domingo, 15 de enero de 2012

"LO VI A LOS OJOS Y ME DIJO QUE SON MENTIRAS": SU ESPOSA


Omar Ortiz se hace un tatuaje con el rostro de su hija.

“Lo vi a los ojos y me dijo que son mentiras”: su esposa

“¡Portero!, ¡portero!, ¡portero!”, le gritan los detenidos desde las celdas cuando su mujer visita al Gato en las instalaciones de la Agencia Estatal de Investigaciones, en Monterrey.



MONTERREY, N. L.- Que viéndolo a los ojos le preguntó, le imploró que le dijera la verdad: que si era cierto que era adicto a la cocaína. Que claro que no, que le hiciera un antidoping.

Que le preguntó, que le suplicó que le dijera, viéndola a los ojos, que si era verdad lo de los secuestros. Que no, que eran mentiras, que se lo juraba.

Que le preguntó, que le dijera “la neta”, viéndola a los ojos, que si era verdad lo del cártel del Golfo. Que no, que por sus hijas enfermas que no.

Y ella confía en la impresionante mirada, la felina y profunda mirada del Gato.

Es Jessica. Ahí, desde donde termina la palma de su mano derecha y parte rumbo hacia el antebrazo, recién se tatuó: “Te quiero a morir”.

Quiere a morir a su hombre. En las buenas y, sobre todo —aunque suene a cliché, subraya—, en las malas. Eso dice la guapa y esbelta mujer. Y habla así de él, de su hombre, de Omar Gato Ortiz, ex portero del Monterrey, de Jaguares de Chiapas, de Rayos de Necaxa, inclusive de la Selección Nacional, recién acusado por las autoridades de Nuevo León de ser cómplice de una banda de secuestradores.

“Omar tiene seis hijos en total. Conmigo cuatro, y antes tuvo dos con su anterior esposa. Conmigo, dos y dos: dos niños de 14 y 12 años; las niñas, una de ocho y otra de cinco. Es un excelente papá: cariñoso, amoroso, atento con sus hijos. Si hay que cambiarlos, los cambia; si hay que cuidarlos, los cuida; si hay que bañar a las niñas, las baña... Mi hija de ocho años es la más apegada a él, y me dice: ‘¿Cuándo va a venir mi papá? ¿No va a venir mi papá? ¿Está bien mi papá?’. Ellas no saben, pero se dan cuenta de que algo malo está pasando. Me dicen: ‘Mami, dime que está bien mi papi’. ‘Está bien, mija’, contesto. Sólo el más grande, que lo vio en la tele, sabe… Sufren que no esté. Y además, están muy inquietos porque ahorita no pueden ni ir a la escuela y sienten que algo está pasando”.

La charla, de más de media hora, transcurre en las sillas dispuestas para visitantes en las instalaciones de la Agencia Estatal de Investigación (donde está arraigado Omar Ortiz), edificio cuyo frente está protegido por un muro para evitar que penetren granadas y balazos desde la calle. Y ahí, trémula, con semblante angustiado, sufriente, la joven, acompañada de su tío Alex, accede a platicar.

—¿Cuándo lo conociste?, ¿qué te gustó de él?

—En abril cumplimos 13 años juntos, en unión libre… Es muy buen compañero. Nos conocimos en Monterrey. Fue en una fiesta… La verdad, me caía gordo (ríe sonoramente por primera y antepenúltima vez, y sonríen por primera y antepenúltima vez sus ojos cafés)… Me daba miedo (vuelve a reír y su tío se carcajea).

—¿Por los tatuajes? —se le pregunta en referencia a los 35 grabados que tiene en diversas partes del cuerpo: un sol, un dragón enorme en la espalda, los dos rostros de sus hijas en los pectorales, la Virgen de Guadalupe, San Judas, peces, estrellas, caligrafía oriental, frases…

—Sí… Bueno, antes no usaba tantos… Por la mirada… impone… Pero como dicen: “Del amor al odio hay un paso”, ¿verdad?... Del “me caes gordo” al amor también (sonríe y su piel blanquísima recupera un tenue tono rosado en las mejillas)… No me caía gordo porque no lo conocía, pero me daba como que… Es que su mirada imponía… Ahora sí tiene muchos tatuajes, y sí, sí me gustan. El último, en el cuello, ¿sabes qué dice?... “El mejor regalo de la vida es mi familia”.

—¿Cómo estás? ¿Qué sientes?

