Pese a que en
un día normal el termómetro marca menos 50 grados, los habitantes se han
adaptado a este entorno
MÉXICO, 26 de
diciembre.- Vivir al extremo no necesariamente implica realizar actividades que
desafían la velocidad o la gravedad,
sino también soportar las inclemencia del tiempo, tal como lo hacen los
habitantes de Oymyakon, ubicada cerca de la república de Saja, en el este de
Siberia, en Rusia.
Este poblado es
considerado el lugar habitado más frío en el mundo, tanto así que los dos mil
300 residentes han tenido que adaptarse a un invierno que dura nueve meses y a
una temperatura que oscila entre menos 50 y 60 grados centígrados, aunque el
termómetro ha llegado a marcar hasta menos 67.7, tal como ocurrió en febrero de
1933.
Consumir productos
frescos resulta impensable en esta parte del mundo, ya que no logran
conservarse, de forma que la dieta de los habitantes está basada en carne de
res, caballo, reno, conejo y pescados, los cuales se congelan 20 segundos
después de haber sido sacados del agua.
Dejar los
automóviles estacionados en la calle también es inconcebible; estos deben
resguardarse en cocheras con calefacción, pues de otra manera no habrá cómo
hacer que arranquen hasta la primavera, o bien estar en funcionamiento en todo
momento y apagarse hasta llegar a un garaje igual, ya que de lo contrario la
gasolina se solidifica.
Los inodoros se
encuentran por lo general afuera de las viviendas, ya que las tuberías pueden
reventarse con el agua helada; sin embargo, los recubrimientos de madera en las
casas les permiten tener algunas comodidades de la vida moderna.
Pese a que los
habitantes se dedicaban a principios del siglo pasado a criar renos y a que la ciudad era abundante a metales
preciosos como la plata, el oro y el platino, actualmente la comunidad se
sostiene gracias al turismo, caza, pesca y ganadería; sin embargo, estas
últimas actividades tienen sus complicaciones.
En el caso de la
pesca es necesario cavar un pozo hasta encontrar el gua del río, mientras que
los ganaderos tienen que resguardar a los animales del frío en establos de
madera, recubiertos con láminas, forraje e incluso calefacción para que no
mueran. La ordeña se hace por lo general de junio a octubre, mientras que el
resto del año las ubres tienen que ser cubiertas con fundas de cuero, de forma
que en esos meses la leche se congela.
Incluso hay cosas
que no se pueden usar, como anteojos o lentes de sol, ya que éstos se pegan en
la cara; la tinta de los bolígrafos también se congela, los celulares no
funcionan como deberían y las baterías se descargan; además, los habitantes
dependen en gran medida de una planta de calefacción que está en el pueblo para
poder entrar en calor con algo más que sólo vod-ka, bebida a la que son
asiduos.
En el pueblo sólo
hay una tienda y una escuela, que suspende las clases siempre y cuando las
temperaturas sean inferiores a 52 grados.
Pese a las
condiciones en las que vive, la comunidad Oymyakon —cuyo estilo de vida fue capturado recientemente por el fotógrafo
Amos Chapple— ha logrado adaptarse, pero no todos son aptos. Así que la próxima
vez que se queje del frío, piénselo dos veces antes de hacerlo.
(EXCELSIOR/ Korina
Levy/ 26/12/2014 09:00)
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