Donald Trump y su equipo
dieron señales de que estaban reculando sutilmente en sus posiciones
anti-mexicanas. Sí construirá una barrera en la frontera con México, ratificó
en una entrevista con el programa “60 Minutos” de la cadena CBS el domingo,
pero no todo será el muro “grande y hermoso” que prometió durante la campaña,
sino mayoritariamente una valla, como la que se comenzó a erigir desde finales
de los 1970’s en California. Ya no deportará a todos los indocumentados, como
ofreció a los electores, sino de 2 a 3 millones que tengan antecedentes
criminales. ¿Se está corriendo Trump hacia el centro? “Es muy temprano para
pensar en ello”, dice el embajador Arturo Sarukhán, representante de México
durante seis años ante el Gobierno de Barack Obama. “Para atemperar mi opinión,
hay que esperar y ver”.
Su desconfianza radica en los
nombramientos de varios de los integrantes del equipo de transición en materia
de seguridad interna, encabezados por el Senador Jeff Sessions, una de las tres
personas que acompañaron a Trump a Los Pinos cuando se reunió a finales de
agosto con el Presidente Enrique Peña Nieto. En el equipo están algunos
personajes con profundas inclinaciones antimexicanas, como Kris Kobach,
Secretario de Estado en Kansas, autor de las iniciativas de ley más severas
contra los inmigrantes en la última década, la ex Gobernadora de Arizona, Jane
Brewer, bajo cuyo mandato se aprobó la ley más discriminadora contra mexicanos,
y el polémico jefe de la policía del condado de Maricopa, Joe Arpagio, quien se
ha referido a los mexicanos como “estúpidos”, “perras”, “jodidos”, “espaldas
mojadas”.
El discurso puede edulcorarse
y cambiar el tono, pero detrás de las palabras, el mensaje que está mandando
Trump no deja lugar a dudas que México no está entre sus países favoritos.
Sarukhán recuerda que meses antes de anunciar sus intenciones por contender por
la candidatura presidencial, Trump utilizó Twitter para expresar su indignación
contra las leyes mexicanas y hablar sobre la falta de Estado de Derecho en este
país. En marzo pasado se publicó en este espacio la razón de su indignación: en
noviembre de 2013 perdió un juicio en Baja California y tuvo que pagar más de
siete millones de dólares a 100 personas por un fraude inmobiliario en
Rosarito.
Trump tomó a México como su eje
de campaña desde que lanzó su candidatura presidencial en junio pasado, al
afirmar: “Cuando México envía a su gente, no están mandando a los mejores.
Están enviando gente que trae muchos problemas consigo, drogas, crimen. Son
violadores”. En julio de ese año aumentó la visceralidad: “Los peores elementos
en México son empujados a Estados Unidos por el Gobierno mexicano. Una tremenda
enfermedad contagiosa está cayendo sobre la frontera”. En el fondo, sugiere
sutilmente Sarukhán, eso no ha cambiado. Ahí están los nombres de su equipo de
transición en seguridad interna:
Sessions: el Senador por
Alabama pasó gran tiempo buscando fortificar la frontera entre los dos países,
mientras se oponía a los esfuerzos de Obama por reformas migratorias. Hace 11
años Sessions buscó que el Capitolio aprobara el Acta de Valla de Seguridad,
mediante la cual pedía ocho mil millones de dólares para construir casi mil 400
kilómetros de una doble barda en la frontera con México, aprobada por el
Gobierno de George W. Bush en 2006, pero enmendada para que en lugar del muro
se utilizaran nuevas luces, cámaras y sensores para ganar “control operativo”
fronterizo. Sessions, una de las personas más influyentes en el pensamiento de
Trump sobre migración, dijo ocho días antes de la elección: “La crisis en la
frontera sur subraya el simple hecho que sin barreras para prevenir la entrada
ilegal de extranjeros adicionales, los bravos hombres y mujeres de la Patrulla
Fronteriza no tendrán suficiente personas para detenerlos y deportarlos”.
Kobach: no hay ningún abogado
que haya hecho tanto contra los inmigrantes como este jurista que ayudó a
escribir la controvertida ley en Arizona contra los indocumentados llamada
Arizona SB 1070, que imponía fuertes sanciones a quienes emplearan indocumentados.
La ley llegó a ser discutida en la Suprema Corte de Justicia, que redujo a una
las cuatro provisiones que contenía. Leyes que propuso en Kansas y California
para prohibir ayuda federal en educación a hijos de inmigrantes, fueron
rechazadas por los tribunales, al igual que en Pensilvania, donde quería una
similar a la de Arizona, y en Texas, donde quería castigar a quienes rentaran
viviendas a indocumentados. Pero en Alabama logró que se aprobara la ley
Alabama HB 56 en 2010, más dura y estricta de la que existe en Arizona, y en
Misuri litigó para reforzar las leyes anti-inmigración.
Brewer: pocos políticos
estatales han sido más famosos que la ex Gobernadora de Arizona, que peleó
abiertamente contra la reforma migratoria propuesta por Obama y que en 2010
firmó la ley Arizona SB 1070 que criminaliza a los indocumentados y castiga a
quienes les den refugio, trabajo o transporte. Esa ley se convirtió en el
símbolo del racismo y odio contra los mexicanos y fortaleció la imagen del
Arpaio, quien en el extremo obligó a los indocumentados que encarcelaba a
utilizar ropa interior rosa, por lo que lo acusaron de tener prejuicios y
enfrentar acusaciones federales.
Este primer cuadro en el
equipo de transición de seguridad interna, son malas noticias para México.
Tiene razón el embajador Sarukhán. Hay que esperar y ver qué pasa, porque los
prolegómenos son ominosos.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/
Raymundo Riva Palacio/16/11/2016 | 01:00 AM)
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