Reforma
Querétaro— Más
que un centro de reclusión y readaptación social, el Cereso de San José el Alto
funcionó, por lo menos hasta 2009, como un centro de fiestas donde convivían
directivos del penal, sus familias, funcionarios públicos y
reclusos.
Desde bodas, bautizos y bailes donde había vino, droga y
mujeres, hasta corridas de toros tuvieron como escenario este Cereso durante la
Administración del ex Gobernador de Querétaro, Francisco Garrido
Patrón.
"Iba el subsecretario de Gobierno a las fiestas, de hecho
(Felipe) Urbiola (Ledesma), andaba con internos, tenía relación con internos que
misteriosamente ya salieron libres, al término de la anterior Administración",
relata "Carlos", de 45 años, quien pasó en San José el Alto tres años siete
meses por fraude genérico maquinado.
"Había de todo. De hecho, obras
musicales diario, rodeos, taquizas, noches mexicanas, cenas especiales para
determinado grupo de internos, que les decían 'Los VIP'", señala.
De
acuerdo con el testimonio esos reos "consentidos" del ahora profesor del
Instituto Tecnológico de Querétaro, Juan José Pedraza Tovar, y quien entonces
tenía a su cargo la Dirección de Readaptación Social del Estado, eran Eduardo
Lorenzana, Joaquín Ayala Guillén, Alfredo e Ignacio Gavidia, estos dos presos
por homicidio múltiple, Alfredo Cruz, Sergio Velarde y Pablo
Villalpando.
"Todos ellos que manejaban el grupo de cultura, todos los
actores que participaban en las obras de teatro, en los conciertos; hasta había
algo así como 'La Academia'", relata.
"Carlos", quien sufrió las
consecuencias de no haber sido de los agraciados que formaban el grupo cercano a
Pedraza Tovar, recuerda que todos los reos sabían lo que sucedía en esas
fiestas.
"Eran un grupo religioso y cultural, pero tenían fregadera y
media; en sus fiestas había droga y vino, mujeres y no es coincidente todo
esto.
"A las obras de teatro tenías que ir obligatoriamente, quisieras o
no, pero las fiestas, esas eran solamente para un grupito; esos que te digo, los
VIP".
Además, para completar los festejos, los reos podían pedir el
servicio de "visita conyugal" mismo que les era proporcionado por ese mismo
grupo y que bien podían echar mano de sexoservidoras, o de reclusas del centro
femenil, ubicado justo enfrente el centro varonil.
"Ese grupo, el VIP lo
controlaba todo; iban las internas; las de enfrente, se venían de Jalpan, de San
Juan; te las podías ligar ahí, era un relajo completo.
"Yo no participé,
pero sí vi; porque en ocasiones, cuando yo tramité el amparo para mi caso y como
las notificaciones normalmente llegan en las noches, pasé por ahí y vi la
fiesta; no entré pero sí vi. Te das cuenta", señala.
Todas las fiestas,
según el ex presidiario, se desarrollaban en el comedor de área común, sitio que
el mismo Pedraza Tovar llamaba su "zona de guerra".
"Él (Pedraza) se la
vivía en el Cereso, siempre estaba en lo que denominaba su 'zona de guerra' que
era el comedor del área común y si no te hablaban no podías pasar, y si opinabas
o te negabas a participar, te castigaban, a mí me pasó.
"Yo un día les
dije que era mucho ir diario a sus obras de teatro y me castigaron, me mandaron
a módulo cerrado cuatro días", relata "Carlos", quien hoy está libre e intenta
rehacer su vida.
'El tenía servicio sin pagar'
En
el Cereso de San José el Alto, la entrada de personas y de objetos operaba a
discreción.
No todo ingresaba necesariamente por la aduana durante el
periodo en el que el ahora profesor del Instituto Tecnológico de Querétaro era
director General de Prevención y Adaptación Social del Estado, de 2003 a
2009.
De las 20:00 horas en adelante el Cereso se transformaba en un
lugar de fiesta donde había sexoservidoras, alcohol y drogas, según relatan
mujeres quienes ejercían esta labor dentro del centro de
reclusión.
"Cuando menos dos veces por semana entraban grupos de entre
seis y diez sexoservidoras, por la puerta principal y sin pasar por la aduana
del centro, para 'visitas conyugales' por las que les pagaban entre 300 y 450
pesos por servicio", señala "Iris" una de estas mujeres quien dice haber acudido
al Cereso cuando menos dos años con esa periodicidad.
Agrega que los
internos que pedían "servicios especiales" debían pagar hasta 4 mil pesos por el
servicio.
"Iris" relata que a varias de las sexoservidoras las obligaban
a tener relaciones sexuales con los reclusos y hasta cobraban por ver.
"A
mí me dijeron que íbamos a tener público y pues una sabía que si se negaba se
ponía feo; nos amenazaban con dejarnos ahí, sin salir", afirmó.
De
acuerdo con dos sexoservidoras que acudieron frecuentemente a las fiestas que se
realizaban al interior del Cereso de Querétaro, Pedraza Tovar tenía derechos
especiales para el servicio de las trabajadoras sexuales que le llegaban a
gustar.
"Tenías que entrarle, él tenía derecho de servicio sin pagar. Si
alguna de las muchachas le gustaba tenía que darle el servicio", relató Cristal,
otra mujer que "trabajó" en el penal.
"Carlos" comenta cómo se movía el
negocio de la prostitución en el penal.
"Tenías que hablar con (un reo al
que le decían) 'El Mamut' o con uno que le decían 'El Manchas'; para las mujeres
hablabas con ellos y les decías: '¿sabes qué?, para tal día necesito a ésta', y
le dabas el nombre.
"Y si no, pues ellos te las conseguían, pero estamos
hablando de que cuando menos te gastabas hasta 4 mil pesos, obviamente había de
300, 400, los días de visitas había hijas de internos que trabajaban ahí",
afirmó.
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