Mark Twain, el autor del célebre cuento “El príncipe y el mendigo”, acuñó una frase que Enrique Peña Nieto debería de reconsiderar: “Existen tres tipos de mentiras, la mentira, la maldita mentira y las estadísticas”.
Eso ocurre con las encuestas que dan como ganador al candidato del PRI, quien
como en el espejo de Blanca Nieves, se ve a sí mismo en una escultura de bronce
como Napoleón con la banda tricolor sobre el pecho.
Peña Nieto es el
candidato de la mercadotecnia, de la publicidad, un producto político de la
mediocracia. No en balde Los Angeles Times lo definió con buen tino: “Peña Nieto
es bello, pero superficial”.
Peña Nieto desembarcó en el PRI con su equipo
de campaña conocido como los “golden boys”, pero detrás de ellos, los mismos de
siempre.
Los que simbolizan la corrupción y la impunidad, comenzando por su
padrino Arturo Montiel y una caterva de políticos formados a su imagen y
semejanza, comenzando por Hankita Perón, María Elvia Amaya que añora un escaño
en el Senado de la República.
Sí, la flamante esposa del ilustre Jorge Hank
Rhon, que también quiere ser Gobernador y pertenece al Grupo Atlacomulco, los
mismos que dan calor a Peña Nieto, junto con el gober precioso, Mario Marín, de
Puebla, que también sueña con ser senador lo mismo que Félix González Canto de
Quintana Roo, que ya se destapó como candidato, pese a que debe enfrentar a la
justicia por el crimen de una menor; con José Murat, el talibán de Oaxaca, que
está en el equipo de campaña de Peña Nieto y que fue un auténtico depredador y
la Maestra Elba Esther Gordillo, con todo lo que ella representa: corrupción,
crímenes y que se ve y se siente como “la fiel de la balanza” y un largo
etcétera…
De todo ello hablé durante una conferencia sobre el papel de los
medios y las elecciones presidenciales, donde asistí a charlar con jóvenes
universitarios, y donde uno de ellos, un elector común, me hizo llegar una
pregunta: ¿qué representa Peña Nieto y su grupo?
Expuse que los representantes
de esta clase política que simbolizan la corrupción, es lo que genera
desconfianza y rechazo. Y visto así, Peña Nieto es producto de las propias
contradicciones de su partido.
Antes de responder, lo primero que me llamó
la atención fue el malestar de los estudiantes con los partidos y sus
candidatos, pero en especial con Peña Nieto, que para su desgracia muchos
universitarios no se sienten identificados con el candidato priísta.
Desde luego
es algo que debería preocupar, y mucho, no sólo a su equipo de campaña, sino al
propio candidato. ¿Pero qué les puede ofrecer a los jóvenes un político que
desprecia a la cultura?
Ya sabemos que el presupuesto para las universidades es
insuficiente, que la inversión de México en investigación y desarrollo
tecnológico apenas representa el 0.37% de su Producto Interno Bruto, que los
recursos para la cultura son escasos y que son mucho menos de lo que se destina
a la investigación científica.
Mi respuesta fue directa: Peña Nieto no es el
candidato de los estudiantes, de los universitarios. Es el candidato de los
grupos concéntricos de poder.
Les dije a éstos jóvenes que sería interesante
esperar que Peña Nieto se atreviera a presentarse ante los jóvenes de la UNAM y
de otras universidades del país para dialogar, para debatir… a proponer, a
escuchar, a confrontar, a bajarse del pedestal y dejarse de ver en el espejo de
Blanca Nieves, mientras millones de jóvenes se enfrentan a un futuro incierto.
Durante la charla tracé un perfil del candidato priista. Expuse que Peña
Nieto es un joven político que es hijo del poder y bisnieto de la Revolución,
pero que carece de las dotes que definen a los hombres del poder como son una
excepcional inteligencia y un agudo sentido político.
Peña Nieto, agregué, es
sobre todo un hombre pragmático, despectivo e irascible; es producto de la
mediocracia, que ha ocupado algunos cargos en los cuadros medios y sólo uno de
elevada responsabilidad, como Gobernador.
Que es enérgico y asegura que se ha
preparado para el futuro y que en muchos de los medios es visto como el
estereotipo de los políticos metrosexuales que representan a la nueva generación
de líderes, administradores y técnicos, cuyas carreras se han sembrado
fundamentalmente en el modelo de las escuelas privadas y con posgrados en el
extranjero.
Peña Nieto –insistí– pese a sus limitaciones, como Gobernador
mostró un nuevo liderazgo a nivel local y que con el apoyo de la televisión
edificó una base de apoyo más sólida a nivel nacional. Que ante el reto que
enfrenta necesitará de todas sus habilidades políticas, aun cuando
prematuramente, mucho antes de ser candidato, se daba por descontado que sería
el próximo Presidente de México.
No obstante algunos traspiés en su manejo
personal como ocurrió en la Feria Internacional de Libro en Guadalajara, aún
mantiene una imagen mediática “buena”, y que necesitará despojarse de
convencionalismos llegue o no al poder, pues sobre Peña Nieto pesa la sombra de
Arturo Montiel, su padrino, un político que simboliza la
corrupción.
Finalmente concluí que Peña Nieto se propone el cambio y confía
en tener el método, los hombres y la capacidad para lograrlo. Su partido se
mantuvo 70 años en el poder y fue desplazado por el hartazgo.
Que después de dos
sexenios del PAN en el poder, Peña Nieto busca recuperarlo; sabe que el destino
del PRI y del Grupo Atlacomulco está en juego. Los priistas confían en que Peña
Nieto habrá de triunfar. Después de las elecciones del 1 de julio de 2012, los
priistas habrán de saber si fue un gran acierto o un gran
error.
* José Martínez M., es periodista y escritor. Es Consejero
de la Fundación para la Libertad de Expresión (Fundalex) . Es autor del libro
Carlos Slim, Los secretos del hombre más rico del mundo, y otros títulos, como
Las enseñanzas del profesor. Indagación de Carlos Hank González. Lecciones de
Poder, impunidad y Corrupción y La Maestra, vida y hechos del Elba Esther
Gordillo.
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