Guanajuato.- El guanajuatense
Eduardo Sánchez Lira Smith fue despedido por sus padres y su hermana el pasado
17 de febrero en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM),
donde abordó un vuelo a Los Ángeles, Estados Unidos, para integrarse como chef
a la tripulación de uno de los cruceros de la compañía Princess.
Era la primera oportunidad
laboral de Lalo, un joven de 21 años de edad que acababa de egresar de la
carrera. Durante todo un año esperó la respuesta afirmativa de la empresa
naviera, mientras transitaba por una larga lista de requisitos previos a su
contratación: exámenes médicos y psicológicos completos, vacunas, conocimiento
del inglés; incluso, bajar algunos kilos de peso. El futuro chef cumplió con
todo y por fin fue aceptado.
Sin embargo, el 9 de marzo
siguiente, cuando se encontraba a bordo del barco “Island Princess”, a punto de
partir del puerto de Colón en Panamá, Eduardo fue encontrado muerto dentro del
camarote que compartía con uno de sus compañeros de trabajo.
Han pasado más de cuatro
meses y su familia, amigos y maestros siguen incrédulos sobre las
circunstancias de su muerte. La empresa y el ministerio público de Panamá la
manejaron como un suicidio. De acuerdo con esta versión, el joven chef se colgó
de los barrotes de la litera del camarote donde dormía.
No obstante, sus padres
rechazan de principio a fin la historia que les fue contada sobre su muerte.
Tienen varias razones: una serie de vacíos en la información dicha por los
representantes de la empresa, comentarios de compañeros de Eduardo en el
crucero que ponen en duda la versión oficial y la ausencia del informe pericial
de los investigadores del caso que no les han entregado.
Pero, según su madre Verónica
Smith, hay una razón más poderosa para dudar del hecho: el entusiasmo con el
que su hijo emprendió ese viaje y sus proyectos futuros.
“Mi hijo no consiguió ese
trabajo porque tuviera necesidad (económica). Pero él quería aprender, tener
experiencias, pensaba un día poner su propio restaurante”.
El certificado de defunción
de Lira expedido en Panamá.
LA CONTRATACIÓN
Eduardo se topó con el
anuncio de vacantes en la misma escuela donde estudiaba en esta ciudad. Después
de leerlo, llamó a la empresa contratante, que resultó ser Insearch Human
Resources S.A. de C.V., una outsourcing con oficinas en Paseos de la Hacienda
de Echegaray en Naucalpan, Estado de México.
Según su anuncio, se encarga
de “reclutar y seleccionar personal para trabajar a bordo de cruceros de lujo
que operan en aguas internacionales alrededor del mundo”.
De acuerdo con la información
de su portal de internet –confirmada por los padres de Eduardo – para ser
contratado, el muchacho debía presentar un conocimiento de inglés intermedio,
gusto por el servicio, habilidades de comunicación, ser responsable y tolerante
al trabajo bajo presión, acreditar un examen médico (estándar internacional),
además de aprobar la entrevista y calificar para la visa americana de trabajo
C1/D.
A cambio, la compañía le
ofrecía un contrato por nueve meses (Eduardo regresaría en noviembre de este
año) a bordo del barco, los boletos de avión en viaje redondo, servicios
médicos y seguro de gastos médicos a bordo, un salario de 850 dólares mensuales
y alimentos sin costo durante el viaje.
Eduardo y Verónica, sus
padres, lo acompañaron a Querétaro y a la Ciudad de México para realizarse los
exámenes médicos, psicométricos, obtener la visa y los demás requerimientos.
Insearch les indicó en qué
hospitales debían practicarse. Uno de ellos era uno del Grupo Ángeles en la
Ciudad de México. Todo lo pagaron ellos con el compromiso de que la empresa les
reembolsaría el gasto una vez que comenzara a trabajar en el crucero.
Finalmente, el flamante chef
viajó el 17 de febrero a Los Ángeles, Estados Unidos, de donde partiría un par
de días después el barco “Island Princess” a su recorrido.
El certificado de Eduardo
Sánchez Lira Smith.
DUDAS, CONTRADICCIONES, SILENCIO
El 6 de marzo, en su muro de
Facebook, Eduardo hizo una última publicación con una imagen suya, sonriente, y
el siguiente mensaje: “Saliendo de Miami con destino a Aruba, ámonos paisanos!
:D”. Unos días antes había hablado con su mamá por teléfono desde el barco,
pero con muchas dificultades en la comunicación.
Fueron los últimos contactos
de la familia con él.
“En una de sus últimas
llamadas me contó que en el barco le habían pedido sus documentos –pasaporte,
visa y otros- y que se habían quedado con ellos. No me dijo por qué, era muy
difícil hablar, teníamos que gritar porque no nos escuchábamos bien”, dice
Verónica Smith, en entrevista en su casa de Guanajuato.
Tres días después, el 9 de
marzo, ella y su esposo recibieron la llamada telefónica desde el barco en la
que una persona les informó que su hijo se había suicidado.
Según lo poco que se les
dijo, el muchacho fue encontrado en su camarote, colgado del cuello desde los
barrotes de las literas. La persona que les llamó les dijo que Eduardo no se presentó
en la cocina al iniciar su turno por la mañana, cuando fueron a su camarote,
éste estaba cerrado y no respondía al llamado. Hasta después de las cinco de la
tarde entraron y lo encontraron sin vida.
