Pastores
se acercan a los establos trasquiladores en Tierra del Fuego, Chile Credit
Tomas Munita para The New York Times
TIERRA
DEL FUEGO, Chile — La vida en el fin del mundo puede ser muy solitaria.
Durante
varias semanas seguidas, puede que Roberto Bitsch y otros gauchos como él no
vean a ningún otro ser humano. Ven caballos, salvajes y domesticados. Ven a los
perros que trabajan con ellos. Pero sobre todo ven ovejas, miles de ellas.
En
Isla Grande, la más grande de las islas en Tierra del Fuego, en el extremo de
América del Sur, más cerca de la Antártica que de Santiago, los lugareños miden
el tiempo mediante el largo del pelaje lanudo de las ovejas.
Trabajadores
de un grupo de trasquiladores durante un descanso en Tierra del Fuego Credit
Tomás Munita para The New York Times
Cada
año, durante esta época, los gauchos (pastores y vaqueros de esta región) dejan
atrás sus chozas portátiles sobre las estepas llenas de pasto y acariciadas por
el viento, y llevan a sus rebaños a casa, a los grandes ranchos desperdigados
por la isla.
La
nieve cae este mes en Tierra del Fuego, donde hay abundante pasto pero el
viento no permite que crezcan árboles. Credit Tomás Munita para The New York
Times
En
los ranchos o en establos gigantescos, algunos de ellos copropiedad de varios
rancheros, comienza la trasquila: lana que sale volando por todos lados,
conversaciones prosaicas y, a veces, una comida compartida por los vecinos que viven
a muchos kilómetros de distancia.
“Vivir
aquí es una elección”, dice Patrick MacLean, de 67 años, propietario de uno de
los ranchos, Estancia Por Fin, y patrón de Bitsch. “Nadie nos obliga a vivir en
Tierra del Fuego, pero yo creo que no hay un mejor lugar para vivir”.
La
mesa lista para un almuerzo en Tierra del Fuego Credit Tomás Munita para The
New York Times
Chile
produce 11.000 toneladas de lana al año, de acuerdo con la Organización de las
Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. Mucha de esa lana
proviene de la Tierra del Fuego, alguna vez el hogar de los grupos nativos
selk’nam y yámana, y colonizada por rancheros europeos y chilenos justo antes
de que comenzara el siglo XX.
Es
poco lo que ha cambiado aquí desde la época en la que aquellos primeros
rancheros, los ancestros de hombres como MacLean y Bitsch, encontraron una isla
verde por el pasto pero con demasiado viento para que crezcan árboles.
Juntan
a las ovejas un día antes de la trasquila. Chile produce 11.000 toneladas de
lana al año. Credit Tomás Munita para The New York Times
MacLean,
que es dueño de más de 5000 ovejas, comparte un establo de trasquila con otras
siete familias que le compraron la construcción a un importante conglomerado de
rancheros en la década de 1950. Cuando las ovejas llegan al establo cada
temporada, como lo hicieron en un fin de semana reciente durante noviembre, es
motivo de fiesta. Sin embargo, también significa largos días de esfuerzo, dice
MacLean.
“Es
trabajo arduo y la única manera de soportarlo es mantenerse de buen humor”,
afirma. “Nos gusta estar con otras personas, compartir y escuchar bromas”.
Los
perros durante la trasquila de este año. Fuera de temporada, los gauchos pueden
pasar semanas sin ver a una sola persona. Credit Tomás Munita para The New York
Times
Con
decenas de miles de animales que descienden hacia un solo establo de trasquila,
al igual que en otro en China Creek, la coordinación es fundamental. Los
rancheros deben planear, de acuerdo con el clima y los ciclos de reproducción
de las ovejas, cuándo mover a sus rebaños, cuánto tiempo mantenerlos en
pasturas específicas y cuál será la mejor forma de pastorear a los animales a
través de un laberinto de corrales de madera antes de trasquilarlos.
Durante
el transcurso de varios días, hasta 35.000 ovejas pueden ser trasquiladas por
un grupo de apenas siete hombres. Los trasquiladores, trabajadores itinerantes
que por lo general viven en ciudades durante el resto del año, visitan varias
granjas a lo largo de la temporada.
Trasquilada
en Tierra del Fuego, de donde proviene mucha de la lana chilena Credit Tomás
Munita para The New York Times
Recolectan
la lana, la clasifican según su calidad y la guardan en grandes bolsas de
plástico.
LA MAYORÍA ES PARA EXPORTACIÓN
Instrumentos para trasquilar. Tan solo siete hombres pueden trasquilar hasta 35.000
ovejas en algunos días. Credit Tomás Munita para The New York Times
Con
un par de tijeras eléctricas, un buen trasquilador puede rasurar hasta 250
ovejas al día, explica MacLean.
Los
jóvenes dejan las islas cada vez más y es raro encontrar un gaucho tan joven
como Bitsch. Ahora de 24 años, tiene esposa y un hijo en el pueblo de Porvenir,
aproximadamente a 145 kilómetros de Estancia Por Fin.
Roberto
Bitsch, de 24 años, un gaucho que trabaja en Estancia Por Fin, un rancho en
Tierra del Fuego, este mes Credit Tomás Munita para The New York Times
Bitsch
renunció a varios empleos en la ciudad, como trabajar en una disco y vender
autos, para emprender la solitaria vida que se vive en el fin del mundo.
Patrick
MacLean, izquierda, dueño de Estancia Por Fin, con Wilki, quien está a cargo de
domar caballos Credit Tomás Munita para The New York Times
Lo
que lo llevó a las pampas primero, dice, fue su amor por los caballos. Sabía
cómo dominar caballos en un rodeo.
Pero
fue el amor por la soledad lo que lo convirtió en gaucho.
Bitsch,
abajo, domando caballos en Estancia Por Fin Credit Tomás Munita para The New
York Times
Es
un sentimiento que su patrón entiende bien.
“Cuando
vives en Tierra del Fuego, no compartes tu vida con muchas personas, así que
debes aprender a vivir contigo mismo”, señala MacLean. “En algunas ciudades,
como Nueva York, cuando despiertas y cae aguanieve o está lloviendo o haciendo
frío, quizá digas: ‘¡Qué mal!’. Yo miro al cielo y digo: ‘Gracias, Señor’,
prendo la fogata, tomo una taza de té o café y me quedo leyendo todo el día.
Así es nuestra vida. Para nosotros es buena”.
Los
caballos, como estos de Estancia
Por Fin, ayudan a los gauchos a pastorear a
las ovejas.
Credit Tomás Munita para The
New York Times
(THE NEW YORK TIME/TOMAS
MUNITA y RUSSELL GOLDMAN/ 25 de November de 2016)
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