CIUDAD DE MÉXICO
(proceso.com.mx).- Apuró su bebida y soltó a los amigos con quienes compartía
en “Un lugar de la Mancha” de Prado Norte, por Lomas de Chapultepec: “voy a ser
Presidente de la República”. Era el año
2000 y José Antonio Meade hablaba muy en serio pero sobre todo, convencido.
Recién abandonaba el Instituto para la Protección al Ahorro Bancario.
A 16 años de distancia sus
palabras toman sentido. Presidenciable desde agosto de 2015, año en que Luis
Videgaray Caso lo impulsó para ser nombrado secretario de Desarrollo Social,
José Antonio Meade se “vende” como el candidato ideal que tiene el respaldo de
PRI, PAN y PRD.
Y así debe ser, no por esas
habilidades que tanto su hermano Lorenzo como Videgaray decían a quien deseaba
escuchar, sino por un asunto de
“complicidades”, por ser el “guardián de los secretos” mejor guardados en los
últimos cuatro sexenios, incluyendo el actual.
Al ser nombrado secretario de
Relaciones Exterioires y placeado en todos los foros económicos internacionales
por Enrique Peña Nieto y donde Ernesto Zedillo Ponce de León tiene un gran
peso, la convicción de Pepe Meade por ser el próximo presidente de México
aumentó.
Si había sido capaz de
mantener bajo la alfombra el mayor secreto del ex presidente Zedillo, si había
logrado hacer transitar, como su padre Dionisio Meade, el mayor fraude a la
nación llamado Fobaproa, saltaría cualquier escollo que se le pusiera enfrente.
Entre 1994 y 1995 su padre
era el segundo funcionario en importancia del Banco Obrero, entonces dirigido
por Francisco Moreno. Zedillo, entonces presidente de México, enfrentaba la
peor crisis económica y la banca se le derrumbaba. Decidió rescatar a los
banqueros y de paso a esta institución, que por sus características bien se
podía rescatar “en nombre y para mantener la seguridad económica de miles de
trabajadores”.
Lo cierto es que Banco Obrero
había sido objeto de un saqueo del cual fue cómplice o responsable, como se le
quiera llamar, el padre de Pepe Meade, el viejo y conocido priista Dionisio
Meade. Su cargo lo hacía responsable, peor aún, su designación y premio como
diputado plurinominal de la Legislatura 1997-2000, la cual avalaría hacer “deuda pública” los pagarés de los
grandes bancos intervenidos y crearía el Instituto para el Ahorro Bancario
(IPAB), instituto que se encargaría de revisar las operaciones irregulares de
los bancos y que los llevaron a la quiebra con el conocido rescate del
gobierno, lo hizo cómplice.
Conformado el organismo por
el padre, tapadera de Ernesto Zedillo, se necesitaba a alguien de confianza
frente al IPAB y para ello fue nombrado José Antonio Meade Kouribreña, el
presidenciable que hoy se truena los dedos para evitar una crisis económica y
evitar sepultar sus aspiraciones.
Como secretario ejecutivo del
IPAB guardó bien los secretos de Zedillo, artífice del megafraude llamado
fobaproa. En el sexenio de Vicente Fox, como director General de Banca y Ahorro
de la SHCP, siguió cubriendo las espaldas a los hombres del dinero que no
distinguen partidos. Luego, como director de Banrural que transformó en
Financiera Rural, hizo muy buena amistad con la entonces poderosa Beatriz
Paredes Rangel. Los secretos financieros al agro se sumaban a la cartera de sus
activos.
Formado en el ITAM y aliado
al grupo que no distingue partidos, cuando en el sexenio de Calderón se nombró
al guru de los itamitas, Agustín Carstens, titular de la SHCP, su suerte mejoró
aún más llegando a la coordinación de asesores. Sus deseos presidenciales
tomaban cada vez más forma.
Por ello, formó junto con ex
itammitas el llamado “Grupo de los 40 asociados”. Vicente Corta, Virgilio
Andrade (el que exoneró a Peña Nieto de la casa blanca y reformuló el gobierno
federal con el regreso del PRI), Jaime González Aguadé quien estuvo al frente
de Bansefi, esa caja chica a la que los gobiernos (panistas o priistas)
recurren como “fondo perdido” cuando las cuentas no les salen bien.
