"Sexting" —envíos por teléfonos
celulares de imágenes con contenido sexual— es un delito cada vez más frecuente
en México. El caso más reciente es de un joven, quien fue desvestido, ultrajado
y fotografiado por sus compañeros.
Humberto Ríos Navarrete, (Crónicas urbanas)
Ciudad de México • La policía cibernética ha rastreado
huellas de sospechosos en internet, un terreno fértil donde ya es común la
distribución de imágenes de relaciones sexuales entre jóvenes. No todos los
afectados, sin embargo, revelan el hecho ante las autoridades. Un caso, que
podría considerarse excepcional, ocurrió hace poco, donde un joven, además de
ser desvestido, fue ultrajado y filmado por compañeros de trabajo.
Un caso de sexting laboral.
Y otros ilícitos.
Sucedió el pasado 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes, cuando
Lucinda —llamémosla así— se enteró que —además— imágenes de su hijo, quien sufre
retraso psicomotriz, podrían circular en el ciberespacio, ya que los atacantes,
siete, sus propios compañeros, así lo habían anunciado, después de obligarlo a
vestirse de mujer y toquetearlo, humillarlo, zaherirlo.
Y ese colofón del muchacho:
—Se pasaron de lanza…
Lo escuchó su hermana.
Y luego la madre.
Detrás de aquel doloroso enunciado había una historia de terror, misma que
comenzó a las 17:30 de ese día, cuando uno de sus compañeros de trabajo le dijo
que le hablaba el supervisor. El joven se negó. Sospechó que era mentira.
Entonces el mensajero y otros lo forzaron a subir a una camioneta, y ya adentro
fue desnudado. Enseguida lo vistieron con ropa de mujer. Lo toquetearon. Lo
ofendieron. Lo sometieron.
Y esa pregunta:
— ¿Te gusta…?
Y la ofensa.
Lo avasallaban.
Luego lo llevaron al estacionamiento. El joven intentó zafarse. Imposible. Y
comenzaron a fotografiarlo con teléfonos celulares. Los presuntos culpables:
Rogelio, Jonathan, Emmanuel, Víctor, José Antonio, Pedro y Alejandro.
—Le dieron golpes en la espalda y zapes en la cabeza —relató la madre al
fiscal.
La víctima describiría el terror.
***
Esa tarde —señala el reporte policiaco—, el joven realizaba su labor de
limpieza en un estacionamiento, cuando observó que entraba una camioneta blanca
pick up, de la que descendió el chofer, quien le dijo:
—Te habla el supervisor…
—No te creo.
—Sí es cierto, préstame tu radio.
El muchacho se opuso.
Y aquél advirtió:
—Te subes por las buenas o por las malas.
Y adentro de la camioneta observó que había otros cuatro. El chofer le ordenó
que entrara a la cabina, donde ya estaba El
Gun, quien comenzó a toquetearlo, mientras el chofer aceleraba hacia la
parte posterior del estacionamiento, donde detuvo el vehículo; enseguida, bajó y
sacó del asiento un top azulado y un suéter del mismo color.
—Póntelo —le ordenó.
Y el muchacho dijo que no.
—Si no te lo pones, te rompo tu madre —advirtió el chofer, mientras El Gun y otro más lo sujetaban de las manos y
lo obligaban a descender.
Acto seguido le quitaron la camisola y la playera, y le dijeron que se
pusiera un top y el suéter, pero él se denegaba. Luego sacaron una falda blanca
y ordenaron que se la colocara encima del pantalón y él dijo que no, pero no
tuvo más alternativa que obedecer, pues el acoso era desmedido.
La camioneta aceleró hacia la entrada de las instalaciones de la empresa,
donde estaban otros cuatro cómplices, y ahí se bajaron todos, pero él fue
retenido en el asiento, mismo que de inmediato ocupó Alejandro y El Pelón, quien lo empujó hacia atrás y fue
cuando el muchacho se atoró con la palanca de velocidades, por lo que El Pelón aprovechó para quitarle el pantalón y
el bóxer, mientras Alejandro lo sujetaba de las manos.
—Ya estuvo —dijo El Pelón.
Comenzó a toquetearlo.
Y el escarnio.
Los demás desenfundaron sus teléfonos celulares y comenzaron a filmarlo. El
muchacho logró zafarse y con la mano izquierda agarró su camisa y se cubrió la
cara, quedando con la vista al parabrisas, de espaldas, y entonces sintió más
tocamientos, manos que lo agredían, y más golpes, y escuchó el martilleo
de aquella pregunta.
—¿Te gusta, te gusta…?
Y en coro anunciaron:
—Esto va a YouTube…
—Y para que se entere la banda…
Después de esa expresión lo soltaron, pues cerca de ahí pasaba una persona, y
el muchacho se metió a la oficina del supervisor, luego de que éste ordenara la
devolución de su ropa y exigir que lo dejaran en paz, y enseguida el agredido
entró al baño para cambiarse, mientras a su espalda resonaban cuchicheos y
burlas de sus verdugos.
La secretaria del gerente de la empresa preguntó por “el relajo” suscitado.
El muchacho sintetizó lo acontecido y más tarde salió a la avenida Tlalpan
—había terminado el turno— y vio y escuchó cómo El Gun, una mujer y otro compañero de trabajo
se burlaban.
Llegó a su casa.
Y cundió la indignación.
***
Un grupo de agentes de Investigación de la Procuraduría General de Justicia
del Distrito Federal, “mediante un dispositivo dinámico de inteligencia”, se
dirigió al lugar donde sucedió el ilícito y detuvieron a los presuntos
implicados, uno de los cuales, Pedro, de 45 años, “con estudios superiores”,
tiene antecedentes por delitos contra la salud y robo.
“Al momento de su detención”, señala el reporte, “se aseguraron los teléfonos
celulares que portaban los imputados”.
La víctima, “al ser valorado por peritos en la materia, presenta
sintomatología por agresión sexual”.
“Se trata de un tema de sexting de
tipo laboral, en el que los probables responsables”, añade el reporte, “grabaron
imágenes de la víctima de contenido sexual en sus teléfonos celulares, con el
fin de enviar dichas imágenes a las redes sociales”.
El último día del año que acaba de pasar, los siete presuntos culpables
fueron presentados ante los medios de comunicación —de pie y parcos, cabezas
gachas, como apenados— y luego trasladados al Reclusorio Norte, por el delito de
“abuso sexual agravado”.
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