Las acusaciones sobre una cultura
sexista en Uber culminaron en despidos y finalmente en la renuncia de Travis
Kalanick, el director ejecutivo. Credit Eric Risberg/Associated Press
El combate al sexismo en los
lugares de trabajo ha sido el centro de la indignación, y con razón.
No hay excusas —ni ahora ni
nunca— para tratar a las mujeres de forma distinta a los hombres cuando se
trata de salarios y remuneraciones, en su representación en las juntas
directivas de las corporaciones o en oficinas de ejecutivos, en reuniones
cotidianas donde a veces se les hace sentir que son subestimadas o inadecuadas
o, Dios no lo permita, en interacciones sociales en las que se sabe que los
hombres suelen aprovecharse de las mujeres en contra de su voluntad.
El asunto se ha vuelto
especialmente grave en lugares como Wall Street y Silicon Valley, ecosistemas
que llevan mucho tiempo aislados y dominados por hombres. También es un
problema serio actualmente en la Casa Blanca.
Sin embargo, como lo
demuestran los sucesos más recientes en Uber, se pueden dar pequeños pasos en
la dirección correcta. El comportamiento sexista de los altos ejecutivos no
solo está causando sus despidos, sino que también puede generar iniciativas
importantes para cambiar la cultura corporativa. Es un progreso significativo y
debemos aplaudirlo.
Entre las personas que
encabezan el ataque en contra del sexismo en Uber está Arianna Huffington,
cofundadora de The Huffington Post y fundadora de Thrive, una firma consultora
y de mercadotecnia respaldada con capital de riesgo que se dedica a promover
que las personas se desconecten y duerman. Huffington es miembro de la junta
directiva de Uber desde abril de 2016 (y había sido la única mujer allí hasta
hace poco).
Susan Fowler, una exempleada de Uber,
escribió en un blog acerca de cómo sobrellevó el acoso sexual cuando trabajaba
en la empresa, lo cual provocó una profunda investigación interna sobre la
cultura laboral en Uber. Credit Shalon Van Tine
Huffington hizo su aparición
en febrero después de que Susan Fowler, una exingeniera de Uber, compartiera su
historia de acoso sexual por parte de un supervisor. “Era evidente que quería
que tuviera sexo con él”, escribió Fowler en una publicación de blog muy
debatida, “y era tan clara su impertinencia que de inmediato tomé capturas de
pantalla de esos mensajes y lo reporté con Recursos Humanos”.
Después de que apareciera la
publicación de Fowler, Travis Kalanick, uno de los fundadores de Uber y en esa
época su director ejecutivo, anunció que, para investigar las acusaciones de
Fowler y la cultura de Uber en general, Huffington trabajaría con dos
ejecutivas de la compañía y con Eric Holder Jr., el exprocurador general de
Estados Unidos, quien había regresado a su antiguo bufete, Covington &
Burling.
Otro bufete, Perkins Coie,
también fue contratado para investigar las acusaciones de sexismo en Uber. El 6
de junio, Perkins Coie emitió un informe en el que afirmaban que se encontraron
47 denuncias de acoso sexual en Uber de un total de 215 casos de acoso sexual,
intimidación, represalias y discriminación. El resultado: 20 empleados
despedidos. Otros 31 estaban “en capacitación” y siete recibieron una
“advertencia final”. Según Uber, hay 57 denuncias que siguen “bajo revisión” y
100 que básicamente fueron descartadas.
Una semana después, Holder
sacó a la luz un informe con 13 páginas de recomendaciones que Uber debió haber
implementado mucho tiempo antes. Fowler terminó por dejar Uber después de 13
meses. Sus revelaciones iniciaron una serie de sucesos que terminaron con la
salida de muchos ejecutivos sénior de Uber y la eventual renuncia de Kalanick
(que es uno de los mayores accionistas; su participación vale alrededor de 6
mil millones de dólares y aún podría regresar a la empresa, del mismo modo que
Steve Jobs volvió triunfante a Apple).
En la reunión con los
empleados de Uber donde se dio a conocer el informe de Holder, Huffington habló
sobre la necesidad de tener más mujeres en la junta directiva y sobre cómo el
hecho de que hubiera una mujer ahí podía hacer que hubiese más en otras juntas.
