Los dos estados del oeste del país viven una
crisis política y una deriva violenta que tienen en jaque al Gobierno.
(VANGUARDIA/ El País /lunes,
19
de
agosto
del
2013)
México, DF. El Estado fronterizo de
Tamaulipas, en México, ha sido el escenario de los dos grandes golpes
contra el narcotráfico del Gobierno de Enrique Peña Nieto. La detención
del líder de Los Zetas, hace un mes, y la del jefe del cartel del Golfo,
este sábado, se firmaron en el norte, pero la atención del país hace
meses que está puesta en otros dos Estados, convertidos en un polvorín
armado.
La violencia y el desgobierno se ceban con Michoacán y
Guerrero, al oeste del país, sumidos en una profunda crisis política
incapaz de hacer frente a la lucha sangrienta de los carteles. En medio
de ambos, entre montañas, se extiende Tierra Caliente, un área regada de
cultivos de amapola y marihuana, feudo original del cartel de los
Caballeros Templarios en disputa por otros grupos criminales. Solo este
fin de semana, las autoridades cuentan más de 20 cadáveres hallados en
la zona.
Ante la ausencia de un poder político fuerte y la hasta
ahora incapacidad del Gobierno federal por devolver la paz, la población
de numerosos municipios y comunidades indígenas también ha dicho basta.
Los grupos de autodefensa se han multiplicado en los últimos meses.
Pertrechados con armas de alto calibre, custodian municipios sin ley de
los que hasta las autoridades se han retirado.
Las autodefensas se
organizan por grupos de vigilancia y convierten las comunidades en
fuertes impenetrables para mantener a raya a los criminales.
Exilio masivo
A
finales de julio, en otro fin de semana salpicado de muertos, fue
asesinado en un ataque muy confuso en Michoacán el vicealmirante Carlos
Miguel Salazar, el mando de mayor jerarquía de la Marina fallecido por
un ataque del crimen organizado.
La población de las zonas
rurales, las que más sufren el asedio del narcotráfico, abandona sus
viviendas en un exilio masivo que ya toca a cientos de familias o se
posiciona del lado de los grupos de autodefensa. La ausencia de
detenciones de capos y narcotraficantes enfurece a las comunidades que
llevan años pagando cuotas a los criminales como forma de extorsión.
El
último golpe del Ejército la pasada semana ha contribuido a elevar la
tensión en la zona. Los militares desarticularon por primera vez una de
estas guardias comunitarias en Aquila (Michoacán) y detuvieron a 41
comuneros. Grupos de autodefensa de otras comunidades ya han anunciado
el cierre de carreteras y marchas para exigir al Gobierno federal la
liberación de los detenidos. Mientras los narcotraficantes no caen en
Tierra Caliente, los frentes armados se multiplican.
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