Como pudieron, localizaron
los datos de la embajada de México en Panamá y establecieron contacto con
Daniel Aguado, del Consulado mexicano, quien les indicó que viajaría a Colón
para informarse sobre lo ocurrido.
A partir de esa primera
llamada todo fue confusión, dolor, duda.
“Luego nos llamaron de la
empresa que lo contrató y nos dijeron que sentían mucho nuestra pérdida, pero
que no era con ellos. Nosotros únicamente autorizamos por escrito al cónsul
para que recibiera la información, el peritaje legista y las cosas de mi hijo.
Y resultó que su teléfono celular fue entregado a la empresa y no nos ha sido
enviado, con puros pretextos y justificaciones”, denunció Verónica.
Al padre de Eduardo lo
hicieron viajar a la Ciudad de México para tramitar una carta para autorizar la
repatriación. Después, el cónsul en Panamá les hizo saber que era innecesario
porque él podía efectuar el trámite y certificar el documento.
Pese a la insistencia de una
prima y una tía de Lalo por viajar a Panamá y apersonarse ante los responsables
del crucero y el Consulado, las autoridades migratorias les dijeron que no
fueran porque no era necesario.
El cuerpo del joven arribó a
Guanajuato dos semanas después. “Era jueves santo. Le pusieron un traje, ya
estaba embalsamado o preparado. Unos médicos amigos de la familia le revisaron
el cuello y no le encontraron ninguna marca”, refiere el padre del joven.
Unos días después, llegaron
las pertenencias de su hijo. No estaba su teléfono celular. La computadora
estaba dañada de la pantalla y entre las cosas, apareció una de sus playeras
con manchas de sangre, como una salpicadura, como lo comprobó la reportera.
LA PLAYERA DE LIRA
La familia encontró en
Internet un muro de Facebook dedicado a información sobre los cruceros donde se
daba cuenta de la muerte de Eduardo, así como una publicación del periódico El
Siglo en Panamá del viernes 11 de marzo que daba así la noticia:
“Fatal. Cientos de pasajeros
de un crucero de turismo anclado en un puerto en Colón, no pudieron zarpar, al
hallarse un hombre ahorcado en el interior.
“El difunto fue identificado
como Eduardo Sánchez Smith, mexicano de 21 años. Su cuerpo sin vida fue ubicado
a eso de las 12:30 de la medianoche del jueves.
“El cuerpo del extranjero
permanece en la morgue provincial, donde el médico forense hará la necropsia
para determinar y esclarecer la causa de la muerte.
“Posteriormente, será
repatriado”.
Sin embargo, también
encontraron un comentario de una turista que viajaba en ese crucero, quien
escribió: “Es una noticia muy lamentable. La familia debería de investigar lo
que pasó”.
Los padres de Eduardo
establecieron contacto con algunos de sus compañeros en el crucero.
Inicialmente les dijeron que
la empresa les prohibió hablar con la familia del chef o comentar cualquier
cosa sobre su muerte.
No obstante, les comentaron
que, contrario a la versión de la empresa, Eduardo se había presentado a su
turno de labores por la mañana.
“Nos dijeron que era
imposible que se faltara porque desde temprano se les llamaba insistentemente
al camarote y si no llegaban los buscaban de inmediato”, les contaron.
Agregaron que, al concluir el
turno, éste les dijo que se iría a fumar un cigarro. No pasó más de media hora
cuando su compañero de camarote lo encontró muerto. Tenía una toalla metida en
la boca.
La familia también supo que
las habitaciones del barco se pueden abrir con “una tarjeta”, que Eduardo
convivió con sus compañeros una noche antes y que les comentó que estaba
contento y adaptándose a las pesadas exigencias de trabajo y del viaje.
“Mi hijo tenía un carácter reservado,
pero era muy firme. Si algo no le gustaba, lo decía claramente. Si no se
hubiera sentido a gusto o hubiera querido irse, lo hubiera hecho y ya”, cuenta
Verónica.
La familia Sánchez Smith
logró hablar con Ricardo del Castillo, personal de Recursos Humanos de la
empresa Insearch, quien les dijo que les enviaron el teléfono celular de
Eduardo y que pronto se los harían llegar. Pero siguen en espera.
La empresa les informó que
sus compañeros reunieron mil 900 dólares para apoyarlos en los gastos funerarios
y que la misma compañía les entregaría otros mil dólares. No obstante, tampoco
eso se ha cumplido y, peor aún, no han tenido más contacto con ella.
Hace tres semanas, el cónsul
mexicano Daniel Aguado les informó que “por estos días” recibirían el informe
del forense. Tampoco lo tienen aún.
Eduardo, de 1.75 metros de
estatura y unos 90 kilos de peso, “no pudo ahorcarse en esos tubos; nos han
dicho y se ve en la foto del camarote que pudimos conseguir, que no
resistirían, parece imposible”, coinciden, todavía en su doloroso estupor, sus
padres Eduardo y Verónica.
Y concluyen: “Nuestro hijo se
fue por un sueño, por sus proyectos y nos lo regresaron muerto. No creemos, no
nos aclaran. Hemos pasado por ira, dolor, llanto. No vamos a parar hasta saber
qué pasó”.
(ZOCALO/ Proceso/ 23/07/2016 - 10:21 AM)
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