ve...
-?Mucho nene por acá, ¿no?
-De eso sí hay oferta, de
niños.
Afuera platico con Michel, 16
años, la más chica de los Betancourt.
Le pregunto si va a la
escuela y dice que no, que ya no.
-¿Por qué?
-No, porque tengo una niña.
-Tu esposo en la labor, ¿no?
-No, soy madre soltera.
Olvido preguntarle a Michel
qué le pediría a Santa Claus, a los Reyes Magos.
Una muñeca no, estoy seguro.
(VANGUARDIA / JESUS PEÑA/ DOMINGO, DICIEMBRE 31, 2017
- 07:55)
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