En alguno de los años que
González Aguadé estuvo en Bansefi (2007-2011), se contaba entre los
funcionarios que tanto él como José Antonio Meade jugaban de niños a “ser
presidentes de México”. Hoy, a 16 años de distancia del abierto deseo de ocupar
la primera magistratura, Pepe Meade tiene a su compacto grupo de los 40 para
perfilarlo en su ruta a la Presidencia de México.
Con el relevo en Hacienda y
la salida de Luis Videgaray, en algunos círculos políticos se empezó a hablar
de la “caída” de Meade, no de Videgaray. En efecto. Luis Videgaray se va y sale
de la carrera presidencial, por el momento, pero no se la deja fácil a Meade
quien recibe una secretaría con un país tan descompuesto o peor al que él mismo
le entregó al propio Videgaray.
El equipo es el mismo, la
culpa de la mala economía no es solo entonces de Videgaray, Meade y su equipo
tienen gran culpa pues participaron en la mala y fantasiosa conducción de la
economía. Por ejemplo, el encargado del cobro de impuestos y quien mintió a los
mexicanos sosteniendo la mentira de que la recaudación ha sido la mayor en años
–mentira que sostuvo con el aumento de deuda pública–, Aristóteles Núñez ha
sido desde 1999 operador de Meade, no de Videgaray. Lo mismo sucede con Miguel
Meschmaher, actual subsecretario de Hacienda y quien será relevado
próximamente.
Fernando Aportela, el
encargado de la deuda y quien también abandonó el barco cuando ésta se está
programando al 50.2% del Producto Interno Bruto (PIB), una barbaridad y
verdadero tropiezo para cualquier país que pretende crecer y desarrollarse,
forma parte del mismo equipo.
En sustitución de
Aristóteles, Pepe Meade ya nombró a Oswaldo Santini, quien era coordinador de
asesores del propio Videgaray en Hacienda. Y para manejar la exorbitante y
peligrosa deuda del 50.2% del PIB, Meade ya puso a Vanesa Rubio, una de sus
operadoras que ha estado cerca de él desde que estuvo al frente de la Comisión
Nacional del Sistema de Ahorro para el Retiro (Consar).
Todo este grupo, tanto el de
Videgaray como el de Meade, son a fin de cuentas los mismos. Incluso hay quien
considera que los panistas, Roberto Gil Zuarth y Ernesto Cordero, –y de quien
Meade ha de tener grandes secretos, forman parte de la mafia itamita. También
incluyen al perredista Armando Ríos Pitter, otro político que durante su paso
por el gobierno de Guerrero pudo haber acumulado esqueletos que Meade puede
estar resguardando como secretos.
Desde el 7 de septiembre
pasado Videgaray recomendó al presidente quién lo sucedería. Sacó así de su
zona de confort y proselitismo político a José Antonio Meade quien se placeaba
con todo el país repartiendo programas sociales que en 2018 esperan traducirse
en votos.
Meade no quería regresar a
Hacienda, no en este momento en que el insospechado y elevado nivel de deuda
pública ha hecho a las calificadoras internacionales poner en aprietos a
México. La baja calificación hace peligrar inversiones y futuros créditos
financieros.
Meade y su grupo de los 40
asociados tienen que reconfigurar su estrategia. No esperaban la maniobra de
Videgaray quien seguramente, como Aportela y Aristóteles, regresarán en algunos
meses a Evercor a manejar las elevadísimas deudas de los estados. Para eso
hicieron y promovieron la nueva ley de deuda estatal el año pasado.
Si Meade logra revertir la
mala situación económica volverá a saltar al carril de los presidenciales, en
tanto su papel de apaga fuegos en Hacienda lo hará a ganarse nuevas
enemistades, a los mexicanos que resentirán políticas que deberá implementar y
a más de un grupo económico y político que hoy está viendo, en estos cambios
del gabinete, su oportunidad nuevamente para regresar triunfantes a la carrera
presidencial.
Seguramente la nueva
situación hará que Meade abandone sus plácidos fines de semana en su casa de
WoodLand y se concentre nuevamente en la economía y cómo sacar al país del
bache en que se lo entregaron, esto si quiere seguir encabezando la lista del
Grupo de los 40 asociados que buscan la Presidencia de México para 2018.
Mientras su padre, quien
operó como subdirector de Banco Obrero y en la creación del Fobaproa-IPAB para
encubrir a Zedillo, busca una cómoda y jugosa jubilación en el Banco de México.
(PROCESO/ ANÁLISIS/ JESUSA CERVANTES , 10 SEPTIEMBRE, 2016)
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