Roberto Díaz
Herrera, segundo al mando de régimen miltiar de Noriega, esperó a asegurar su
jubilación para propiciar la salida del poder del dictador.
Ciudad de Panamá.- El
coronel Roberto Díaz Herrera, jefe del Estado Mayor y segundo al mando del
régimen militar que regía Panamá, esperó a asegurar su jubilación para
propiciar la caída del dictador Manuel Antonio Noriega en medio del baño de
sangre que fue la invasión de ese país por parte de Estados Unidos, hace 25
años.
Después de conspirar
contra Noriega, hasta tantear un golpe de Estado, y forjada una desconfianza
insalvable entre ambos, Díaz Herrera confesó en una entrevista con Acan-Efe que
únicamente le quedó "aguantar" hasta asegurar su jubilación para
jugar su última carta.
El 1 de junio de
1987, Díaz Herrera cumplía los 25 años ininterrumpidos de servicio en las
Fuerzas Armadas necesarios para cobrar la correspondiente pensión.
"Noriega me reducía cada vez más, incluso me quitó el mando de tropa, y en
mayo de 1987 yo llevaba ya varios meses sin ir a mi despacho", cuenta el
coronel.
"El 25 de mayo
-recuerda-, me presenté en la Comandancia General con los peores temores,
convocado por Noriega, pero fui directamente a mi despacho, donde recogí mis
pertenencias y tramité mi jubilación".
En eso estaba, cuando
aporrearon la puerta y al abrirla Díaz Herrera encontró a un oficial que le
conminó a presentarse de inmediato ante Noriega y el resto de su Estado Mayor.
Al entrar, vestido de civil, a la sala donde estaba reunido el Estado Mayor,
Díaz Herrera vio a Noriega "fingiendo que cumplía con unos trámites y al
resto de miembros muy tensos".
"Cuando Noriega
comenzó a hablar, me reprochó que conspiraba contra él y yo estallé, lo llené
de insultos, le dije de todo, que su régimen era una sucursal de los carteles
del crimen", cuenta el coronel. Noriega abandonó precipitadamente el lugar
para presentarse al poco tiempo respaldado por una unidad militar de fuerzas
especiales.
"Probablemente,
pensó que si yo me había atrevido a decirle todo aquello delante de los
miembros de su Estado Mayor, al menos algunos debían ser cómplices" de una
conspiración contra él, explica Díaz Herrera. "Pero no pasó nada, yo salí,
me subí a mi carro y llegué a mi domicilio intentando ocultar a mis escoltas mi
temblor de piernas por el nerviosismo", añade.
Durante los días
siguientes acudieron al domicilio de Díaz Herrera varios emisarios para
convencerlo de que "arreglara" su relación con Noriega, entre ellos
el oficial del Mossad Michael "Mike" Harari, por un lado, y el
político dominicano José Francisco Peña Gómez con Martín Torrijos, quien años más
tarde fue presidente de Panamá (2004-2009).
"Peña Gómez y
mi sobrino Martín venían a hablarme en nombre de la Internacional Socialista
(IS) y a ofrecerme la posibilidad de ser embajador en Japón", relata Díaz
Herrera, primo del general Omar Torrijos, quien lideró la dictadura militar
panameña de 1969 a 1981.
El 1 de junio de
1985, el coronel ya jubilado jugó su última carta: convocó a la prensa
internacional en su domicilio y acusó a Noriega de asesinato, torturas,
narcotráfico y fraude electoral. "La verdad - admite - es que no tenía
pruebas, pero dije lo que todos sospechábamos y que ya habían denunciado antes
otros sin tener resonancia internacional".
Díaz Herrera opina
que "sin ninguna duda" su declaración desnudó a Noriega
internacionalmente, puso en entredicho el apoyo que le brindaba Estados Unidos
y desató la ola de protestas callejeras denominada Cruzada Civilista. El jefe
del Estado Mayor de Noriega fue condenado a una pena de cinco años de prisión
que fue conmutada por un exilio en Venezuela.
El 20 de diciembre de
1989 un comando militar de Estados Unidos formado por más de 20 mil efectivos
invadió y bombardeó Panamá en la operación "Causa Justa" que dejó un
gran número de muertes, nunca calculado oficialmente, y que tenía como objetivo
capturar a Noriega, quien se entregó trece días más tarde.
"Nuestras
diferencias -explica Díaz Herrera- empezaron desde el principio y manteníamos
una guerra silenciosa; él era el hombre de las tácticas y yo el de la ideología
durante el régimen de Omar Torrijos".
"Ya bajo su
mando -continúa-, a partir de 1983, se sucedían una serie de descomposiciones y
violaciones de derechos humanos, pero no muy sonoras, con la complicidad de la
clase judicial, alguna protesta de la oposición, y lo que yo llamo el silencio
de los inocentes" por parte de la sociedad panameña en general.
"La gota que
derramó el vaso" fue el asesinato del médico y político opositor Hugo
Spadafora, quien después de haber acusado a Noriega de narcotraficante apareció
muerto y decapitado dentro de una bolsa de correos de Estados Unidos en
septiembre de 1985.
Díaz Herrera cuenta
que Spadafora era íntimo amigo suyo y aquel suceso lo llevó al convencimiento
de que "esta vaina se tiene que acabar". Como jefe del Estado Mayor
intentó preparar un golpe de Estado, "pero Noriega tenía un fuerte músculo
internacional, tenía una relación de intimidad con William Casey, director de
la CIA de 1981 a 1989, que lo hacía inderrocable".
(MILENIO/
ALEJANDRO VARELA/ EFE/ 20/12/2014 02:40 AM)
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