Berlín.- El día que
marcó el comienzo del fin de la Guerra Fría, Egon Krenz se levantó a la cinco
de la madrugada, se vistió con ropa deportiva y comenzó a correr por los
bosques cercanos a su casa en Wandlitz. Mientras corría, el entonces secretario
general del partido comunista de la República Democrática de Alemania (RDA)
daba vueltas a un problema. Aquel 9 de noviembre de 1989, el Comité Central de
Partido debía aprobar un decreto que permitiría viajar al entonces prohibido
mundo occidental a todos los alemanes que lo desearan.
Krenz creía que la
única forma de impedir que su país se hundiera en la anarquía era abrir, poco a
poco, las fronteras de la RDA con Occidente. Tras largas discusiones, el
político, que había reemplazado a Eich Honecker en la cúpula del poder, logró
obtener el consenso del Buró Político y del Comité Central. La crucial reunión
de este último órgano se realizó a las 16 horas y poco después, el camarada
secretario general, le entregó el documento a su portavoz, Günter Schawowski.
“¡Dálo a conocer a la prensa!” le ordenó Krenz. “Egon, esto es un notición para
la prensa mundial”, respondió Schawowski cuando leyó el documento.
"No era un
pedazo de papel, como todo el mundo dice”, dijo Schawowski, en su último
encuentro con periodistas extranjeros. “Yo fui la persona que anunció el
contenido del decreto, pero nunca pensé en las consecuencias que traería
consigo”. El Muro de Berlín, la odiosa construcción de acero y hormigón que
dividió a la ciudad y a Europa durante 28 años, se vino abajo esa noche a causa
de tres palabras que no estaban incluidas en el guión original.
"Ab sofort!,
unverzüglich”, (¡De inmediato!, sin demora) respondió el portavoz a una
pregunta que le formuló Peter Brinkmann, un periodista del periódico Bild, y
que estaba sentando en la primera fila de la sala de prensa del Centro
Internacional, una pequeña sala sin ventanas. Brinkmann había sido advertido
por una fuente del gobierno de Berlín Occidental, que la RDA estaba preparando
medidas aperturistas. Brinkmann había sido alertado con dos días de antelación
que el gobierno comunista preparaba medidas aperturistas. “Desean autorizar a
la población, bajo ciertas condiciones, para que puedan viajar al extranjero”,
le dijo un alto funcionario, el 7 de noviembre. “Es posible que puedan hacerlo
a partir del 10 de noviembre bajo ciertas condiciones.”
El periodista, que
ocupaba ese día su escritorio en la redacción del Bild en Hamburgo se
sobresaltó y formuló una pregunta inquietante a su interlocutor. “¿Esa medida
podría abrir el Muro?”, preguntó. El 9 de noviembre, Brinkmann cogió su coche y
viajó a Berlín Este. “La ciudad ardía en rumores y, para no perder ningún
detalle de la rueda de prensa, reservé un asiento en la primera fila, justo
enfrente de la tribuna”, contó el periodista a este periódico.
Cuando faltaban
pocos minutos para que la rueda de prensa llegara a su fin, Schawowski recordó
que debía dar a conocer el contenido de una nueva ley que permitía a todos los
ciudadanos de la RDA, en posesión de un pasaporte, viajar al extranjero. Pero
el portavoz cometió un error de una gran dimensión histórica: no leyó la
segunda página del documento en la que se establecía que la medida tenia efecto
a partir del día siguiente.
El contenido del
documento electrizó a Brinkmann, quien interrumpió la lectura con una pregunta.
“¿Cuando entra en vigor?”. “A partir de ese momento se produjo un caos en la
sala y todos querían saber más cosas. Pero yo estaba en la primera fila y
repetí mi pregunta varias veces”. El suspenso y la andanada de preguntas duró
ocho minutos eternos. Al final, Schawowski cedió a la presión y pronunció las
tres palabras famosas y que alarmaron al teniente coronel de la Stasi, Harald
Jäger, que se encontraba al mando del cruce fronterizo de la Bornholmer
Strasse.
El oficial estaba
cenando cuando se enteró de la noticia que conmovió al mundo. “¿Qué tonterías
está diciendo este hombre y por qué nadie nos ha avisado”, dijo Jäger, durante
una conversación con Excélsior, al recordar lo que vivió y sintió la noche del
9 de noviembre. En menos de tres horas, una multitud se congregó ante el puesto
que ocupaba Jäger, exigiendo que se abrieran las barreras. “Tenía miedo de que
uno de nuestros soldados abriera fuego: se habría producido un baño de sangre”,
dijo el exteniente coronel. “Las autoridades deberían haber estado preparadas
para las consecuencias del anuncio, pero su improvisación demuestra lo alejada
que estaban de las masas”.
Jäger, que tenía
órdenes de disparar a matar si alguien intentaba cruzar el Muro sin un permiso
oficial, opto por ignorar las instrucciones de sus superiores y, poco antes de
la medianoche, ordenó a sus hombres levantar las barreras. “No tenía otra
alternativa: el muro ya no se podía defender ni siquiera con las armas. Me
temblaban las rodillas cuando la gente comenzó a cruzar el muro”, añadió. Entre
la multitud que cruzó esa noche el cruce de la Bornholmer strasse se encontraba
una joven doctora en Física Quántica, que después de escuchar la rueda de
prensa de Schawowski había acudido a su cita semanal. Cuando Angela Merkel
abandonó el sauna, se dejó arrastrar por la gente y esa noche bebió una lata de
cerveza al otro lado del Muro.
