Manlio Fabio Beltrones debió
haber visto que no podía seguir al frente del PRI alrededor de las tres de la
mañana de la madrugada del 6 de junio en Los Pinos, cuando junto con el
Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, le dijeron al Presidente
Enrique Peña Nieto que la victoria en al menos nueve estados que le habían
dicho tendrían ocho horas antes, eran todo lo contrario. Peña Nieto, dijeron
personas que conocen de esa junta, perdió la compostura en un regaño airado que
continuó al día siguiente, cuando ante el gabinete gritó: “¿¡Qué no tienen
claro que soy priista!?”. La pregunta era retórica. Priiista, sí, en el más
puro estilo del priismo institucional, pero como Beltrones confió días después
a sus cercanos, tras insistir a Peña Nieto que aceptara la renuncia como líder
del partido, “él puede mandar, pero no mandarnos”.
La salida de Beltrones tuvo
costos para el político pero muchos menos de los que suponían sus enemigos en
del equipo compacto de Peña Nieto que tendría. Incluso, cuando en las primeras
horas de la renuncia el trato que tuvo en los medios fue como víctima de las
imposiciones de candidatos desde Los Pinos, y el desgaste principal de las
derrotas no se estaba cayendo sobre él, varios emisarios peñistas le sugirieron
bajar el perfil mediático porque de los nervios estaban convirtiéndose al enojo
dentro el círculo interno del Presidente. Beltrones se fue del partido casi en
forma inmediata y salió del País unos días.
Cuando se ungió a Enrique
Ochoa como su sucesor, lo presionaron para que estuviera en el acto, pero mandó
decir que no sería posible al encontrarse a muchos kilómetros de la ciudad de
México. Peña Nieto necesitaba que le diera apoyo a Ochoa, y cuando regresó a
México, le pidieron que se retratara con él, algo que hizo durante un café que
se tomaron, y cuya fotografía colocó en su cuenta de Twitter. ¿Por qué el aval?
Por la forma como se fue Beltrones del PRI. Cuando le presentó su renuncia, le
dijo al Presidente que su sacrificio debía ser el inicio de acciones y cambios
para mostrar que las derrotas tenían consecuencias. Lejos de hacerlo, impuso a
Ochoa como dirigente del partido, en una operación apresurada que motivó que
senadores y diputados de varias legislaturas priistas preparan documentos de
censura al método de selección y de deslinde del nuevo líder que pensaban hacer
públicas.
Funcionarios peñistas lograron
sofocar las denuncias de los priistas renegados, pero las semillas quedaron
sembradas. La molestia contra el Presidente dentro del PRI es creciente, y la
forma como impuso a Ochoa, profundizó su molestia. Es tanta la inconformidad
que hay, que varias de las figuras más representativas del PRI están pensando
deslindarse de la dirigencia del partido, y por tanto de Peña Nieto.
Paralelamente, un número creciente de priistas con diferentes orígenes y
fuentes de apoyo, están presionando a Beltrones para que impulse la creación de
una corriente crítica dentro del PRI e inicie su campaña por la candidatura
presidencial del partido.
Beltrones tiene programado
reunirse el próximo viernes con la bancada del PRI de la actual legislatura, de
la que fue su coordinador, pero si bien se espera que dé un posicionamiento
sobre lo que sucedió el 5 de junio, en particular sobre las razones que
llevaron a las derrotas, no está claro si habrá un deslinde del Presidente o si
está listo para tomar una decisión tan extrema como aquella a la que quieren
llevarlo varios priistas. ¿Está listo para retar al Presidente? ¿Está listo
para un salto tan grande? Beltrones se entrenó en el priismo de las
instituciones y ha entendido a lo largo de su vida pública dónde están los
límites y cuándo replegarse. Lo demostró cuando contendió por la candidatura
con Peña Nieto, que cuando al ver que había una cargada priista contra él
-encabezada, paradójicamente por algunos de los gobernadores acusados hoy de
corrupción-, no provocó una ruptura. Se retiró de la contienda y trabajó por el
éxito del candidato.
Las condiciones hoy en día
son diferentes. No porque Beltrones se haya transformado, sino porque Peña
Nieto cambió. Priistas que lo conocieron desde sus tiempos de Gobernador en el
estado de México y lucharon juntos muchas batallas, admiten no reconocer al
inquilino de Los Pinos. No sólo abandonó a sus viejos camaradas, alegan, sino
al priismo en general. En las elecciones federales del año pasado y las del 5
de junio, los priistas tuvieron que esconder el nombre de Peña Nieto de las
campañas porque les daban negativos. Beltrones dijo en su discurso de renuncia,
que el Gobierno tenía que estar cerca del partido, que fue una crítica al
Presidente de que realizó acciones de Gobierno sin jamás consultar al partido,
o anticiparle decisiones que podrían tener impacto en el electorado.
La imposición de Ochoa fue la
ratificación de que no escuchó Peña Nieto a los priistas, ni tampoco a
Beltrones. Ahora quieren desafiarlo y enfrentarlo. A quien pretenda Peña Nieto
llevar a la candidatura presidencial, lo van a combatir. Frente al candidato de
Los Pinos, los priistas quieren a Beltrones. La fractura en el PRI, de
concretarse, sería la más seria desde 1987, cuando surgió la Corriente Crítica,
pero la más grave porque esta no sólo puede representar el quiebre del PRI,
sino que en las condiciones actuales, el principio de su fin.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(NOROESTE/ Estrictamente Personal/
Raymundo Riva Palacio/ 26/07/2016 | 04:04 AM)
No hay comentarios:
Publicar un comentario