CIUDAD
DE MEXICO (apro).- La reciente Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana
(Ensu) del Inegi nos muestra resultados que conjugan nuestra crítica situación
de violencia y miedos sociales junto con la carga de un futuro de expectativas
negativas que, si se mantienen, configuran un escenario trágico para los
mexicanos.
El
foco del ejercicio de percepción y de información de experiencia social
relacionada con la violencia y/o la conflictividad a la que estamos expuestos,
se concentra en las 51 ciudades más importantes del país (cobertura de la
encuesta). Sus resultados, sin embargo, se pueden extrapolar de un modo general
al país considerando la concentración poblacional y la representatividad del
ejercicio demoscópico. El balance es desalentador, por mucho que se pretenda
verlo con el optimismo tecnocrático del Inegi, un poco a tono del gobierno
federal, que en diversas partes de su anuncio de la Ensu señala disminuciones
en la percepción de la inseguridad en varias ciudades del país.
INSEGURIDAD, AL ALZA
Un
primer dato que se destaca de observar los números de la Ensu es la elevada
percepción de inseguridad en la población ciudadana del país: siempre muy por
arriba de la mitad desde que se empezaron a realizar estas mediciones en 2013
(14 desde entonces) que van de 68 al actual 74.1% de diciembre pasado. En los
años de gobierno de Enrique Peña Nieto no hemos dejado de sentirnos inseguros,
e incluso aumenta en la sociedad dicha percepción.
Con
la lente particular de la percepción por ciudad y comparando la encuesta del
tercer trimestre de 2016, los datos no son menos alentadores. Del universo de
las 51 ciudades que comprende la Ensu, sólo nueve tienen cifras de percepción
menores a 50%. De hecho, como destaca la nota del Inegi, algunas de estas
ciudades (Durango, Puerto Vallarta, Tepic, Saltillo y Mérida) muestran tendencia
al alza en dicha percepción, como si se tratara de alcanzar el promedio
nacional que, de suyo, es elevado en forma alarmante.
Las
variaciones a la baja que muestran 21 ciudades, en realidad, salvo en siete
casos (donde destacan La Paz, Chihuahua, Juárez o Neza, cuyas cifras siguen
siendo altas), son de diferencias menores de dos puntos porcentuales, lo que
hace irrelevante la disminución.
Un
segundo dato importante en el comparativo es el hecho de que 23 de los 32,
incluyendo a la Ciudad de México (poco más de las dos terceras partes),
muestran una percepción creciente de inseguridad. Si consideramos en términos
gruesos esta proporción, podemos hacer coincidir la percepción de inseguridad
con el mapa de la violencia que nos muestran los datos de incidencia delictiva
que proporciona la Comisión Nacional de Seguridad (CNS) a través de su
secretariado.
Esta
apreciación desmiente en buena parte el cliché gubernamental de que la
inseguridad del país es una mera cuestión de percepción y de falla en la
comunicación de las políticas de prevención y combate al delito. O bien, que la
alta criminalidad se concentra en medio centenar de municipios del país.
FUTURO CIERTO: PEOR
En
la línea de tiempo que se traza desde que se inician estas mediciones en cuanto
a la expectativa de la “delincuencia” en nuestras ciudades por los próximos 12
meses, los resultados son de una creciente desesperanza: pasan de 60.8% en 2013
a 72.1% en 2016 las respuestas que conjuntan que “seguirá igual” con las de que
“empeorará”.
En
este punto vale la pena acotar el dato de que el levantamiento de la última
encuesta de la que nos da razón el Inegi ocurrió en diciembre pasado, y que es
posterior a la elección presidencial de Estados Unidos. Es obvio que este no es
un factor definido en el ejercicio pero se puede plantear como hipótesis que el
ánimo social que se refleja en la encuesta, suma nuestra endeble expectativa de
solucionar la crisis de seguridad con el preámbulo de la era Trump. Este
argumento podrá confirmarse cuando se realice, en marzo, el primer ejercicio de
la Ensu este año.
