El obispo emérito de Ecatepec, Onésimo
Cepeda, fundador de Inbursa con Carlos Slim, asiste a la misa del papa
Francisco
No acumulen fortuna”, ha
dicho el Papa Francisco en la misa que ha ofrecido este domingo en Ecatepec.
“Con el demonio no se dialoga, porque nos ganará siempre”. Cerca del pontífice,
a tiro de piedra, el obispo emérito de Ecatepec, Onésimo Cepeda, atendía sus
palabras. El prelado, antiguo agente de bolsa, impulsor de Inbursa junto al
magnate Carlos Slim, autor de frases como “el estado laico es una jalada” o “si
ya desaparecieron, ya desaparecieron”, en referencia a los 43 estudiantes de
Ayotzinapa, había llegado temprano a la catedral.
Cientos de miles de fieles
esperaban la llegada del Santo Padre en las calles de Ecatepec, algunos desde
la madrugada, como unas señoras que habían aguantado sin dormir desde las tres
de la mañana. Las señoras eran voluntarias de la organización que ha preparado
la visita del Pontífice al municipio. Vestían, todas, camisetas tamaño extra
grande con el escudo de la diócesis en la espalda. Una de ellas señalaba la
mitra que corona el escudo, la mitra papal, y también el báculo, a un costado.
Las señoras guardaban el perímetro de la marcha del Papa, que ha llegado en
helicóptero a Ecatepec y luego ha tomado el papamóvil para alcanzar el predio
El caracol, donde ha oficiado la misa.
El papamóvil ha circulado
algo menos de diez kilómetros por Ecatepec, la mayoría en la avenida Carlos
Hank González. Cuando Cepeda era obispo, se dice que a su mesa se sentaban
personalidades políticas y empresariales de toda índole, entre ellas, claro, el
empresario Hank González, secretario de Turismo y luego de Agricultura, uno de
los grandes líderes del PRI en las décadas de 1970 y 1980.
Había trascendido estos días
que el Gobierno del Estado de México, comandado por el priista Eruviel Ávila,
se ha esmerado en arreglar los alrededores del predio El Caracol, así como las
calles cercanas, entre ellas la avenida Hank González. La intención, además de
estética, era evitar las polvaredas a toda costa, las famosas tolvaneras,
lluvias de arena frecuentes en la tierra baldía del altiplano mexicano. El
Gobierno de Eruviel había repartido gravilla por medio término municipal de
Ecatepec con tal objetivo. Suerte que no ha soplado el viento, porque algunos
tramos de la Hank González, en glorietas y jardineras –sin plantas– lucía en
rutilante gris, en calma, el polvo de todos los días.
El Papa atravesó raudo la
avenida, generando a su paso una deformación del espacio tiempo: su visita era,
desde luego, una ruptura en la rutina dominical de los ecatepecanos. Una señora
en silla de ruedas había salido a la calle con su hijo a verlo pasar. Abrigada,
amarrada a una de las miles de banderitas con los colores de México y El
Vaticano que había repartido el gobierno estatal, ha dicho: “Aunque sea verlo
pasar, aunque sean tres segundos”…
Y en efecto fueron tres
segundos.
Los miles de fieles
atendieron, gritaron y volvieron a su fiesta, algunos con sus bandas de música,
sus porristas, otros con los chalecos rojos –el color del PRI–, también de la
organización. Los vendedores ambulantes trataban de sacar su mercancía al
precio que fuera. Los más desgraciados, los vendedores de banderas, lo tenían
peor, su competencia, el Gobierno del Estado, las daba gratis. Uno, ya cerca
del centro comercial Las Americas, a varios kilómetros de El Caracol, puso cara
de fastidio. Parado en una glorieta llena de polvo dijo: “Mejor hubiera vendido
de El Chapo”.
(DOSSIER POLITICO/ Tomado de: Pablo
Ferri / El País/ 2016-02-15)
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