¿Qué podría ser lo peor que
le podría pasar a Enrique Peña Nieto antes de que entregue el poder a Andrés
Manuel López Obrador? Difícilmente podría pensarse algo peor que la humillación
pública. Eso sería un golpe al honor del presidente que ya se va y una demostración
del poco valor que le queda a su investidura presidencial. Y sucedió la semana
pasada. López Obrador –quizás sin que fuera su intención-, hizo escarnio
político de Peña Nieto cuando dijo que le pediría que enviara una iniciativa
preferente al Congreso para tener lista la nueva Secretaría de Seguridad
Pública Federal al tomar posesión el 1 de diciembre y arrancar el nuevo
gobierno con una nueva arquitectura institucional.
Falta ver cuál será la
reacción de Peña Nieto ante esta petición, que si bien tiene una lógica
funcional, sería una burla al presidente cuya incompetencia en esta materia,
precisamente, lo llevó al abismo. Tras seis años echados a la basura en materia
de seguridad, este país regresará al que había no hace seis años, sino hace 12,
cuando comenzó la guerra contra los cárteles de la droga. Peña Nieto recibió el
gobierno de Felipe Calderón con una estrategia de fuerza y violencia contra
criminales, que 18 meses antes del relevo del poder llegó a su máximo de
homicidios dolosos y había comenzado a caer de manera sistemática. Esa inercia
le duró escasos dos años, antes de repuntar una vez más la violencia.
El fracaso de Peña Nieto que
trata de enmendar López Obrador, y revertir en seis años el daño que le causó
al país la estrategia del gobierno actual, comenzó desde la transición en 2012,
cuando el entonces presidente electo aprobó el plan de quien sería su
secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, para desaparecer la
Secretaría de Seguridad Pública Federal y fusionarla en la Secretaría de
Gobernación. Dentro del equipo de Peña Nieto hubo oposición a esa medida, pero
siguió adelante con el plan de Osorio Chong, quien luego de conocer los
recursos de inteligencia que disponía esa dependencia, los pensó para él y sus
ambiciones, de acuerdo con personas que platicaron con él en aquél tiempo.
La fusión revelada en este
espacio en octubre de 2012, sería el principio de la debacle. Paradójicamente,
la suerte de Peña Nieto fue echada antes de iniciar su mandato presidencial. En
diciembre de ese mismo año, también se reveló en este espacio, comenzó el
desmantelamiento de Plataforma México, el complejo sistema de información e
inteligencia criminal construido con recursos de la Iniciativa Mérida, que el
gobierno de Barack Obama quería que se replicara en Centroamérica como parte de
una estrategia regional que hoy, todavía, forma parte del enfoque integral para
resolver el problema de la violencia regional.
A eso le siguió el cese de
los especialistas mexicanos en el manejo de drones, porque se argumentó que sus
salarios eran muy elevados. Era cierto, pero al despedirlos, México se quedó
sin expertos en esos equipos y se tuvo que pedir ayuda a la CIA y al
Departamento de Alguaciles para poder ubicar a Joaquín “El Chapo” Guzmán en la sierra
de Durango. Guzmán pudo escaparse del Altiplano porque también el gobierno
peñista dejó de pagar mantenimiento del sistema de sensores subterráneos,
relajó la seguridad en los ingresos a la cárcel, le quitó el audio a los
monitores de la Policía Federal que vigilaban el interior del penal, cesó su
vigilancia perimetral alrededor del penal, acabó con los protocolos que se
habían establecido y con la capacitación de custodios, cuya preparación
especializada se canceló. Por las mismas razones se despidió a los jefes de la
Policía Cibernética, y se puede argumentar que la debilidad táctica en esa área
fue una de las causas de los ataques a instituciones financieras que arrojaron
pérdidas por unos 400 millones de dólares este año.
La desaparición de la Secretaría
de Seguridad Pública Federal fue un error que terminó hundiendo a Peña Nieto, a
Osorio Chong y a todo el gobierno. No hay debacle más grande en su
administración que la estrategia de seguridad, cuya ineficiencia en el combate
–el número de homicidios dolosos es 19% más que en el gobierno de Calderón,
alcanzando los máximos históricos desde 1997, cuando empezaron a
contabilizarse-, se convirtió en uno de los dos grandes factores de su derrota
en las elecciones presidenciales. El otro factor fue la corrupción, percibida
por el electorado como un fenómeno extendido y permitido en su gobierno.
La corrupción se magnificó,
como una hipótesis de trabajo, frente a la incompetencia en proveer seguridad.
La eficiencia de un político o un gobierno le permite flotar en los peores
pantanos. Si es ineficiente en algo tan vital como la seguridad, se ahoga en un
estanque, como le sucedió.
El legado de Peña Nieto
estará para siempre vinculado a esos dos factores, que son los primeros que
López Obrador se ha dispuesto a enfrentar y cambiar. La petición de López
Obrador a Peña Nieto es un atajo para combatir la inseguridad desde el
principio, con una nueva secretaría dedicada a reducirla y eliminarla, lo más
complejo y difícil que tendrá durante su administración, y lo que más tiempo le
llevará para que empiece a dar resultados.
Peña Nieto está en una
encrucijada ante tal petición, la única concreta de largo alcance que le ha
solicitado. Está atrapado entre lo que necesita su sucesor y este país, y lo
que significa para su propio legado y reputación. Pero es responsable de este
desastre en seguridad, y las tormentas que causó lo perseguirán.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(EJE CENTRAL/ RAYMUNDO RIVA PALACIO/ ESTRICTAMENTE
PERSONAL/6 DE AGOSTO DE 2018)
No hay comentarios:
Publicar un comentario