—Tengo miedo… Es lo malo, que a Omar lo conoce mucha gente… Tengo miedo…
Llora durante muchos segundos y no se entiende lo que intenta decir con palabras que brotan del dolor. Parece que se va a desvanecer.

El ex guardameta durante su presentación a los medios en Monterrey el siete de enero pasado.
El ex guardameta durante su presentación a los medios en Monterrey el siete de enero pasado. Foto: Leonel Rocha

No llores… Mejor cuéntame cómo te ligó… ¿Cómo pasaste del “me caes gordo” al “me gusta”?

Se limpia las lágrimas. Traga saliva, hace una mueca para intentar esbozar una sonrisa, procura inhalar y exhalar, recompone la voz e intenta hilar una narración.

—Normal… Empezamos a salir, como cualquier chavo cuando conoce a una muchacha… Es caballeroso, seductor, divertido… Aunque, así que digas “divertido-divertido-divertido”… Es muy serio… Es muy juguetón ya estando con nosotros solos, muy bromista, pero con la gente cercana... Si no, es muy serio… Pero con los que quiere, cualquiera de los futbolistas te puede decir que en el vestidor es muy bromista… Así me gustó: los ojos, la seriedad, lo cariñoso… Ahorita tengo 29 años y Omar 35; empezamos a salir cuando yo tenía 16, tanto tiempo, 13 años… Y ya juntos, pues Omar no es de andar en bares y en antros… Ahora que había dejado de jugar sus amigos iban a la casa… No teníamos dinero para hacer fiestas, pero las hacíamos porque entre todos se organizaban… Normalmente estamos con la familia y con los amigos del futbol…
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El tío de ella, Alejandro, relata a M Semanal la manera cómo detuvieron, como atraparon al Gato en las cercanías de la calle Reino de Tajín, de la colonia Prival de Anáhuac, allí, en un condominio horizontal de unas 40 casas pequeñas de clase media, cuyo valor es de un millón 700 mil pesos por sus 130 metros cuadrados de terreno y 195 de construcción. Y ahí, en el municipio conurbado de San Nicolás de los Garza, afuera del condominio de casitas, en donde yacen dos pequeñas porterías en un jardincito en el que el Gato solía jugar con los niños vecinos, allí lo detuvieron.

—A él no lo agarraron en su casa. Él salió en coche a un mandado con mi hermano; iban a traer de cenar. Iban a Super Siete a traer unas tortillas y algo más. A la siguiente cuadra los agarra una camioneta. Eso fue el miércoles cuatro de enero a las ocho de la noche; no fue en la madrugada, como dijeron. Y a las nueve su esposa le empieza a marcar al Nextel y ya no contestaba. Ya estaba apagado. A las 10 fue a levantar una denuncia. A las 12 de la noche fueron y aventaron a mi hermano afuera de la casa. No lo golpearon, nomás la nuca y lo de las esposas. A Omar… No quiero hablar de eso… Sólo te digo que los encapucharon y les dijeron que los habían levantado por el robo de una gasolinera.

“Los vamos a checar por el robo de una gasolinera”, les dijeron los agentes.

“Pérame, si acabamos de salir de la casa, ¿cuál gasolinera?”, les dijo el hermano de su tío.

“Vamos a llevarlos, y si no son ustedes, ahorita los soltamos”, respondieron los policías estatales. Sigue contando Alejandro: 

“Los separaron, estaban en diferentes coches. Los cambiaron una vez a otras camionetas. Y como a las 12:20 nos hablaron de la vigilancia de la colonia para decirnos que lo habían tirado ahí a mi hermano. Inclusive hay video de seguridad donde se ve que fueron y lo aventaron. Y días después, el sábado que lo presentaron, ya dijeron que Omar estaba involucrado en una banda de secuestradores porque uno de los secuestradores era amigo de él, ¿no? Pero no es su amigo, nada más lo conoce, pero de alguna fiesta. Jugaban futbol siete, futbol rápido. Pero no sabemos más… Por cierto ¿por qué no nos avisaron enseguida que estaba detenido? Nosotros pensando que lo habían secuestrado”.

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Tipo de casa donde vivía el <i>Gato </i>en San Nicolás de los Garza.El tío de la compañera del ex arquero dice que el Gato es un tipo honrado, aun en sus penurias.