PERCEPCIÓN VERSUS CONFLICTIVIDAD
Una
de las cualidades de la Ensu es la medición de experiencia o exposición ya sea
de conductas delictivas o la mera conflictividad derivada de la violencia en el
entorno en que vive la población. Esto va de la mera problemática con vecinos o
los conflictos en la calle hasta la presencia o conocimiento de la comisión de
ciertos delitos. La diferencia es sustantiva porque no se trata de la
subjetividad del sentimiento de inseguridad que tienen las personas sino su
contacto con la inseguridad en sí. En principio, estas mediciones diferenciadas
pueden ser indicativas sobre la naturaleza originaria de nuestros temores:
apuntan a la degradación del tejido social o al sometimiento de nuestro entorno
a criminalidad exógena.
Por
ejemplo, la Ensu de diciembre señala a Fresnillo como una ciudad donde la
población tiene una mayor percepción de inseguridad (90.7%), pero que en el
apartado de “conflictos y conductas antisociales” aparece con uno de los
menores porcentajes de conflictos entre la población (11.4%).
La
explicación no es fácil y eso no se desprende de la encuesta. La ausencia o
baja tasa de “conflictividad” como la caracteriza el Inegi no está aparejada
con menos inseguridad. El análisis de la percepción debe contemplarse con datos
de incidencia delictiva y con el señalamiento de su naturaleza. En el caso de
Fresnillo puede aventurarse la hipótesis que la percepción de inseguridad se
debe a factores ajenos a una dinámica de deterioro de convivencia social o de
ausencia (de ahí que no exista conflictividad); el crimen organizado, por
ejemplo.
VIVIR CON MIEDO
La
lectura integral de las mediciones comprende el espacio físico en el que nos
sentimos más seguros, donde el transporte público y los cajeros son los sitios
con el primer lugar de vulnerabilidad (74.2 y 82%, respectivamente). Llama la
atención de la encuesta que, aun en hogares o en la escuela, casi una tercera
parte de la población encuestada se siente insegura (29.7 y 28.9%,
respectivamente).
La
variable sobre “experiencia” o los comportamientos personales respecto de
ciertos hábitos nos muestra una compleja y triste degradación de nuestra vida
social, familiar y de relación con nuestro entorno: más de la mitad de la
población es renuente a caminar de noche cerca de casa (52.3%) o de permitir
que sus hijos menores salgan de su vivienda (57.9%), en tanto que más de la
tercera parte es renuente a visitar a parientes o amigos (35.5%). La conclusión
es clara, la crisis de inseguridad de estos años ha mutilado los motores de la
confianza y la convivencia sociales.
COLOFÓN: CONFIANZA INSTITUCIONAL EN LA
EFICACIA… DE PAPEL
La
Ensu describe una categoría que busca reflejar la confianza ciudadana en las
instituciones del sector seguridad. Los resultados pueden ser engañosos porque
no queda clara la intención que busca la medición cuando, por ejemplo, los
entrevistados no se sabe si distinguen la competencia de cada organismo o
nivel.
Las
fuerzas armadas (Ejército y Marina), la Policía Federal y la Gendarmería
Nacional, todas ellas instituciones de tipo federal, en promedio tienen altos
niveles de consideración de eficacia en su actuación. Los niveles más bajos o
reprobatorios apuntan hacia las policías estatales y las municipales.
Niveles
de eficacia. Instituciones. Foto: Especial
Los
datos así presentados dan pauta a la manipulación sobre la verdadera percepción
de los organismos de seguridad del Estado o bien para orientar cierta
predisposición a favorecer a instituciones que no están preparadas a
desempeñarse como policías. La opinión favorable, en el caso de las fuerzas
armadas y de las policías federales, tiene un componente de ignorancia o de
confusión social que no se aclara en la encuesta.
En
principio, la calificación ciudadana sobre el desempeño de las instituciones en
papel de seguridad pública debe hacerse siempre que haya habido, en el caso de
las federales, dicha actuación previa al levantamiento de la encuesta. Este
dato no es claro. De ahí que el resultado es sesgado cuando se vierte sobre las
policías con las que se tiene conocimiento permanente de su actividad en
nuestro entorno, como son las estatales y las municipales.
(PROCESO
/ ANÁLISIS/ ERUBIEL TIRADO/21 ENERO,
2017)
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