En “La Franja de oro de Sonora” –un
lugar donde el oro, de muy alta ley, brota de la tierra a diario– los
buscadores hallan las pepitas con las que subsisten con la esperanza de lograr
un hallazgo que les cambie la vida.
Sonora es el único desierto en América
Latina con oro aluvial (que los ríos arrastran de las montañas). Sin embargo,
los descubrimientos de gran escala no son cosa de todos los días.
Sonora/Ciudad de México, 5 de
noviembre (Infobae/SinEmbargo).- Hace tres generaciones que Arturo Coronado Silva
es gambusino, como se conoce en México a los buscadores de yacimientos
minerales. Un buscador de oro como su padre, su abuelo y quienes los
precedieron en Sonora, el estado del norte de México donde se ha reavivado una
segunda fiebre del oro.
Como aquella que vivió el
estado hace un cuarto de siglo, cuando eran los apaches, y no las fronteras, lo
que dificultaba el paso entre Sonora y Arizona. “En este estado siempre ha
habido oro”, dice Manuel Rangel Vigueras, un hombre que hace 25 años compró su primer
detector de metales para buscar oro.
Fundador del primer club de
gambusinos en Sonora, sabe lo que esconde la tierra del desierto. Desde su
llegada, dice, los españoles encontraron oro a ras de tierra en una zona que
llamaron San Ildefonso de la Cieneguilla, hoy conocida como La Ciénega, en el
municipio de Pitiquito que se ubica al noroeste del estado, entre Caborca y
Altar.
Rangel asegura que allí los
españoles llegaron a recolectar hasta 50 kilos de oro al día, “a simple vista,
sin necesidad siquiera de cavar”.
Arriba: gambusinos de Sonora. Abajo:
Arturo Coronado Silva, tercera generación de gambusinos en esa entidad. Fotos:
Infobae
Esa zona hoy es conocida como
“La Franja de oro de Sonora”, dice Rangel Vigueras. Un lugar donde el oro, de
muy alta ley, brota de la tierra a diario, asegura. Allí, un gambusino
aficionado halló, a sólo 15 centímetros de profundidad de la tierra y con un
sencillo detector de metales, “la bota de oro de Cortés”. La pepita de oro de
más de 12 kilos, la más grande descubierta en la región en años recientes,
estaba en el lecho seco de un río en el desierto de Altar. La vendieron a
Estados Unidos y durante varios años, desde 2013 que la encontraron, ha sido
expuesta en distintas ciudades.
No es la única, dice Rangel.
“Otro grupo de gambusinos también halló una pepita de 33 kilos, con valor de 18
a 22 quilates, que es la más grande que yo recuerdo”.
Don Arturo Coronado recuerda
que “en el año 47, un tío mío con familia humilde, numerosa, agarró una pepita
de oro de 7 kilos”. Él, por su parte, encontró la más grande de “su carrera” en
1986. “Pesaba 850 gramos”. Pero “de pedacito en pedacito he sacado más”.
Los descubrimientos de gran
escala no son cosa de todos los días, advierte. “Hay temporadas que apenas saca
uno para comer, o mal comer”.
TIERRA QUE BRILLA AL RAS
La riqueza de Sonora tiene
doble origen: su orografía y su historia. Por su características orográficas,
Sonora es el único desierto en América Latina con oro aluvial –que los ríos
arrastran de las montañas. “En toda la zona del Pacífico –Alaska, Canadá, Estados
Unidos, México y Perú– hay oro aluvial”, dice Rangel. “Pero aquí, donde antes
había lechos de ríos, ahora hay pura tierra, desierto, y la búsqueda que vemos
en las películas, a la orilla de los ríos y con bateas, nosotros la hacemos en
seco y con detectores”, explica.
Don Arturo utiliza una
“maquinita” que se llama polveadora, que funciona con aire y sirve para remover
la tierra. “Arriba tiene un platillo donde se asienta el oro y ya uno nomás lo
saca y lo lleva vender”. Los compradores pagan a 600 pesos el gramo, dice.
Pero no es el dinero sino la
aventura lo que mueve a los nuevos gambusinos, dice Rangel. Todo con tal de
hallar algo de aquellos tesoros que sobreviven en las historias orales de
gambusinos, heredadas de padres a hijo. “Dicen que aquí hay tesoros con grandes
cantidades de oro acumulado por las tribus indígenas, el que dejaron los
españoles de las minas de Álamo, o el que les arrebataron a los jesuitas de
Caborca”, asegura Rangel. Incluso dicen que el líder revolucionario Pancho Villa
dejó por aquí enterrados los tesoros que fueron su botín durante la Revolución
de 1910.
Arturo Coronado Silva en la presentación
de su libro La Ciénaga. Foto: Infobae
La riqueza de Sonora tiene doble origen:
su orografía y su historia. Foto: Infobae
“La Franja de oro de Sonora”, un lugar
donde el oro, de muy alta ley, brota de la tierra a diario. Foto: Infobae
HOMBRES LIBRES
A sus 88 años, don Arturo es
la historia viva de los gambusinos sonorenses. Como antes lo fueron su padre y
su abuelo. “El papá de mi papá nació en 1850 y desde ese tiempo fue un
gambusino que recorrió las californias”.
Los describe como “hombres
rústicos, de monte”, que viven a su ley, apegados al gambuseo porque no hay
patrón que los mande. “Somos gente pobre, gente rústica, muchos no tienen
carrera ni escuela, pero somos libres: esa es la misión del gambusino”.
Coronado asegura que
cualquiera puede viajar a esas tierras y convertirse en gambusino. “Se forja su
maquinita o la compra y se va a trabajar; lo que saque de oro en el día no lo
comparte con nadie, es de él y no se pagan impuestos”, asegura. “Cualquier
persona estando en terrenos del gobierno, libres, nacionales, puede llegar a
donde nosotros vivimos y acampar donde les dé la gana, bajo en un árbol o río.
No se pagan impuestos por eso”.
El oro atrae a los espíritus
aventureros, dice Rangel. A la fecha, su club de gambusinos suma mil 500
integrantes de todo Sonora, que salen de exploración en jornadas de 8 horas.
“Lo que cada quien encuentra se lo queda, pero si hay un nuevo integrante, sin
experiencia, lo compartimos con él para animarlo a seguir”, dice. Porque nada
hay más emocionante que buscar oro.
ESTE CONTENIDO ES PUBLICADO POR SINEMBARGO CON
AUTORIZACIÓN EXPRESA DE Infobae.
(SIN EMBARGO/ INFOBAE/ ELIA BALTAZAR/ NOVIEMBRE 5,
2017, 11:50 AM)
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