“Luego de que dejó de jugar por lo del castigo del doping, el dinero que tenía le duró seis o siete meses. Luego, adiós a la solvencia. Y empezaron a vender una cosa, a vender otra cosa.

Los colegios de los niños se pagan de una renta de una casa que él tiene. Acá mija (Jessica, la pareja) te puede enseñar 20 boletas de empeño de anillos, pulseras, todo lo que tenía. Y eso era para comer y mantenerse al día. Él estuvo dando clínicas de futbol. Ella empezó a vender todo tipo de ropa y bolsas. 

Ahí invertían lo poquito que tenían para poder sacar otro peso más, ¿no? Así se han estado solventando. Y ahí la iban pasando más o menos. No con lujo, pero iban pasando la vida. El carro Avenger que tiene, en el que lo agarraron, se estaba pagando. 

Y se debían letras a la agencia… Y es que él siempre ha sido generoso: siempre ha repartido a manos llenas. No es de que ‘todo para mí’, si tiene te da. Todavía aquí venimos a pedirle la ropa que le trajimos para lavarla y ya la regaló. Imagínate: la camiseta que traía el Gato”.

“¡Portero!, ¡portero!, ¡portero!” eran las ovaciones que corearon tantas veces para apoyar al Gato Ortiz los aficiona.dos de los Rayados del Monterrey en el estadio. Y ahora, son los nuevos coros tras unas rejas. Jessica cierra los ojos. Se restriega la cara abatida. Por momentos se abstrae con la mirada fija en un sitio: piensa, dirá, en que el Gato se ha doblado este día por primera vez…

—¿Está golpeado emocionalmente?
—Emocionalmente sí: quiere ver a sus hijas, quiere estar con sus hijas… No había querido llorar, pero hoy…Yo misma no había querido llorar para que no me viera mal. Digo, no es tan fácil esconder lo que estoy sintiendo… Con verme la cara es suficiente… Yo lo vi con una cara… Me preguntó por los niños; “Bien”, le dije. “¿Las niñas?”, “Bien, todos estamos bien… Tu mamá, todos…”.

Se le inundan los ojos, pero la joven continúa su narración:

“Yo trato de abrazarlo por donde puedo, porque todo es a través de una reja… Y lo abracé”.

—Tengo miedo…—dijo el Gato—, los extraño… No me dejes solo —agregó. Y ya no pudo hablar el musculoso hombre.

Y ahí ya se quebró… Y ya lloré yo también…

Luego ya me dijo: “No, ya no llores”, y ya no lloro, porque aquí son bien carros (de carrilla).

Pero la gente lo quiere, los que están adentro… Cuando lo venimos a ver y él sale de su celda, sé que ya viene porque empiezan a gritar: “¡Portero!, ¡portero!, ¡portero!”… Como en el estadio… Lo animan los mismos presos… Lloramos poquito, no creo que se desahogó bien… Tenía los ojos rojos, rojos… Y le dije que comiera, lo noto bien flaco… ¿Qué le traje hoy? Sopa de fideo, milanesa empanizadas, arroz, frijoles… Y su agua Levite de Bonafont de fresa… Y no toma Coca Cola, pero le mandé una como quiera, por el azúcar…

—¿Y eso de que tenía una adicción a la cocaína?

—El primer día que yo lo vi, el lunes, yo se lo pregunté.
Le dije: “Omar, dime la verdad de todo lo que está pasando, porque en la prensa está saliendo que tú hiciste esto, que hiciste el otro…”. Y me dijo: “Yo no hice nada”.

Le dije: “A ver, Omar, en la prensa salió que eras adicto a la cocaína, dime la verdad…”. Y yo viéndolo a los ojos… Y me dijo: “¡Te lo juro por mis hijas!”.

Mi hija, la más chiquita, está enferma del corazón. Necesita una operación del corazón. Y la segunda es asmática. “¡Te lo juro por mis hijas que no es cierto lo que están diciendo!”, me dijo.

Cuando le preguntaron que si había consumido alguna droga, él dijo que antes de que fuera futbolista él había probado la cocaína. Y cuando le hicieron firmar su declaración le pusieron “adicto a la cocaína”. Y él le dijo a la licenciada que llenaba el formulario:

 “Es que yo no le dije eso”. Y le dijo: “Es que ya lo tienes que firmar”. Y me dijo: “Por eso salió eso, flaca, pero yo te juro que no es cierto: hazme un doping, hazme lo que quieras, yo estoy limpio”. Tenía ilusión de volver a jugar en abril que terminaba su castigo…

Y del secuestro, ¿le preguntaste?

