La investigación sobre la
desaparición de los normalistas de Ayotzinapa en septiembre de 2014 está
enfocada en la actividad criminal del grupo Guerreros Unidos. Podría pensarse
que no hay nada novedoso en esta investigación, dado que se ha señalado a ese
grupo como responsable del crimen. Sin embargo, es todo lo contrario. La
detención de más de 130 personas, no todos relacionados directamente con la
desaparición de los estudiantes, pero todos vinculados a esa organización
criminal, está iluminando lo que es el gran misterio sin resolver: el móvil del
crimen. ¿Qué fue lo que llevó esa noche a Sidronio Casarrubias, en ese entonces
jefe de Guerreros Unidos, a ordenar a sus sicarios asesinar a los normalistas,
“hacerlos polvo y tirarlos al río”?.
El testimonio de Felipe
Rodríguez Salgado, apodado “El Cepillo”, acusado por la PGR de matar a los
normalistas en el basurero de Cocula, aportó el prólogo de la conclusión a la
que han llegado extraoficialmente algunos investigadores, en su declaración
ministerial donde narró la dinámica de conflicto entre los grupos criminales
enfrentados en Tierra Caliente. Rodríguez Salgado dijo que La Familia
Michoacana le arrebató Cocula, a Guerreros Unidos, en 2012, y se replegó a
Iguala. Para recuperar ese municipio, puerta de salida del 50 por ciento de la
amapola que se vende en el mercado estadounidense, Casarrubias le ordenó armar
una célula de sicarios e infiltrarse en Cocula.
La noche del 26 de septiembre
de 2014, como parte de lo que estaba siendo una pelea a muerte contra las otras
bandas criminales, Rodríguez Salgado y su célula privaron de la libertad a
decenas de normalistas, algunos de los cuales acusaron a “El Cochiloco”,
Bernardo Flores Alcaraz, de haberlos llevado a Iguala, uno de los jóvenes
desaparecidos, pero quien no era responsable de la acción.
Su jefe era Omar Vázquez
Arellano, quien daba las órdenes desde Tixtla, donde se encuentra la normal de
Ayotzinapa, esa noche llena de sombras y hechos sin sentido, como el que pese a
ser hostigados, agredidos y atacados casi desde que llegaron a Iguala, no fuera
sino hasta después de las 11 de la noche, luego de dos horas de haber llegado a
Iguala, cuando se selló su destino.
Investigadores del caso
hicieron notar que la orden de “contenerlos” y obligarlos a dejar Iguala dada
por el entonces Alcalde José Luis Abarca, cambió a detenerlos y entregarlos a
los criminales, luego que “El Cepillo” detectó a Vázquez Arellano, que había
llegado a esa ciudad como refuerzo de los normalistas atacados. Según los
funcionarios, Rodríguez Salgado lo identificó como miembro de Los Rojos, que
está en la disputa por la amapola en esa zona de Tierra Caliente, y le informó
a su jefe inmediato, Gildardo López Astudillo, “El Gil”, que en el grupo de
normalistas -en ese momento no sabían que eran estudiantes-, iba una célula de
sus enemigos.
Para varios de los
investigadores, Vázquez Arellano es clave para entender el móvil del crimen, al
probablemente haber cambiado con su presencia en Iguala la suerte de los
estudiantes. Una primera conclusión es que el crimen se dio por la confusión de
Guerreros Unidos, que pensó que eran sicarios de Los Rojos. La reacción tenía
antecedentes.
Semanas antes se enfrentaron
a una célula de Los Rojos en Carrizalillo, en el municipio de Eduardo Neri, al
que pertenece Mezcala, donde fue uno de los ataques a los estudiantes el 26 de
septiembre, y donde también se vio involucrado el equipo de futbol Los
Avispones de Chilpancingo. En ese enfrentamiento murió “El Narciso”, como
apodaban a Narciso Vázquez Arellano, hermano de Omar. En paralelo, días antes
de la desaparición de los normalistas había llegado una célula de Los Rojos a
Cocula, que fue detectada por “El Cepillo”, quien asesinó a sus tres miembros.
La información de “El Cepillo”, respaldada por el jefe de los sicarios en la
zona, Víctor Hugo Benítez Palacios, apodado “El Tilo” y que en los expedientes
se le llama “El Caminante”, hizo que Casarrubias ordenara el asesinato.
Lo que estaba en juego era el
control del territorio de la amapola, que pensaban consolidar con posiciones
políticas. La noche en que llegaron los normalistas a Iguala era el mismo día
en que María de los Ángeles Pineda Villa, esposa de Abarca, rendía su informe
de labores en el DIF, aunque su ingreso a Iguala coincidió con la celebración
del evento. No iba a ser una fiesta más. Según la investigación, la pareja iba
a anunciar que Pineda Villa iba a lanzarse como candidata del PRD a la Alcaldía
de Iguala, desde donde, con el respaldo legal del partido, extenderían el
control sobre Tierra Caliente. La llegada de los normalistas a Iguala y la presencia
de Vázquez Arellano fue vista en ese contexto como un desafío.
La organización criminal,
dijeron los investigadores, respondió asesinándolos. En juego estaban ocho mil
hectáreas cultivadas de amapola en Iguala, Huitzuco y Eduardo Neri, las zonas de
operaciones contra los normalistas, y Cuetzala, Teloloapan, Chilapa y Cocula,
que generaron en 2015 38 mil millones de pesos, según la DEA. El botín era
enorme. La noche del 26 los criminales actuaron con crueldad. Los Abarca
pasaron la noche al teléfono, al tanto de lo que sucedía, sobretodo Pineda
Villa, considerada por las autoridades como la jefa de la estructura criminal
de Guerreros Unidos, que no descansó hasta las cuatro de la mañana cuando,
piensan los investigadores, los normalistas ya ardían en Cocula.
twitter: @rivapa
(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/
RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 28/09/2016 | 01:00 AM)
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