En vísperas del
vigésimo quinto aniversario de la caída del Muro, la televisión alemana recordó
la gesta de Harald Jäger con una película que revive la hazaña del ex oficial
de la Stasi y que fue el primero en abrir la odiosa barrera. Pero el exoficial
de la Stasi sigue siendo un apestado para las instituciones. En las sucesivas
celebraciones que recuerdan la caída del Muro, Jäger nunca ha sido invitado a
un acto oficial y tampoco nunca recibió un reconocimiento de parte del
gobierno. “No me importa. Ahora estoy contento de que la RDA dejara de existir
y satisfecho por haber abierto el Muro”, dijo, cuando la cinta fue presentada a
la prensa en Berlín.
Su decisión
solitaria hizo posible que sus compatriotas recuperaran la libertad, pero
cuando las dos Alemanias se unieron, el 3 de octubre de 1990, Jäger perdió su
empleo y vivió dos años gracias a la ayuda del paro. Después de trabajar como
vendedor de periódicos y vigilante nocturno, Jäger se jubiló y recibe 900 euros
mensuales de pensión.
Günter Schawowski
también perdió su empleo de portavoz y su elegante casa en Wandlitz, donde
vivían los jerarcas de la RDA. A pesar de haber sido el protagonista de una
rueda de prensa histórica, el exportavoz cayó rápidamente en desgracia e
incluso fue condenado a cuatro años de prisión por haber participado en una
reunión del Buró Político en el que se autorizó a la policía de fronteras
disparar contra los alemanes que intentaran huir del paraíso socialista.
“Después de la rueda
de prensa me fui a la cama con la sensación de que nos habíamos transformado en
un país civilizado, pero abrir el Muro fue una decisión táctica y no
humanitaria, que debía acabar con la presión popular y mantener con vida al
régimen”, suele repetir Schawowski cuando recuerda su actuación.
Egon Krenz, que
había tenido éxito en el golpe que acabó con la carrera política del anciano y
enfermo Erich Honecker, también creía que la única forma de impedir que el
comunismo se hundiera en el caos, era abrir poco a poco las fronteras con
Occidente, una medida que ayudaría a poner fin el éxodo de sus compatriotas que
huían a través de Hungría y Checoslovaquia y, al mismo tiempo, serviría para recibir
un multimillonario crédito de Bonn.
Pero el efímero jefe
de gobierno de la RDA (duró 48 días en el cargo) cometió un error la tarde del
9 de noviembre. Él y sus colegas del comité central no se preocuparon de ver la
rueda de prensa de Schawowski y siguieron discutiendo hasta casi las nueve de
la noche. “Todos nos fuimos sin saber lo que había dicho”, recordó Krenz en una
rara aparición ante la prensa. Krenz, que también fue enviado a la cárcel, aún
sigue defendiendo la necesidad de reconstruir la RDA.
FIESTA LLENA DE LUCES Y POLÉMICA
Cientos de miles de
personas comenzaron a vibrar ayer en las calles de un Berlín soleado con el
aniversario por los 25 años de la caída del Muro, que se celebrará hoy en medio
de un clima festivo y con algunas polémicas.
Grandes
protagonistas de la jornada fueron los casi 7,000 globos iluminados colocados a
lo largo de 15 kilómetros del trazado del Muro que dividió la ciudad y el mundo
durante casi tres décadas (1961-1989).
La instalación
transformó la antigua línea divisoria de la ciudad en una “frontera lumínica” y
convirtió las zonas desoladas por las que pasaba el Muro en punto de encuentro
de vecinos y turistas, que se lanzaron a las calles alentados por el buen
tiempo.
Desde la iluminación
de los globos la noche del viernes, el proyecto dejó imponentes imágenes aéreas
y a pie de calle, muchas de las cuales pueden verse en la cuenta de Twitter
oficial @lichtgrenze (video en: http://dpaq.de/25vtP) o en la web de la ciudad
de Berlín (http://dpaq.de/XAOf5).
“Es muy impactante”,
resumía un matrimonio de daneses mostrando la línea de globos movidos
ligeramente por el viento en el Checkpoint Charlie, mítico paso fronterizo
donde tanques soviéticos y estadunidenses estuvieron cerca de iniciar una nueva
guerra en 1961.
La escena se repitió
en otros puntos emblemáticos de la ciudad –la Puerta de Brandeburgo, el
edificio del Parlamento (Reichstag), la East Side Gallery– y entusiasmó también
a los berlineses: “El 9 de noviembre de 1989 fue un gran regalo. Estábamos
encerrados”, recordó una jubilada.
A lo largo del
recorrido hubo además conciertos, charlas con testigos de la caída del Muro y
pantallas gigantes con imágenes históricas ante las que se reunieron cientos de
personas.
Los 6,880 globos
serán llenados con helio hoy, cuando se cumpla el aniversario, y soltados al
aire a las 19:00: hora local, con lo que la “frontera” volverá a desaparecer
como ocurrió hace 25 años.
El día central
llegará hoy con una gran fiesta en la Puerta de Brandeburgo, un concierto de la
orquesta Staatskapelle dirigida por Daniel Barenboim y la inauguración de una
exposición sobre el Muro por parte de la canciller Angela Merkel.
El día previo a la
celebración dejó también algunos incidentes: muchos de los globos fueron
pinchados a propósito y una parte del espacio donde Merkel inaugurará hoy la
exposición amaneció pintada con lemas de extrema izquierda.
Pero la gran
polémica del día fue protagonizada precisamente por uno de los grandes
responsables de la caída del Muro, Mijail Gorbachov. El histórico líder
soviético aprovechó su paso por Berlín para culpar a Occidente de poner al
mundo al borde de otra Guerra Fría por la tensión con Rusia en Ucrania.
(ZOCALO/ Excélsior/
09/11/2014 - 08:32 AM)
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