—Sí, le dije: “Dime ‘la neta’…”. Y él me dijo: “No, te juro que no”…

¿Y lo de los supuestos secuestros exprés qué? ¿Él habría señalado a futbolistas?

—También. No es cierto. Omar tiene muchos amigos futbolistas, “amigos-amigos-amigos” que son los que no están ayudando. Eso es una pendejada… Disculpa la palabra, ¿sí?... —dice con mirada pudorosa por la grosería.

—Y dicen que iba a fiestas para conocer gente y señalarla para que la secuestraran…

—Mira, nosotros ni dinero teníamos para hacer pachangas, así que Omar invitaba a la gente a la casa y llevaban cosas. Omar nunca ha sido de andar en fiestas ni nada. Omar conoce mucha gente de dinero desde hace años y pregúntale a esa gente. No hubiera estado supuestamente en dos secuestros, sino en mil… ¡Por favor!… Si tuviéramos ese dinero de secuestros ya hubiéramos pagado las mensualidades del coche… Nosotros tenemos Seguro Popular… Como mis hijas están enfermas, las dos, yo saqué el Seguro Popular, y Omar también está registrado...

En diciembre me internaron a la que tiene asma porque tenía problemas con los pulmones. El viernes pasado, con todo y el problema de Omar desaparecido, la llevé a su cita y el neumólogo me mandó a hacerle un estudio que es para ver el funcionamiento de los pulmones, porque a la niña no le están funcionando bien… Si yo tuviera dinero (acerca el rostro y clava la mirada adolorida en el reportero), ¿tú crees que yo me voy a esperar dos meses para hacerle un examen a mi hija y cuatro meses para cita con el neumólogo? ¡Me dio cita en cuatro meses!... Si tuviera ese dinero llevo a mi hija a una clínica como a la que las llevaba cuando Omar estaba jugando (recita los mejores centros médicos regiomontanos)… O a Estados Unidos… Y mi otra hija necesita una operación que cuesta un millón de pesos y no lo puedo pagar: tiene unas arterias cambiadas: en lugar de tener dos y dos de cada lado, tiene tres de un lado y una de un lado. Y eso lo vivo desde que la niña tenía seis meses y ahorita tiene cinco años… Los médicos dijeron que la edad ideal de operación era entre tres y cinco años, y fue cuando castigaron a Omar… Y ya no se pudo juntar el dinero… Omar dijo: “Lo primero que voy a hacer cuando regrese a jugar es operar a mi hija”. Ya teníamos el plan y la ilusión de hacerlo a partir de abril, cuando íbamos a empezar a juntar dinero porque regresaría a jugar…

—Eso es parte de lo que se ha dicho: que porque tenían deudas y necesidades lo hizo… ¿Tú le preguntaste?

—¡Sí!, y es falso… No había necesidad. Sabía que iba a regresar a jugar. Teníamos mucho tiempo así: vendiendo cosas. Tenemos esto, lo vendemos. Tenemos lo otro, lo vendemos. Todas mis joyas están en el Monte de Piedad, todo lo que él me regalaba está en el Monte de Piedad. Todo, todo... No tengo más que esto que tengo colgado aquí (aretes como de brillantes). Y el piercing de la boca que no es de oro. Teníamos tres centenarios que le regalaron en Necaxa por ser el mejor jugador de partido y los tres se vendieron…

Jessica pone la mirada más triste, como ida…

—Como que no crees lo que les está pasando —le digo.

—Yo me despierto en otro lugar que no es mi casa, porque ya no estamos ahí, y digo: “Me voy a despertar y voy a estar en mi casa con todo normal”… Y me despierto y veo que no estoy en mi casa, ¿no?... Está… Ves a los niños y dices: “¡Chingaos!”… No se vale…
—¿Le preguntaste también del narco? Alegan que esa banda trabaja para un miembro del cártel del Golfo...

—¡Claro! ¡Y obviamente no! Me dijo: “Eso no es cierto, ya no veas la prensa…”. Y le dije: “Yo no veo nada, es lo que nos dice la gente que nos quiere y está preocupada”.

Y por eso tengo miedo de todas esas cosas que nos están haciendo… Qué pesadilla…

La pesadilla del Gato y su familia.

Juan Pablo Becerra-Acosta M. / enviado

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