lunes, 15 de febrero de 2016

FORD SE VA A SAN LUIS POTOSÍ... O EL FIN DE LA ESPERANZA SONORENSE


Hace unas semanas Ford anunció que abrirá una nueva planta armadora de autos en México. La abrirá en San Luis Potosí, en un proyecto magno que llevará más de mil millones de USD para producir un auto híbrido que vendrá a competir con el Toyota Prius –el auto líder mundial en el segmento, ni más ni menos. Con este evento termina de confirmarse que el clúster automotriz del Noroeste de México, y el de Sonora en particular, se ha rezagado en definitiva del horizonte de auge y transformación de esta industria que experimenta el país. Veamos y entendamos. Luego juzguemos.

Desde 2013 México se ha convertido en el polo automotriz más dinámico del mundo y la IA es uno de los motores que ha activado la economía en los momentos de recesión (PwC, 2013). Es también la mayor generadora de equilibrios comerciales y la mayor oferente de empleo manufacturero (Covarrubias, 2014-2015). Se extiende por buena parte de la geografía nacional. Los tres corporativos de Detroit, cinco líderes asiáticos y cinco europeos, operan 22 fábricas armadoras de autos en 10 estados. Las fábricas autopartistas suman ya más de 2,500 establecimientos que se extienden a 21 estados; con ellas y las armadoras se han conformando cuatro clústers (Noroeste, Noreste, Centro y Bajío) cuya dinámica regional es muy sensible a su comportamiento (Banco de México, 2013). Sin embargo, el nivel de desarrollo de las regiones es desigual. El caso más sobresaliente corresponde la Región del Bajío que con Guanajuato, Aguas Calientes y San Luis Potosí al frente pasó a convertirse en el gran hub automotriz de México. Ocho de las principales armadoras globales están ahí; en el último lustro llegaron al Bajío BMW, Mazda, Daimler AG, VW, y Toyota anunció planes de instalación en 2015–en tanto Honda, GM y Nissan se expandieron con nuevas factorías. Con ellas El Bajío, y Guanajuato en particular, devino en la región industrial más dinámica de México y América Latina. Su producción conjunta de 1.5 millones de autos, la ha convertido en una de las 15 economías automotrices del mundo (Conacyt, 2015).

Después del Bajío sobresale la Región Noreste, con grandes proyectos de ensambladoras y el núcleo más extendido de proveedores. En el extremo opuesto, aparece la Región Noroeste. En ella destacan en particular los casos de Sonora y Baja California que después de que abrieron plantas de ensamble por Ford en 1986 y Toyota en 2004, respectivamente, se han rezagado. Pero mientras Tijuana recibió el Centro de Ingeniería y Desarrollo de Nissan, ninguna localidad de Sonora ha recibido un sólo proyecto de relevancia por otras armadoras. Enseguida destaca el caso de la Región Centro, donde Puebla ha experimentado una gran dinámica por las sucesivas ampliaciones de VW y, más recientemente, por el arribo de Audi, y ha rebasado la dinámica previa del Estado de México y Morelos.

La lógica de las economías de aglomeración y antecedentes de localización indicaba que Sonora le quedaba una esperanza. Esta radicaba en que cuando Ford decidiera expandirse en México pensaría en la entidad. El reciente anunció de que Ford se expande y que va a cualquier parte menos a Sonora hecha por tierra la esperanza.

Este es el costo de haber tenido un gobierno que se dedico a saquear el estado mientras las oportunidades industriales se abrían para México. Es una historia que se repite. Cuando el gobierno y la economía de una región son puestos en manos de bandoleros e ignorantes, los inversionistas y las gentes de talento simplemente voltean a otro lado.


(DOSSIER POLITICO/ Alejandro Covarrubias V / 2016-02-15)

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