Fue entonces cuando a David Bonderman, el cofundador multimillonario de TPG, un
gigante del capital privado y miembro de la junta directiva de Uber, se le
ocurrió decir lo siguiente: “De hecho, lo que demuestra es que es más probable
que haya más alboroto”. Bonderman se disculpó rápidamente y después renunció a
la junta. No obstante, haber dicho un comentario tan estúpido en medio de una
reunión de “personal” de Uber para discutir el cambio de la cultura sexista de
la empresa, demuestra una especial falta de inteligencia emocional.
La cultura corporativa
sexista de Uber no es única. Varias entidades de la cadena Fox han visto cómo
sucumben uno tras otro altos ejecutivos y personalidades de la pantalla chica
por acusaciones de sexismo. El presentador de Fox Business, Charles Payne, fue
suspendido en medio de denuncias de acoso sexual. Otro alto ejecutivo de Fox,
Jamie Horowitz, de Fox Sports, fue despedido de forma abrupta debido a
referencias de comportamientos inadecuados.
Como lo demuestran los casos
de Fox y Uber, no cabe la menor duda de que el acoso sexual y la falta de ética
en el lugar de trabajo son comportamientos que pueden llevar al despido de una
persona.
Sin embargo, ¿cuál es la
situación en la Casa Blanca? ¿Por qué el mensaje no les llega? Los tuits del
presidente Trump sobre Mika Brzezinski, la copresentadora del programa de MSNBC
“Morning Joe”, fueron repugnantes. Esto se suma a los comentarios poco
profesionales y sexistas que Trump hizo acerca de Caitriona Perry, corresponsal
en Washington para RTE News de Irlanda, mientras estaba en la Oficina Oval
hablando por teléfono con el primer ministro irlandés. Después de que Perry se
presentara con Trump, el presidente estadounidense le dijo al primer ministro:
“Tiene una linda sonrisa, así que apuesto a que te trata bien”.
Arianna Huffington es una de las
personas que encabeza el ataque en contra del sexismo dentro de Uber. Credit
Damon Winter/The New York Times
Si por sí solo el momento fue
inapropiado, lo empeoró el hecho de que al otro lado del escritorio de Trump
estuviera sentada Dina Powell, una asesora sustituta en materia de seguridad
nacional y una de las mujeres con más alto rango dentro de la Casa Blanca. En
el video donde se muestra el incidente, Powell tiene una amplia sonrisa. No ha
hecho ningún comentario público al respecto.
Ninguna de las demás mujeres
con cargos importantes en el gobierno de Trump se ha expresado públicamente
sobre los comentarios sexistas del presidente estadounidense. Elaine Chao, la
secretaria de Transporte, ha guardado silencio. Betsy DeVos, la secretaria de
Educación, ha guardado silencio. Kellyanne Conway, consejera del presidente, ha
guardado silencio. Tanto Melania como Ivanka Trump han guardado silencio.
Incluso los hombres que
parecen más sensibles dentro de la Casa Blanca también han guardado silencio:
Gary Cohn, director del Consejo Económico Nacional de Estados Unidos; H. R.
McMaster, asesor de seguridad nacional, y Jared Kushner, el asesor sénior de la
Casa Blanca (y esposo de Ivanka Trump).
El silencio equivale a ser
cómplice. El primero de julio, Stephanie Ruhle, una presentadora de MSNBC,
escribió en Twitter que Powell, por su parte, debía “manifestarse en contra de
este comportamiento misógino y sexista de una vez por todas”. Su colega de
MSNBC, Nicolle Wallace, exdirectora de comunicaciones del presidente George W.
Bush, exhortó a las mujeres en cargos altos de la administración de Trump a que
“hablen de manera oficial y condenen los comentarios de su jefe”. Y agregó que
“deberían trabajar tras bambalinas para hacerle ver lo ofensivo de sus
comentarios”.
Las dos presentadoras de
MSNBC tienen toda la razón.
(THE NEW YORK TIME EN ESPAÑOL/ WILLIAM D. COHAN 27 DE
JULIO DE 2017)
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