CIUDAD DE MÉXICO (apro).-
Mientras que en Chile ha salido mucha gente a la calle a demandar una reforma
profunda del sistema de pensiones que se instaló durante el régimen militar y
se ha convertido en un factor de la pobreza, en México nadie protesta, por lo
cual el gobierno dice que seguirá adelante con el sistema de ahorro individualizado
y manejado por empresas (Afore) que ganan lo que nadie sin invertir nada.
Sin embargo, el sistema
mexicano de pensiones ha fracasado como el de Chile y como había ocurrido en
Argentina donde hace unos años fue sustituido. El postulado de que cada
trabajador es capaz de ahorrar suficiente para costear una pensión igual o
mayor a su último salario se reduce a menos del 10% de los cotizantes. El resto
no logrará la promesa del sistema Afore ni, por tanto, se evitará el subsidio
gubernamental pues en México existe pensión mínima garantizada, la cual
consiste en unos cuantos puntos por encima del miserable salario mínimo
general.
En el momento actual, son
todavía mayoría los jubilados y pensionados del sistema anterior de retiro. Por
esto, la mayor parte de ellos reciben del gobierno la pensión mínima y una
minoría alcanza una cantidad cercana al último salario. Pero con el simple
transcurso del tiempo llegará el momento en que las nueve décimas partes de los
trabajadores en retiro tengan la pensión mínima sólo gracias al complemento del
subsidio público. No podría haber mayor fracaso de las Afore.
El sistema solidario de
retiro es la única manera de lograr que el pensionado no se convierta en una
especie de paria en paro. Si en la Ciudad de México no hubiera pensión
universal alimentaria de adultos mayores, más de la mitad de los trabajadores
retirados recibiría un tercio menos.
Frente a la incesante
reproducción de la pobreza que arroja el sistema de afores en Chile y ante la
creciente protesta popular, la presidenta de la República de ese país anunció
unas negociaciones para retornar a los esquemas solidarios.
En México, en cambio, el
secretario de Hacienda anuncia mayores facilidades para captar aportaciones
voluntarias adicionales a las señaladas en la ley con el propósito de ampliar
el fondo de quien haga tales depósitos, pero eso sólo puede llegar a convenir a
quien va a tener un fondo individual que no requiera complemento con subsidio
gubernamental. Los trabajadores a quienes tendrá que completarse su retiro con
fondos públicos no querrán ni podrían realizar aportaciones adicionales.
El gobierno, como se observa,
se hace el completo desentendido pero sabe muy de cierto que el subsidio
público a las pensiones se mantendrá indefinidamente porque el sistema de
ahorro para el retiro individual no funciona en países pobres y tampoco funciona
bien en países ricos.
Este engendro neoliberal ha
dado a ganar inmensas cantidades a las empresas controladoras que cobran por no
hacer casi nada, es decir, sólo por recibir dinero, llevar las cuentas mediante
un sistema de computación, invertir el dinero que no es suyo y no arriesgar un
solo peso propio sino sólo los ajenos.
Las inmensas aportaciones a
las fortunas de los dueños de las Afore provienen de las inicuas comisiones
cobradas a los trabajadores. Así funciona el capitalismo de libérrima competencia,
claro, siempre que el Estado le apoye con todo. El sistema Afore es mejor que
el antiguo diezmo eclesial si se considera la inmensa masa de dinero controlada
procedente de muchos millones de cotizantes.
Es interesante observar que
dentro del discurso neoliberal, de la auto sustentabilidad de los fondos
individuales de pensión predomina una técnica que consiste en que el Estado
brinda la ley para la organización de una forma obligatoria de ahorrar, es
decir, que el pueblo trabajador debe ahorrar por fuerza.
Aquí no se reivindica la
“libertad”, pero a la hora de repartir las utilidades de este sistema forzoso,
se llevan todo unos cuantos oligopolistas, las llamadas Afore, a su vez en
manos de los grupos financieros.
Aún más, las Afore pueden ya
invertir dentro y fuera del país en valores de renta variable, es decir,
acciones, con lo cual el fondo en su conjunto, es decir, el fondo socializado
pero controlado con cuentas individuales, puede sufrir minusvalías, como de
hecho ya ha ocurrido. Este es el ahorro socializado del trabajador para el
beneficio capitalista de unos cuantos. ¡Han hecho de instituciones socialistas
unos buenos negocios capitalistas!
Además de convertir toda la
educación en un servicio de paga familiar, cubrir la factura médica a través de
seguros personales sin aportaciones públicas y desarrollar la más libre
especulación financiera globalizada, otro sueño dorado del neoliberalismo es el
sistema de ahorro individual para el retiro.
A Chile le ha tocado una
enorme ración de todo eso, pero México no se encuentra tan lejos de ese sueño
capitalista. Por ello, tanto allá como acá se requiere que triunfe otro sueño,
el de los gastos sociales sufragados según la riqueza y el ingreso de cada
cual.
¿Eso es socialismo? Pues sí,
pero sería mejor para las nueve décimas partes de la sociedad y algo peor para
el 0.02% de la población que acapara casi la mitad de la riqueza individual de
México, el país campeón mundial de la concentración del ingreso y la
centralización de la economía.
(PROCESO/ PABLO GÓMEZ/ 12 AGOSTO, 2016
/ANÁLISIS)
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